Por Nora Guajardo
La reflexión ética es un ejercicio delicado, ya que requiere capacidad de anticipación: no hay que pretender describir los valores sino entender cómo pueden transformarse, y transformarnos.
(Koïchiro Matsuura, UNESCO, septiembre 2005)
En la actualidad, “…nos enfrentamos a una crisis de valores. Ante el temor de un debilitamiento de aquello que confiere un sentido profundo a nuestras acciones y a nuestra vida, numerosos observadores achacan este malestar al desarrollo de la globalización. Preocupada únicamente por el progreso técnico, ésta sería una materialidad sin alma, incapaz de guiar nuestras acciones, indiferente ante la fuerza de los valores. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ... ¿Quiere decir que nos dirigimos hacia un mundo sin ética? No lo creo. Siempre existen valores. Incluso podríamos decir que, sin duda, nunca ha habido en la historia de la humanidad, tantos valores presentes.... Es posible incluso que hoy en día existan demasiados valores, ya que la crisis que estamos atravesando indica que hemos perdido nuestra orientación ética y que ya no vemos el horizonte al que debemos dirigirnos.” .
Ante esta afirmación, se ve clara la necesidad de promover una educación para la formación valoral y una educación ética para la formación del ejercicio profesional, porque aunque en auge los valores éticos, tal parece que no están favoreciendo un compromiso ético y social de las nuevas generaciones que en ocasiones buscan sólo el beneficio personal tomando una postura individualista sin importar qué es lo que sucede al exterior de sí mismas. Los problemas que nos aquejan hoy en día, necesitan de la competencia de métodos que hagan de sus procesos, instrumentos valiosos para reducir el deterioro de la humanidad.
El comportamiento ético es una parte muy importante de los profesionistas y debería formar parte de su proyecto y sentido de vida. Actualmente, hay un reclamo social de ética de los profesionistas, se reclama con mayor insistencia en la importancia de incorporar competencias éticas en el desarrollo de su formación profesional.
La formación ética es una necesidad inaplazable en las universidades, y en cada uno de sus futuros profesionistas. El desempeño social de las universidades en este quehacer sigue siendo decisivo ya que formar profesionales competentes, no es suficiente, la formación debe incluir la reflexión de valores y principios, debe incluir la reflexión sobre la ética profesional.
El profesionista debe contar con valores morales, no basta sólo con los conocimientos de su área de formación, debe educarse éticamente y desarrollar valores que le permitan ejercer con dignidad su profesión, de tal manera que le permita buscar el bien común que le demanda la sociedad.
Plantearse lo que debe ser la formación de un profesional competente, no es posible al margen de una formación ética y una formación para la ciudadanía. La profesionalidad comprende, además de competencias, una integridad personal y una conducta profesional ética, como normalmente demandan los ciudadanos. Por eso hoy más que nunca, hay una creciente preocupación porque la educación universitaria se ocupe, entre sus objetivos, formar a ciudadanos responsables de los problemas de la sociedad .
Pero ¿cómo saber si se están formando profesionales éticos comprometidos socialmente? Los valores y la ética profesional ha sido un tema a tratar con los estudiantes universitarios. El Ideario de la Universidad Iberoamericana fundamenta su Filosofía Educativa en “los valores cristianos; el servicio al pueblo de México; la conciencia social colaborando en la promoción de cambios de acuerdo con la justicia social; y la solidaridad en valores humanos con todos los movimientos que en el mundo entero buscan el orden y la paz por la justicia; el respeto a la dignidad eminentemente de la persona humana; la más equitativa distribución de la riqueza, en los ámbitos interno e internacional; la efectiva igualdad jurídica de todas las naciones; y el desarrollo acelerado, armónico y eficaz de todas las comunidades humanas”. (pp. 3) .
Otras instituciones pretenden en su misión, “…formar profesionistas críticos, creativos, innovadores y altamente capaces en lo técnico, pero sobre todo, conscientes de la alta responsabilidad social que les exige lograr una distribución equitativa de los beneficios que la globalización produce” , o bien, “…formar líderes que transformen a la sociedad, que respeten a la persona humana en su dignidad y libertad, que sean responsables, que sean congruentes en el pensar, decir y hacer y que crean y vivan valores como la verdad, la solidaridad, la honestidad, el amor y la justicia con sentido de transcendencia” , otras más afirman, “formar personas íntegras, éticas, con una visión humanística y competitivas internacionalmente en su campo profesional, que al mismo tiempo sean ciudadanos comprometidos con el desarrollo económico, político, social y cultural de su comunidad y con el uso sostenible de los recursos naturales” , y “formar profesionistas competentes, éticos, creativos, productivos y promover el conocimiento y cultura para el desarrollo de la sociedad”
En este contexto, es relevante preguntarse si las instituciones educativas están haciendo operativa su misión, su filosofía educativa, para formar profesionistas con principios y valores prioritarios que conformen su ética profesional. Especialmente importante sería saber si los estudiantes los conocen y comparten y de qué manera se apropian de ellos.
-Publicado en: E-Consulta en la semana del 22 de marzo de 2010
Artículos periodísticos publicados por diversos académicos de la Universidad Iberoamericana Puebla
martes, julio 13, 2010
lunes, junio 14, 2010
Del dicho a lo escrito contra la obesidad
Autora: Luz del Carmen Montes P.
Publicación: Puebla on line, 8 de junio de 2010
Que nuestro país ocupa el segundo lugar mundial de prevalencia de obesidad ha sido una de las noticias, que en este año, ha dado mucho de que hablar en términos de políticas públicas. ¿Qué se ha sido escrito al respecto desde el sector gubernamental?
Aunque el problema tiene muchas aristas, se puede afirmar que principalmente está relacionado con dos ámbitos de acción: educación y salud. Si se consultan las páginas web de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y de la Secretaría de Salud, se encontrarán tres documentos en los que se plantean estrategias para el combate de la obesidad y el sobrepeso. En este artículo pretendo resaltar rápidamente algunos elementos que influyen en la calidad argumentativa de dichos textos.
En el “Acuerdo nacional para la salud alimentaria. Estrategia contra el sobrepeso y la obesidad” publicado por el sector salud, se formulan 10 objetivos prioritarios de los cuales 6 no se pueden alcanzar sólo por acuerdo. Por ejemplo, disminuir el consumo diario de azúcares, de grasas saturadas y de sodio; e incrementar el consumo de frutas y verduras, dependen de hábitos, recursos y decisiones de la población: un error de formulación. El colmo es el objetivo “Mejorar la capacidad de toma de decisiones informadas…” con base en información y alfabetismo en nutrición y salud porque la capacidad de toma de decisiones no se logra sólo porque se tenga información, se logra a través de un proceso educativo que va mucho más allá. Para rematar, en las conclusiones los expertos afirman que para entender el problema “hay que irse a las causas primarias:”, en seguida listan 8 estrategias de mejora y no causas; y continúan con el párrafo: “Todo ello combinado con los factores socioeconómicos y familiares conducen al sobrepeso y la obesidad…”; esto es, dicen que las estrategias combinadas con los factores conducen al sobrepeso y la obesidad ¿No revisaron el documento?
En “Lineamientos generales para el expendio o distribución de alimentos y bebidas en los establecimientos de consumo escolar de los planteles de educación básica”, se inicia con los nombres de los secretarios de las dos dependencias y con 11 páginas de “considerandos” que según mi interpretación pueden ser muchas razones que conducen al establecimiento de tales lineamientos. Después, hay 26 páginas que contienen un montón de información que está más relacionada con recomendaciones para estudiantes y profesores, padres de familia y autoridades que con los lineamientos prometidos: desde las definiciones de actividad física, obesidad, orientación alimentaria, personal de salud capacitado, etc. hasta principios de alimentación como guardar una dieta correcta, mantener una dieta variada, beber abundantes líquidos, etc. El contenido de este documento está poco relacionado con lo que promete en el título. Aún su “ANEXO ÚNICO” que tiene mucha información técnica sobre requerimientos, alimentos y bebidas, está lejos de servir para regular lo que quieren regular pues no consideran dos aspectos fundamentales: los requerimientos calóricos y nutrimentales y la ingesta total del educando no se satisfacen sólo con lo que los educandos consumen en la escuela.
Desde esta última afirmación, considero mucho más pertinente el documento publicado por la SEP (ligado también al acuerdo nacional antes citado), y que se titula “Programa de acción en el contexto escolar”, pues tanto en los principios orientadores como en los objetivos que se declaran, se formulan acciones que consideran a los actores como sujetos con capacidad de decisión, se habla de fomentar desarrollo integral, promover acciones de cuidado de la salud, generar y preservar entornos y ambientes saludables, desarrollar competencias en los actores educativos, impulsar la transformación escolar, promover la práctica regular de activación física, impulsar el desarrollo de hábitos alimenticios saludables, etc. El objetivo general tiene atributos de factibilidad desde lo que puede declarar una autoridad y porque se considera a los sujetos que deciden: “Promover una nueva cultura de la salud mediante el desarrollo de competencias para una vida saludable, entre las que destacan las referentes a prevenir, revertir y disminuir el avance en la prevalencia de sobrepeso y obesidad…”
No se juzgan aquí ni las intenciones ni las estrategias propuestas por el grupo de expertos que asesoran a los secretarios correspondientes, se afirma que los responsables de la redacción de dichos documentos no tienen el cuidado y posiblemente no tienen la preparación para esta tarea, lo que no es un error insignificante.
Publicación: Puebla on line, 8 de junio de 2010
Que nuestro país ocupa el segundo lugar mundial de prevalencia de obesidad ha sido una de las noticias, que en este año, ha dado mucho de que hablar en términos de políticas públicas. ¿Qué se ha sido escrito al respecto desde el sector gubernamental?
Aunque el problema tiene muchas aristas, se puede afirmar que principalmente está relacionado con dos ámbitos de acción: educación y salud. Si se consultan las páginas web de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y de la Secretaría de Salud, se encontrarán tres documentos en los que se plantean estrategias para el combate de la obesidad y el sobrepeso. En este artículo pretendo resaltar rápidamente algunos elementos que influyen en la calidad argumentativa de dichos textos.
En el “Acuerdo nacional para la salud alimentaria. Estrategia contra el sobrepeso y la obesidad” publicado por el sector salud, se formulan 10 objetivos prioritarios de los cuales 6 no se pueden alcanzar sólo por acuerdo. Por ejemplo, disminuir el consumo diario de azúcares, de grasas saturadas y de sodio; e incrementar el consumo de frutas y verduras, dependen de hábitos, recursos y decisiones de la población: un error de formulación. El colmo es el objetivo “Mejorar la capacidad de toma de decisiones informadas…” con base en información y alfabetismo en nutrición y salud porque la capacidad de toma de decisiones no se logra sólo porque se tenga información, se logra a través de un proceso educativo que va mucho más allá. Para rematar, en las conclusiones los expertos afirman que para entender el problema “hay que irse a las causas primarias:”, en seguida listan 8 estrategias de mejora y no causas; y continúan con el párrafo: “Todo ello combinado con los factores socioeconómicos y familiares conducen al sobrepeso y la obesidad…”; esto es, dicen que las estrategias combinadas con los factores conducen al sobrepeso y la obesidad ¿No revisaron el documento?
En “Lineamientos generales para el expendio o distribución de alimentos y bebidas en los establecimientos de consumo escolar de los planteles de educación básica”, se inicia con los nombres de los secretarios de las dos dependencias y con 11 páginas de “considerandos” que según mi interpretación pueden ser muchas razones que conducen al establecimiento de tales lineamientos. Después, hay 26 páginas que contienen un montón de información que está más relacionada con recomendaciones para estudiantes y profesores, padres de familia y autoridades que con los lineamientos prometidos: desde las definiciones de actividad física, obesidad, orientación alimentaria, personal de salud capacitado, etc. hasta principios de alimentación como guardar una dieta correcta, mantener una dieta variada, beber abundantes líquidos, etc. El contenido de este documento está poco relacionado con lo que promete en el título. Aún su “ANEXO ÚNICO” que tiene mucha información técnica sobre requerimientos, alimentos y bebidas, está lejos de servir para regular lo que quieren regular pues no consideran dos aspectos fundamentales: los requerimientos calóricos y nutrimentales y la ingesta total del educando no se satisfacen sólo con lo que los educandos consumen en la escuela.
Desde esta última afirmación, considero mucho más pertinente el documento publicado por la SEP (ligado también al acuerdo nacional antes citado), y que se titula “Programa de acción en el contexto escolar”, pues tanto en los principios orientadores como en los objetivos que se declaran, se formulan acciones que consideran a los actores como sujetos con capacidad de decisión, se habla de fomentar desarrollo integral, promover acciones de cuidado de la salud, generar y preservar entornos y ambientes saludables, desarrollar competencias en los actores educativos, impulsar la transformación escolar, promover la práctica regular de activación física, impulsar el desarrollo de hábitos alimenticios saludables, etc. El objetivo general tiene atributos de factibilidad desde lo que puede declarar una autoridad y porque se considera a los sujetos que deciden: “Promover una nueva cultura de la salud mediante el desarrollo de competencias para una vida saludable, entre las que destacan las referentes a prevenir, revertir y disminuir el avance en la prevalencia de sobrepeso y obesidad…”
No se juzgan aquí ni las intenciones ni las estrategias propuestas por el grupo de expertos que asesoran a los secretarios correspondientes, se afirma que los responsables de la redacción de dichos documentos no tienen el cuidado y posiblemente no tienen la preparación para esta tarea, lo que no es un error insignificante.
El manejo de las TIC, ¿una simple competencia a desarrollar?
Autor: José Félix Victoriano Flores Guzmán
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 10 de junio de 2010
Ya en una ocasión anterior me había referido a la relación entre las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) emprendida para la creación del Sistema Nacional de Bachillerato (SNB), donde se privilegia el desarrollo de diversas competencias y una de ellas es el manejo adecuado de las TIC, sea para obtener información o para expresar ideas; Sin embargo, no creo haber agotado el tema y en este momento en que nos acercamos al fin de un ciclo escolar, quiero poner sobre la mesa el papel de las TIC en el desarrollo de diversas competencias, sin el afán de encumbrar a las mismas sobre todo conocimiento, pero sí como un medio muy factible para alcanzarlo.
De acuerdo a la Secretaría de Educación Pública, “Las competencias genéricas que conforman el perfil del egresado del SNB describen, fundamentalmente conocimientos, habilidades, actitudes y valores, indispensables en la formación de los sujetos … su dominio apunta a una autonomía creciente … en el ámbito del aprendizaje como de su actuación individual y social” permitiéndoles “comprender el mundo e influir en él”…“Otra de las características de las competencias genéricas es que son transversales: no se restringen a un campo específico del saber… su desarrollo no se limita a un campo disciplinar, asignatura o módulo de estudios”. Estableciéndose un espacio propicio para la implementación de las TIC en busca de facilitar el logro de competencias.
A partir de lo anterior queda establecida la interacción e interrelación de las competencias genéricas, donde una puede ser el insumo necesario para adquirir otra; además, no debemos de perder de vista la creencia de lo impersonal que aparenta el uso de las TIC. Los maestros debemos por un lado a desvanecer la concepción imprecisa de introversión, aislamiento, soledad, distancia y distracción que con lleva implícito el trabajo a través de la computadora y por el otro, a obtener de ella, la mayor de las aplicaciones o usos a favor del desarrollo o adquisición de diversas competencias y no ver su manejo como una competencia aislada. Sería un grave error encasillar la adquisición de esta competencia, en el simple manejo de paquetería o programa en particular, haciendo de lado su aporte como medio para adquirir, organizar, comparar, compartir, presentar e intercambiar productos, ideas y reflexiones.
El empleo de las TIC no se circunscribe a la parte técnica, manejo de información o adquisición de conocimientos; nos exige a los profesores, el impulso hacia los alumnos para que actúen con autonomía, responsabilidad y valores frente a la comprensión de la realidad de su entorno, reflexionando sus opiniones en busca de una sociedad más justa y equitativa para y con los demás. Es pues el manejo de las TIC, más que una simple competencia a desarrollar.
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 10 de junio de 2010
Ya en una ocasión anterior me había referido a la relación entre las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) emprendida para la creación del Sistema Nacional de Bachillerato (SNB), donde se privilegia el desarrollo de diversas competencias y una de ellas es el manejo adecuado de las TIC, sea para obtener información o para expresar ideas; Sin embargo, no creo haber agotado el tema y en este momento en que nos acercamos al fin de un ciclo escolar, quiero poner sobre la mesa el papel de las TIC en el desarrollo de diversas competencias, sin el afán de encumbrar a las mismas sobre todo conocimiento, pero sí como un medio muy factible para alcanzarlo.
De acuerdo a la Secretaría de Educación Pública, “Las competencias genéricas que conforman el perfil del egresado del SNB describen, fundamentalmente conocimientos, habilidades, actitudes y valores, indispensables en la formación de los sujetos … su dominio apunta a una autonomía creciente … en el ámbito del aprendizaje como de su actuación individual y social” permitiéndoles “comprender el mundo e influir en él”…“Otra de las características de las competencias genéricas es que son transversales: no se restringen a un campo específico del saber… su desarrollo no se limita a un campo disciplinar, asignatura o módulo de estudios”. Estableciéndose un espacio propicio para la implementación de las TIC en busca de facilitar el logro de competencias.
A partir de lo anterior queda establecida la interacción e interrelación de las competencias genéricas, donde una puede ser el insumo necesario para adquirir otra; además, no debemos de perder de vista la creencia de lo impersonal que aparenta el uso de las TIC. Los maestros debemos por un lado a desvanecer la concepción imprecisa de introversión, aislamiento, soledad, distancia y distracción que con lleva implícito el trabajo a través de la computadora y por el otro, a obtener de ella, la mayor de las aplicaciones o usos a favor del desarrollo o adquisición de diversas competencias y no ver su manejo como una competencia aislada. Sería un grave error encasillar la adquisición de esta competencia, en el simple manejo de paquetería o programa en particular, haciendo de lado su aporte como medio para adquirir, organizar, comparar, compartir, presentar e intercambiar productos, ideas y reflexiones.
El empleo de las TIC no se circunscribe a la parte técnica, manejo de información o adquisición de conocimientos; nos exige a los profesores, el impulso hacia los alumnos para que actúen con autonomía, responsabilidad y valores frente a la comprensión de la realidad de su entorno, reflexionando sus opiniones en busca de una sociedad más justa y equitativa para y con los demás. Es pues el manejo de las TIC, más que una simple competencia a desarrollar.
Responso por los infantes
Autora: Celine Armenta
Publicación: El Columnista, 09 de junio de 2010.
Las efemérides de nuestro país, a partir de este año, incluyen al 5 de junio como día de luto nacional por la muerte de los 49 pequeñitos de la guardería ABC. Apenas lo justo. Pero, estimado lector, yo quisiera ampliar el sentido de esta conmemoración anual. ¿Por qué no decretarlo luto nacional por todos nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes que mueren sin que nadie sea culpado ni castigado?
Incluir, por ejemplo a las niñas y niños muertos en la infame guerra contra el narco. ¿Acaso es menor la pérdida de los 16 adolescentes baleados a mitad de una fiesta el pasado 31 de enero en Ciudad Juárez, que la pérdida de los bebés de Hermosillo?
Este año, para el 23 de abril según cifras del senador Escobar y Vega, habían sido asesinados como consecuencia de la guerra anti delincuencia 97 menores de edad. De ellos, 75 tenían entre 15 y 17 años de edad; aquí se incluyen los chavitos de la fiesta de enero. Otras 14 víctimas tenían entre 11 y 14 años; cinco más tenían entre cinco y 10 años, y también se cuentan tres bebés menores de tres años.
Sumemos también a las niñas y adolescentes incluidas en las cifras de feminicidios de Ciudad Juárez y el resto del país.
Añadamos también a Paulette: niña, con discapacidad y apenas cuatro años de edad. La suya también es una muerte sin responsables. Otra vida arrebatada impunemente.
Mas no son todos. ¿Añadimos a las criaturas que viajan y mueren sin cinturón de seguridad, o sin asiento apropiado a su edad? ¿A los que mueren manipulando cohetes para las fiestas o sorteando autos en los cruces de nuestras ciudades? ¿A las y los adolescentes y jóvenes que fueron asesinados cuando comerciaban con su cuerpo, quizás como víctimas de explotación sexual?
Sumemos, sumemos.
Añadamos a las víctimas de las parejas que, desesperadas por tener descendencia, se someten a tratamientos hormonales y de otras índoles, que desembocan en partos múltiples de nenes poco viables. Bebés que mueren o que deben sobrellevar dolorosísimos tratamientos para satisfacer el deseo de sus padres y madres.
Sumemos a las y los jovencitos a quienes la intolerancia de papá y mamá, su silencio, su ignorancia o su propio dolor, los orillaron a suicidarse.
Y sumemos también a los bebés, niños, niñas y adolescentes que padecen enfermedades serias y son sometidos por sus madres y padres a seudo-tratamientos de embaucadores, que lejos de curarlos los llevan a la muerte. Sumémoslos también. Aquí mismo, en Puebla, hay suficientes representantes de curas dizque milagrosas para cánceres y padecimientos mortales, que engañan y matan.
¿Sumamos más? Este pasado fin de semana, en Val-de-Marne, cerca de París, una nena de 16 meses fue "olvidada" por su mamá en el auto familiar. El calor del mediodía y las ventanillas cerradas acabaron con su vida. ¿Hay casos similares en México? Claro que sí: incluyámoslos y sumemos a esos casos los de criaturas que caen en cisternas, los que se echan encima las ollas de agua hirviendo y las cazuelas con aceite.
Sumemos; tengamos a la mano los nombres de todos estos niños, porque cada 5 de junio dispondremos al menos de 24 horas para pensar en nuestra negligencia de adultos; en el dolor de todos y para nombrar en voz a cada uno de los niños muertos.
¿Olvido a muchos? Me temo que sí. Podríamos incluir a muchos que no mueren pero están siendo condenados a vidas enteras de carencias y penurias. ¿No tienes, estimado lector, un vecinito de seis o siete añitos que no va a la escuela? ¿No conoces alguna criatura que debe sufrir todo el día las vejaciones e insultos de un padre borracho? Es posible que sí lo tengas; es probable; casi es seguro que conoces al menos a una criatura víctima de una madre sumida en la desesperación, o de una pareja sometida a presiones económicas extenuantes.
Recuerdo con claridad a mi alumna preadolescente que, al volver de vacaciones participaba en la socialización de las mejores experiencias del verano. Sus compañeros habían narrado días en la playa o en la huerta de sus abuelos. Al llegar su turno dijo muy seria y tranquila: "Lo mejor de estas vacaciones fue que mi mamá se murió de una sobredosis". Todo el grupo calló; yo también. Conocíamos a la señora en cuestión, y comprendimos que había sido una liberación real.
Sumemos pues también a todas las niñas y niños que viven infiernos cotidianos. Que no mueren, pero son torturados física y psicológicamente a diario. Aquellos a quienes van dirigidos los insultos y crueles amenazas que entran por mi ventana mientras escribo estas líneas.
¿Seguimos sumando? Son muchísimos los niños y las niñas que cabrían en esta conmemoración anual. Y estoy segura de que a la mayoría ni siquiera los vemos sufrir. Eso es lo peor nuestra cultura ha creado el mito de la infancia feliz; un mito tan eficaz, que borra los recuerdos de nuestra propia infancia y nos ciega ante la infelicidad de nuestros niños.
Para sobrevivir como especie es una ventaja evolutiva creer que ser pequeño es ser feliz. Así, creemos honestamente que traer niños al mundo equivale hacerlos felices. Otra función de este mito es anestesiar a los papás y mamás, y en general a los adultos que tenemos nenes a nuestro cargo, ante el dolor, el malestar y el enojo que nosotros mismos causamos a los niños, incluso cuando los amamos mucho. Por supuesto, todo empeora cuando los papás no aman a sus nenes.
Muchos, muchísimos, no los aman. Otro mito dice que esto es imposible, pese a ser evidente. Pero eso es otro tema y no quiero mezclarlo con el de la infelicidad de los chiquitos.
Al creer el mito de que los niños son esencialmente felices, los adultos no nos sentimos culpables, y podemos cerrar los ojos ante la absoluta y desgarradora impotencia infantil. Los adultos no vemos su sufrimiento. ¿Reconocemos, por ejemplo, el dolor del abandono que sufre un nene o una nena al ser desplazado por la hermanita recién nacida? No lo vemos. Creemos absolutamente en el mito de la felicidad infantil, aunque el niño llore, patee y hasta deje de respirar a veces.
Los niños y las niñas deberían nacer cuando se les desea; cuando se han sopesado las consecuencias de su nacimiento; cuando se han previsto sus necesidades. Para ello debe asegurarse el control de la natalidad y la interrupción de embarazos no deseados. Luego, debe haber una red de servicios suficientes y de calidad, sin riesgos de incendios y masacres, para las madres y padres trabajadores. Y la educación debe ser de calidad, en todas y cada una de las escuelas. Y esto sólo para empezar.
Sea pues dolorosamente bienvenido el día de luto nacional. Cada año, al menos un día nos obligaremos a recordar que los niños y las niñas sufren y mueren por nuestra culpa, por nuestra complicidad o nuestro descuido; y que deben modificarse leyes y costumbres para poner alto a una barbarie incompatible con nuestra realidad y nuestro siglo; porque, como nos recordará cada año el calendario justo en el 5 de junio, lo que estamos cometiendo contra la infancia se llama matar; matar impunemente.
Publicación: El Columnista, 09 de junio de 2010.
Las efemérides de nuestro país, a partir de este año, incluyen al 5 de junio como día de luto nacional por la muerte de los 49 pequeñitos de la guardería ABC. Apenas lo justo. Pero, estimado lector, yo quisiera ampliar el sentido de esta conmemoración anual. ¿Por qué no decretarlo luto nacional por todos nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes que mueren sin que nadie sea culpado ni castigado?
Incluir, por ejemplo a las niñas y niños muertos en la infame guerra contra el narco. ¿Acaso es menor la pérdida de los 16 adolescentes baleados a mitad de una fiesta el pasado 31 de enero en Ciudad Juárez, que la pérdida de los bebés de Hermosillo?
Este año, para el 23 de abril según cifras del senador Escobar y Vega, habían sido asesinados como consecuencia de la guerra anti delincuencia 97 menores de edad. De ellos, 75 tenían entre 15 y 17 años de edad; aquí se incluyen los chavitos de la fiesta de enero. Otras 14 víctimas tenían entre 11 y 14 años; cinco más tenían entre cinco y 10 años, y también se cuentan tres bebés menores de tres años.
Sumemos también a las niñas y adolescentes incluidas en las cifras de feminicidios de Ciudad Juárez y el resto del país.
Añadamos también a Paulette: niña, con discapacidad y apenas cuatro años de edad. La suya también es una muerte sin responsables. Otra vida arrebatada impunemente.
Mas no son todos. ¿Añadimos a las criaturas que viajan y mueren sin cinturón de seguridad, o sin asiento apropiado a su edad? ¿A los que mueren manipulando cohetes para las fiestas o sorteando autos en los cruces de nuestras ciudades? ¿A las y los adolescentes y jóvenes que fueron asesinados cuando comerciaban con su cuerpo, quizás como víctimas de explotación sexual?
Sumemos, sumemos.
Añadamos a las víctimas de las parejas que, desesperadas por tener descendencia, se someten a tratamientos hormonales y de otras índoles, que desembocan en partos múltiples de nenes poco viables. Bebés que mueren o que deben sobrellevar dolorosísimos tratamientos para satisfacer el deseo de sus padres y madres.
Sumemos a las y los jovencitos a quienes la intolerancia de papá y mamá, su silencio, su ignorancia o su propio dolor, los orillaron a suicidarse.
Y sumemos también a los bebés, niños, niñas y adolescentes que padecen enfermedades serias y son sometidos por sus madres y padres a seudo-tratamientos de embaucadores, que lejos de curarlos los llevan a la muerte. Sumémoslos también. Aquí mismo, en Puebla, hay suficientes representantes de curas dizque milagrosas para cánceres y padecimientos mortales, que engañan y matan.
¿Sumamos más? Este pasado fin de semana, en Val-de-Marne, cerca de París, una nena de 16 meses fue "olvidada" por su mamá en el auto familiar. El calor del mediodía y las ventanillas cerradas acabaron con su vida. ¿Hay casos similares en México? Claro que sí: incluyámoslos y sumemos a esos casos los de criaturas que caen en cisternas, los que se echan encima las ollas de agua hirviendo y las cazuelas con aceite.
Sumemos; tengamos a la mano los nombres de todos estos niños, porque cada 5 de junio dispondremos al menos de 24 horas para pensar en nuestra negligencia de adultos; en el dolor de todos y para nombrar en voz a cada uno de los niños muertos.
¿Olvido a muchos? Me temo que sí. Podríamos incluir a muchos que no mueren pero están siendo condenados a vidas enteras de carencias y penurias. ¿No tienes, estimado lector, un vecinito de seis o siete añitos que no va a la escuela? ¿No conoces alguna criatura que debe sufrir todo el día las vejaciones e insultos de un padre borracho? Es posible que sí lo tengas; es probable; casi es seguro que conoces al menos a una criatura víctima de una madre sumida en la desesperación, o de una pareja sometida a presiones económicas extenuantes.
Recuerdo con claridad a mi alumna preadolescente que, al volver de vacaciones participaba en la socialización de las mejores experiencias del verano. Sus compañeros habían narrado días en la playa o en la huerta de sus abuelos. Al llegar su turno dijo muy seria y tranquila: "Lo mejor de estas vacaciones fue que mi mamá se murió de una sobredosis". Todo el grupo calló; yo también. Conocíamos a la señora en cuestión, y comprendimos que había sido una liberación real.
Sumemos pues también a todas las niñas y niños que viven infiernos cotidianos. Que no mueren, pero son torturados física y psicológicamente a diario. Aquellos a quienes van dirigidos los insultos y crueles amenazas que entran por mi ventana mientras escribo estas líneas.
¿Seguimos sumando? Son muchísimos los niños y las niñas que cabrían en esta conmemoración anual. Y estoy segura de que a la mayoría ni siquiera los vemos sufrir. Eso es lo peor nuestra cultura ha creado el mito de la infancia feliz; un mito tan eficaz, que borra los recuerdos de nuestra propia infancia y nos ciega ante la infelicidad de nuestros niños.
Para sobrevivir como especie es una ventaja evolutiva creer que ser pequeño es ser feliz. Así, creemos honestamente que traer niños al mundo equivale hacerlos felices. Otra función de este mito es anestesiar a los papás y mamás, y en general a los adultos que tenemos nenes a nuestro cargo, ante el dolor, el malestar y el enojo que nosotros mismos causamos a los niños, incluso cuando los amamos mucho. Por supuesto, todo empeora cuando los papás no aman a sus nenes.
Muchos, muchísimos, no los aman. Otro mito dice que esto es imposible, pese a ser evidente. Pero eso es otro tema y no quiero mezclarlo con el de la infelicidad de los chiquitos.
Al creer el mito de que los niños son esencialmente felices, los adultos no nos sentimos culpables, y podemos cerrar los ojos ante la absoluta y desgarradora impotencia infantil. Los adultos no vemos su sufrimiento. ¿Reconocemos, por ejemplo, el dolor del abandono que sufre un nene o una nena al ser desplazado por la hermanita recién nacida? No lo vemos. Creemos absolutamente en el mito de la felicidad infantil, aunque el niño llore, patee y hasta deje de respirar a veces.
Los niños y las niñas deberían nacer cuando se les desea; cuando se han sopesado las consecuencias de su nacimiento; cuando se han previsto sus necesidades. Para ello debe asegurarse el control de la natalidad y la interrupción de embarazos no deseados. Luego, debe haber una red de servicios suficientes y de calidad, sin riesgos de incendios y masacres, para las madres y padres trabajadores. Y la educación debe ser de calidad, en todas y cada una de las escuelas. Y esto sólo para empezar.
Sea pues dolorosamente bienvenido el día de luto nacional. Cada año, al menos un día nos obligaremos a recordar que los niños y las niñas sufren y mueren por nuestra culpa, por nuestra complicidad o nuestro descuido; y que deben modificarse leyes y costumbres para poner alto a una barbarie incompatible con nuestra realidad y nuestro siglo; porque, como nos recordará cada año el calendario justo en el 5 de junio, lo que estamos cometiendo contra la infancia se llama matar; matar impunemente.
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maltrato infantil
El campo como solución al problema de desnutrición y obesidad
Autora: Yossadara Franco Luna
Publicación: E-consulta, 10 de junio de 2010.
Hoy se habla de la obesidad y la desnutrición como grandes problemas alimentarios en el país, pero prácticamente se ha dejado de lado otro problema que es tanto o más fundamental, y que podría resolver los dos primeros: la pérdida de la soberanía alimentaria.
Las raciones de nutrientes de mayor valor biológico como carne, leche, huevo, pescado y frijol que ya de por sí antes de 1982 eran mínimas, hoy han sido severamente reducidas o han desaparecido completamente de las mesas de los hogares mexicanos, lo que ocasiona que una significativa proporción de niños presenten cuadros severos de desnutrición, aún si son obesos.
Como siempre, la historia puede dar luz para entender nuestros problemas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1947 y 1965, México asombró al mundo por su elevada tasa de crecimiento agrícola con una expansión media anual del 6.1% en términos del PIB. El llamado "milagro mexicano" significó una pródiga fuente de divisas que financiaron la importación de bienes de capital para el desarrollo industrial en las que más de la mitad de las exportaciones nacionales de mercancías provenía del campo. Éste satisfizo la creciente demanda interna de alimentos y proveyó las materias primas que requería un país en rápida industrialización y urbanización.
Pero con la reincorporación total de los países europeos y de Estados Unidos al mercado mundial, dejaron de ser necesarios los productos mexicanos en otras naciones, lo que desencadenó, a partir de 1966 hasta 1976, una crisis en la producción de alimentos. A lo anterior hay que añadir la creciente ola de corrupción al interior del gobierno, razón por la cual éste ya no pudo hacerle frente al conflicto económico que se estaba desencadenando. Ambas cuestiones causaron que el país perdiera su soberanía alimentaria y comenzara a depender de la producción extranjera de alimentos.
La dependencia alimentaria se convirtió así en un serio problema que ocupó un lugar relevante en el ámbito académico y político, y que dio lugar en 1980 a la creación del Sistema Alimentario Mexicano, pero el problema no se resolvió.
Vemos entonces que las causas de la dependencia alimentaria, derivada de la crisis agrícola, se pueden agrupar en tres grandes rubros. Primero, el gran rezago acumulado durante la larga recesión agrícola de 1966-1976. Segundo, la reducción del subsidio y crédito a este sector, que originó la producción de autoconsumo. Tercero, la demanda interna de estos productos, que creció en proporción superior a la oferta. Era urgente comprar en otros países lo que el nuestro necesitaba.
Todo ello dio lugar al aumento del consumo de productos de origen extranjero que, aunque más baratos por los altos subsidios inyectados en su país de origen, para las mayorías empobrecidas la factura siguió siendo cara, y razón por la que cada vez se redujeron más las posibilidades de nutrirse mejor. Es por ello que sigue siendo más barato comprar tortas y refrescos que comer sanamente.
A finales del mandato de Miguel de la Madrid, éste declaró públicamente que la soberanía alimentaria no radicaba en producir alimentos para un país sino más bien en tener la capacidad adquisitiva para comprarlos, pero ¿cómo hacerlo si seguimos sumergidos en una crisis económica de la que desde 1982 no hemos podido salir?
Dejar de depender de lo que producen otros países y proveernos de alimentos es tarea del campo acompañado por el Estado, el cual tiene que dar un paso decisivo en la planeación y ejecución de políticas públicas dirigidas a este sector porque el problema de la desnutrición y obesidad requiere más que regular tienditas escolares.
Pero mientras el gran paso se da, en educación hay que hablar no sólo de desnutridos y obesos sino de otra manera de vincularse con el campo, lo cual posibilitaría un nuevo tipo de desarrollo y la solución estructural a algunos de los grandes problemas nacionales. No hemos entendido que muchas de las dificultades de nuestro país, en realidad se han generado por la veneración al estéril asfalto y por no apostarle a la fertilidad del campo.
Publicación: E-consulta, 10 de junio de 2010.
Hoy se habla de la obesidad y la desnutrición como grandes problemas alimentarios en el país, pero prácticamente se ha dejado de lado otro problema que es tanto o más fundamental, y que podría resolver los dos primeros: la pérdida de la soberanía alimentaria.
Las raciones de nutrientes de mayor valor biológico como carne, leche, huevo, pescado y frijol que ya de por sí antes de 1982 eran mínimas, hoy han sido severamente reducidas o han desaparecido completamente de las mesas de los hogares mexicanos, lo que ocasiona que una significativa proporción de niños presenten cuadros severos de desnutrición, aún si son obesos.
Como siempre, la historia puede dar luz para entender nuestros problemas.
Tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1947 y 1965, México asombró al mundo por su elevada tasa de crecimiento agrícola con una expansión media anual del 6.1% en términos del PIB. El llamado "milagro mexicano" significó una pródiga fuente de divisas que financiaron la importación de bienes de capital para el desarrollo industrial en las que más de la mitad de las exportaciones nacionales de mercancías provenía del campo. Éste satisfizo la creciente demanda interna de alimentos y proveyó las materias primas que requería un país en rápida industrialización y urbanización.
Pero con la reincorporación total de los países europeos y de Estados Unidos al mercado mundial, dejaron de ser necesarios los productos mexicanos en otras naciones, lo que desencadenó, a partir de 1966 hasta 1976, una crisis en la producción de alimentos. A lo anterior hay que añadir la creciente ola de corrupción al interior del gobierno, razón por la cual éste ya no pudo hacerle frente al conflicto económico que se estaba desencadenando. Ambas cuestiones causaron que el país perdiera su soberanía alimentaria y comenzara a depender de la producción extranjera de alimentos.
La dependencia alimentaria se convirtió así en un serio problema que ocupó un lugar relevante en el ámbito académico y político, y que dio lugar en 1980 a la creación del Sistema Alimentario Mexicano, pero el problema no se resolvió.
Vemos entonces que las causas de la dependencia alimentaria, derivada de la crisis agrícola, se pueden agrupar en tres grandes rubros. Primero, el gran rezago acumulado durante la larga recesión agrícola de 1966-1976. Segundo, la reducción del subsidio y crédito a este sector, que originó la producción de autoconsumo. Tercero, la demanda interna de estos productos, que creció en proporción superior a la oferta. Era urgente comprar en otros países lo que el nuestro necesitaba.
Todo ello dio lugar al aumento del consumo de productos de origen extranjero que, aunque más baratos por los altos subsidios inyectados en su país de origen, para las mayorías empobrecidas la factura siguió siendo cara, y razón por la que cada vez se redujeron más las posibilidades de nutrirse mejor. Es por ello que sigue siendo más barato comprar tortas y refrescos que comer sanamente.
A finales del mandato de Miguel de la Madrid, éste declaró públicamente que la soberanía alimentaria no radicaba en producir alimentos para un país sino más bien en tener la capacidad adquisitiva para comprarlos, pero ¿cómo hacerlo si seguimos sumergidos en una crisis económica de la que desde 1982 no hemos podido salir?
Dejar de depender de lo que producen otros países y proveernos de alimentos es tarea del campo acompañado por el Estado, el cual tiene que dar un paso decisivo en la planeación y ejecución de políticas públicas dirigidas a este sector porque el problema de la desnutrición y obesidad requiere más que regular tienditas escolares.
Pero mientras el gran paso se da, en educación hay que hablar no sólo de desnutridos y obesos sino de otra manera de vincularse con el campo, lo cual posibilitaría un nuevo tipo de desarrollo y la solución estructural a algunos de los grandes problemas nacionales. No hemos entendido que muchas de las dificultades de nuestro país, en realidad se han generado por la veneración al estéril asfalto y por no apostarle a la fertilidad del campo.
domingo, junio 06, 2010
El pasado sigue tan presente
Autora: Yossadara Franco Luna
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 28 de mayo de 2010
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 28 de mayo de 2010
En las primeras décadas del siglo XX la situación de los campesinos no había sido objeto de interés para académicos ni para el Estado. Pasado el movimiento revolucionario y siguiendo el ideal de progreso y modernización de un país que se había quedado en el letargo se hizo necesario comprender sus formas de vida, sus costumbres y dinámicas, vistas como atrasadas, para tejer estrategias que apresuraran su “incorporación” a la vida nacional.
Bajo esta necesidad se creó en 1917 la Dirección de Antropología de la Secretaria de Agricultura; Manuel Gamio fue designado como director. Su tesis fundamental se centraba en afirmar que la gloria de la cultura indígena había quedado relegada al pasado precolonial, por lo que las pequeñas naciones dentro del país eran piedras que obstaculizaban el camino hacia la unidad nacional. Entonces, surgió un debate: ¿se tendría que hacer una incorporación absoluta de estas culturas a la mestiza o la incorporación tenía que ser relativa preservando algunos elementos? Gamio se inclinó por una incorporación total y el Estado caminó con dicha tesis durante poco más de cuatro décadas.
Para 1970 el campesinado volvió ser objeto de preocupación porque cayó la producción agrícola de alimentos hasta llegar a niveles de menos cero y el plus era que cada vez más se insertaba en la economía nacional un modo de producción capitalista que no integraba a los campesinos, quienes seguían siendo la mayoría en el país. Saber hacia dónde iba este sector recayó en una discusión que abordaron los campesinistas y los descampesinistas.
La versión descampesinista giraba en torno a que se tenía que dejar paso libre al despojo campesino sin interferir, porque hasta ese momento habían recibido medidas proteccionistas y románticas que no eran favorables para el desarrollo nacional. En contraposición, los campesinistas aseguraban que el Estado tenía la obligación y capacidad política para llevar a cabo programas que garantizaran un nivel de vida digno a los campesinos. Los descampesinistas ganaron la batalla.
Lo anterior explica dos cosas. A pesar de que el país cuenta con una larga historia construida sustancialmente por los campesinos, éstos siguen sin constituir un objeto de reflexión privilegiado con lo que se pierde la oportunidad para que se erijan como una fuerza motora que apunte al país hacia el desarrollo.
Por otro lado la falta de interés real en los campesinos explica por qué están enrolados en una compleja red de relaciones personalizadas con los líderes quienes confunden las concesiones del Estado como favores personales que se pagan con la fidelidad y la obediencia. Es por ello que han constituido una de las bases de apoyo político de los regímenes verdes y azules que no ha sido activo sino pasivo y desorganizado; que no ha sido explícito y orgánico sino factual y que se ha cristalizado ante todo en actos de manipulación. Por todo esto Warman asegura que han sido y seguirán siendo “los hijos predilectos del régimen”. El pasado sigue tan presente.
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Yossadara Franco Luna
Política ¿educativa?
Autora: Alejandra Alpuche Vélez
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 03 de junio de 2010
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, actualmente ha aumentado el número de personas obesas en el mundo, lo cual se debe principalmente a la tendencia al incremento de la ingesta de alimentos hipercalóricos, ricos en grasas y azúcares, acompañada de la disminución de la actividad física.
Esta situación también se ha agravado en México, y por ello recientemente, como resultado del Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria, se publicaron los “Lineamientos Generales para el expendio o distribución de alimentos y bebidas en los establecimientos de consumo escolar de los planteles de Educación Básica”, entre los cuales, además de establecer la justificación y normatividad sobre el fomento de una adecuada alimentación y actividad física, incluye un anexo con los alimentos y bebidas permitidas y no permitidas según los requerimientos nutrimentales de los niños en educación básica.
En éste podemos encontrar alimentos permitidos como: agua potable, leche descremada, frutas, ensaladas, quesadillas de queso panela, barras de frutas, cereales multigrano, etc.; en cuanto a los no permitidos están: refrescos, yogurt para beber, leche entera, preparaciones fritas (chilaquiles fritos), tamales, molletes, hamburguesas, hotcakes, frituras, pan dulce, helados, etc.
Ésta es la principal política en materia educativa para disminuir la obesidad, pero, ¿es la mejor estrategia cuando la modificación de los programas de estudio y el fortalecimiento a la actividad física son acciones vagamente definidas?, ¿realmente contribuirá a la reducción de la obesidad infantil cuando los padres de familia no están educados para ello?, ¿prohibir alimentos en las cooperativas escolares contribuye a la formación de hábitos?, ¿cuáles son las implicaciones económicas para las cooperativas?, ¿es ésta la mejor estrategia cuando fuera de la escuela esta política no se aplica?, bajo esta lógica ¿habría que cerrar diversos restaurantes de comida mexicana y comida rápida para disminuir la obesidad en México y/o el mundo?
Es necesario reflexionar en éstas y otras preguntas, ya que las soluciones sencillas a problemáticas complejas generalmente sólo desembocan en resultados superficiales: sólo prohibir alimentos dentro de la escuela, no implica que niños y adultos cambien sus hábitos alimenticios. Habría que pensar más a fondo y desarrollar una política fundamentalmente EDUCATIVA, que ataque a las causas de la obesidad, que responda a las características culturales y económicas de las escuelas mexicanas, que resida en un proceso educativo basado en el aprendizaje del por qué y cómo alimentarse adecuadamente, y que no sólo consista en una dieta obligatoria para niños.
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 03 de junio de 2010
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, actualmente ha aumentado el número de personas obesas en el mundo, lo cual se debe principalmente a la tendencia al incremento de la ingesta de alimentos hipercalóricos, ricos en grasas y azúcares, acompañada de la disminución de la actividad física.
Esta situación también se ha agravado en México, y por ello recientemente, como resultado del Acuerdo Nacional para la Salud Alimentaria, se publicaron los “Lineamientos Generales para el expendio o distribución de alimentos y bebidas en los establecimientos de consumo escolar de los planteles de Educación Básica”, entre los cuales, además de establecer la justificación y normatividad sobre el fomento de una adecuada alimentación y actividad física, incluye un anexo con los alimentos y bebidas permitidas y no permitidas según los requerimientos nutrimentales de los niños en educación básica.
En éste podemos encontrar alimentos permitidos como: agua potable, leche descremada, frutas, ensaladas, quesadillas de queso panela, barras de frutas, cereales multigrano, etc.; en cuanto a los no permitidos están: refrescos, yogurt para beber, leche entera, preparaciones fritas (chilaquiles fritos), tamales, molletes, hamburguesas, hotcakes, frituras, pan dulce, helados, etc.
Ésta es la principal política en materia educativa para disminuir la obesidad, pero, ¿es la mejor estrategia cuando la modificación de los programas de estudio y el fortalecimiento a la actividad física son acciones vagamente definidas?, ¿realmente contribuirá a la reducción de la obesidad infantil cuando los padres de familia no están educados para ello?, ¿prohibir alimentos en las cooperativas escolares contribuye a la formación de hábitos?, ¿cuáles son las implicaciones económicas para las cooperativas?, ¿es ésta la mejor estrategia cuando fuera de la escuela esta política no se aplica?, bajo esta lógica ¿habría que cerrar diversos restaurantes de comida mexicana y comida rápida para disminuir la obesidad en México y/o el mundo?
Es necesario reflexionar en éstas y otras preguntas, ya que las soluciones sencillas a problemáticas complejas generalmente sólo desembocan en resultados superficiales: sólo prohibir alimentos dentro de la escuela, no implica que niños y adultos cambien sus hábitos alimenticios. Habría que pensar más a fondo y desarrollar una política fundamentalmente EDUCATIVA, que ataque a las causas de la obesidad, que responda a las características culturales y económicas de las escuelas mexicanas, que resida en un proceso educativo basado en el aprendizaje del por qué y cómo alimentarse adecuadamente, y que no sólo consista en una dieta obligatoria para niños.
Educación y gratuidad
Autor: Martín López Calva
Publicación: La primera de Puebla, 31 de mayo de 2010
El mundo de hoy exige aprendizajes aplicables, útiles, prácticos. “No hay tiempo que perder en aprendizajes inútiles” en la escuela, parece ser la consigna de una sociedad marcada por un énfasis casi absoluto en la productividad, el mercado, la ganancia económica.
Sociedad del conocimiento llaman a este horizonte en que vivimos los seres humanos del principio del siglo XXI. Viendo este rasgo tan marcado de utilitarismo y eficientismo, parece que más bien tendríamos que hablar de sociedad del manejo práctico de información. En efecto, nos encontramos en un escenario en el que abunda la información aislada, de carácter instrumental, que debe ser asimilada y aplicada con la mínima mediación.
De este modo nos enfrentamos día a día a demandas sociales que exigen reformas curriculares que capaciten mejor a los educandos para resolver problemas prácticos y desarrollar habilidades y competencias que los hagan enfrentar los retos del mercado laboral y las necesidades de eficiencia y eficacia que pide el mundo global.
Este escenario ha ido generando un paulatino desplazamiento y minimización de las asignaturas de Humanidades en los planes de estudio y una sobredimensión a materias de tipo práctico o técnico. Recientemente se ha vivido en México por ejemplo, la polémica respecto al intento de desaparecer la Filosofía del currículo de la educación media superior. Cada vez más se habla de la necesidad de materias de computación, idiomas, administración, finanzas, etc. Los mismos estudiantes reclaman al profesor: “¿Esto que estamos aprendiendo, PARA QUÉ NOS VA A SERVIR?
Sin embargo, este mismo mundo nos presenta cada vez con mayor intensidad situaciones que hablan de la necesidad de una formación para la convivencia pacífica entre ciudadanos y naciones, para el respeto a la naturaleza, para la búsqueda de equidad y justicia, para la tolerancia y el respeto a la diversidad cultural y religiosa, etc.
La paradoja de este mundo en que vivimos se manifiesta en esta exigencia de enfatizar lo útil y lo práctico que se sobrepone simultáneamente a esta necesidad urgente de educar para un cambio de modelo civilizatorio, para una visión más sustentable de la organización social, para una preocupación ética genuina, para un compromiso social cada vez más apremiante.
¿Qué hacer como sociedad y como sistema educativo para enfrentar esta paradoja?
De alguna manera los grandes intelectuales de hoy nos plantean respuestas que pueden sonar contradictorias respecto al modelo dominante, contraculturales respecto al horizonte vigente, pero cada vez más pertinentes si miramos a la realidad con espíritu crítico a partir de los enormes problemas y de la profunda crisis en que se encuentra la humanidad contemporánea.
Edgar Morin, en su libro: “La mente bien ordenada” nos plantea la necesidad de que en la educación actual las humanidades “sean magnificadas y no sacrificadas” en aras de asignaturas técnicas o utilitarias. Bernard Lonergan en su obra magna: “Insight: Estudio sobe la comprensión humana” nos plantea la urgencia de formar personas que “sean profundamente prácticas, renunciando a lo que se considera que es lo práctico”, porque solamente el desarrollo de la inteligencia crítica y responsable –la que mira más allá de lo útil y de lo inmediato- puede salvar a la humanidad.
De manera que hace falta que los responsables de las reformas educativas,los directivos de las instituciones de formación de todos los niveles y los profesores que están trabajando día a día en la formación de los futuros ciudadanos, sean capaces de una reflexión seria sobre el papel del conocimiento “desinteresado” en la educación y recuperen espacios para la gratuidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Porque si bien el aprendizaje de cosas “útiles y prácticas” debe tener un lugar en la educación actual por las características de la sociedad de mercado en la que nos encontramos, también es cierto que el aprendizaje “gratuito”, el aprendizaje de lo que se considera “inútil” o poco “aplicable” en lo inmediato tiene un papel fundamental.
“Aprender lo paranada”, estudiar lo “inaplicable”, como la Filosofía, la Historia, la Literatura, la Poesía, es lo que puede dar a los estudiantes herramientas para poder “vivir para vivir”, más allá de la simple supervivencia económica: aprender a gozar de la vida, a dar vida y ayudar a vivir a otros, aprender, en fin, “en qué consiste ser humano”, en un entorno marcado por la complejidad y la incertidumbre.
Publicación: La primera de Puebla, 31 de mayo de 2010
El mundo de hoy exige aprendizajes aplicables, útiles, prácticos. “No hay tiempo que perder en aprendizajes inútiles” en la escuela, parece ser la consigna de una sociedad marcada por un énfasis casi absoluto en la productividad, el mercado, la ganancia económica.
Sociedad del conocimiento llaman a este horizonte en que vivimos los seres humanos del principio del siglo XXI. Viendo este rasgo tan marcado de utilitarismo y eficientismo, parece que más bien tendríamos que hablar de sociedad del manejo práctico de información. En efecto, nos encontramos en un escenario en el que abunda la información aislada, de carácter instrumental, que debe ser asimilada y aplicada con la mínima mediación.
De este modo nos enfrentamos día a día a demandas sociales que exigen reformas curriculares que capaciten mejor a los educandos para resolver problemas prácticos y desarrollar habilidades y competencias que los hagan enfrentar los retos del mercado laboral y las necesidades de eficiencia y eficacia que pide el mundo global.
Este escenario ha ido generando un paulatino desplazamiento y minimización de las asignaturas de Humanidades en los planes de estudio y una sobredimensión a materias de tipo práctico o técnico. Recientemente se ha vivido en México por ejemplo, la polémica respecto al intento de desaparecer la Filosofía del currículo de la educación media superior. Cada vez más se habla de la necesidad de materias de computación, idiomas, administración, finanzas, etc. Los mismos estudiantes reclaman al profesor: “¿Esto que estamos aprendiendo, PARA QUÉ NOS VA A SERVIR?
Sin embargo, este mismo mundo nos presenta cada vez con mayor intensidad situaciones que hablan de la necesidad de una formación para la convivencia pacífica entre ciudadanos y naciones, para el respeto a la naturaleza, para la búsqueda de equidad y justicia, para la tolerancia y el respeto a la diversidad cultural y religiosa, etc.
La paradoja de este mundo en que vivimos se manifiesta en esta exigencia de enfatizar lo útil y lo práctico que se sobrepone simultáneamente a esta necesidad urgente de educar para un cambio de modelo civilizatorio, para una visión más sustentable de la organización social, para una preocupación ética genuina, para un compromiso social cada vez más apremiante.
¿Qué hacer como sociedad y como sistema educativo para enfrentar esta paradoja?
De alguna manera los grandes intelectuales de hoy nos plantean respuestas que pueden sonar contradictorias respecto al modelo dominante, contraculturales respecto al horizonte vigente, pero cada vez más pertinentes si miramos a la realidad con espíritu crítico a partir de los enormes problemas y de la profunda crisis en que se encuentra la humanidad contemporánea.
Edgar Morin, en su libro: “La mente bien ordenada” nos plantea la necesidad de que en la educación actual las humanidades “sean magnificadas y no sacrificadas” en aras de asignaturas técnicas o utilitarias. Bernard Lonergan en su obra magna: “Insight: Estudio sobe la comprensión humana” nos plantea la urgencia de formar personas que “sean profundamente prácticas, renunciando a lo que se considera que es lo práctico”, porque solamente el desarrollo de la inteligencia crítica y responsable –la que mira más allá de lo útil y de lo inmediato- puede salvar a la humanidad.
De manera que hace falta que los responsables de las reformas educativas,los directivos de las instituciones de formación de todos los niveles y los profesores que están trabajando día a día en la formación de los futuros ciudadanos, sean capaces de una reflexión seria sobre el papel del conocimiento “desinteresado” en la educación y recuperen espacios para la gratuidad en el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Porque si bien el aprendizaje de cosas “útiles y prácticas” debe tener un lugar en la educación actual por las características de la sociedad de mercado en la que nos encontramos, también es cierto que el aprendizaje “gratuito”, el aprendizaje de lo que se considera “inútil” o poco “aplicable” en lo inmediato tiene un papel fundamental.
“Aprender lo paranada”, estudiar lo “inaplicable”, como la Filosofía, la Historia, la Literatura, la Poesía, es lo que puede dar a los estudiantes herramientas para poder “vivir para vivir”, más allá de la simple supervivencia económica: aprender a gozar de la vida, a dar vida y ayudar a vivir a otros, aprender, en fin, “en qué consiste ser humano”, en un entorno marcado por la complejidad y la incertidumbre.
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Martín López Calva
La educación y el placer de aprender
Autor: Martín López Calva
Publicación: Puebla on line, 01 de junio de 2010
Comparto contigo, amable lector, una anécdota que acaba de ocurrirme a propósito del término del período académico en la universidad. Sucedió en el marco de un curso de "Filosofía de la Educación" que tuve la oportunidad de impartir a un grupo de estudiantes de la licenciatura en Procesos educativos.
Como actividad de síntesis y conclusión del curso, encargué a mis estudiantes un ensayo en el que eligieran a un filósofo que les resultara particularmente significativo entre los que habíamos estudiado y que desarrollaran un concepto relevante de este autor, planteando qué podría aportar para mejorar la educación en nuestro país, en cualquier nivel y modalidad que escogieran libremente.
Pocos días antes de la entrega del ensayo, cuando ya habíamos revisado el planteamiento general y la estructura del trabajo y estaban dedicándose a la redacción, tuve un intercambio con una alumna a través de "facebook". Ella puso un comentario en su "Muro" acerca del ensayo y de que estaba agobiada porque de momento se había agotado "su inspiración". Yo le contesté animándola, aconsejando que tomara un descanso y que una vez despejada regresara al texto con lo que podría ser más productivo su esfuerzo. Me respondió agradeciendo el consejo y me dijo: "Sí. Eso haré. Quiero hacer muy bien mi ensayo final para que me pongas diez".
Esta respuesta me llamó mucho la atención. Le contesté más o menos con estas palabras: "Te aconsejo que trates de hacer muy bien tu ensayo, por el gusto de hacerlo bien…la calificación solamente será una consecuencia".
Resulta significativo para mí reflexionar a partir de este hecho real, que seguramente le ha ocurrido a muchos profesores con muchos estudiantes -la constatación de que el proceso de enseñanza-aprendizaje se vuelve una especie de transacción comercial en la que el alumno se esfuerza con la motivación esencial de obtener una calificación alta a cambio- sobre un elemento importantísimo que desde mi punto de vista ha ido perdiendo importancia y prácticamente desapareciendo del escenario de las aulas: el placer de aprender.
Contrasto la anécdota de esta alumna universitaria con un diálogo que tuve con mi hija de ocho años en un viaje que realizamos y que transcribí en una entrada de mi blog : "…A propósito de los paisajes, venimos platicando cosas y ella me ha comentado ya dos veces que esos pájaros enormes y negros que surcan el cielo "parecen de papel" porque sus alas se ven súper delgadas, casi transparentes en vuelo. De pronto me dice: "¿Sabías que hay un tipo de pájaros que pueden volar por el espacio, más arriba de toda la tierra durante tres años seguidos, sin descansar? Así, volando todo el tiempo a pesar de que pesan muchísimo y son muy grandes…durante TRRRREEEESSSS años seguidos". ¡Qué interesante está esto! Realmente no lo sabía, le respondo realmente interesado por su manera de contarme la historia que me dice, vio en "Discovery channel" …De pronto, emocionada realmente, con una voz que refleja la pasión por conocer de la que yo hablo tanto pero solamente desde la teoría me dice: "Es que hay cosas en la naturaleza, que hasta te dan ganas de llorar porque dices: ¿Cómo puede ser posible esto?".
¿En qué momento se obstruye o bloquea esta pasión por aprender, esta capacidad de asombro que tenemos desde pequeños y se cambia por un interés meramente pragmático en una calificación? ¿Por qué la escuela, en lugar de sustentar su quehacer cotidiano en este motor de aprendizaje que es el "deseo desinteresado de conocer" de los educandos, se funda en la dinámica conductista de premio-castigo? ¿Cómo vamos los docentes matando este interés por aprender y convirtiendo el espacio potencialmente apasionante del aula en un espacio de intercambio de trabajos por calificaciones?
En estos tiempos de reformas educativas que tanto enfatizan la necesidad de desarrollar competencias en los estudiantes, de hacer el aprendizaje significativo, de cambiar el paradigma para centrar la educación en el alumno y en el aprendizaje, creo que es fundamental que los docentes y aún los padres de familia -educadores no formales fundamentales- nos preguntemos cómo recuperar la gratuidad del proceso de aprendizaje, cómo revivir o no dejar que se bloquee este placer por aprender que es parte fundamental de nuestro ser sujetos humanos.
Publicación: Puebla on line, 01 de junio de 2010
"Aprender sin programa,
Con errante pasión…
Aprender lo dispar; lo paranada…"
Sebastiano Masó. (Autodidacta)
Como actividad de síntesis y conclusión del curso, encargué a mis estudiantes un ensayo en el que eligieran a un filósofo que les resultara particularmente significativo entre los que habíamos estudiado y que desarrollaran un concepto relevante de este autor, planteando qué podría aportar para mejorar la educación en nuestro país, en cualquier nivel y modalidad que escogieran libremente.
Pocos días antes de la entrega del ensayo, cuando ya habíamos revisado el planteamiento general y la estructura del trabajo y estaban dedicándose a la redacción, tuve un intercambio con una alumna a través de "facebook". Ella puso un comentario en su "Muro" acerca del ensayo y de que estaba agobiada porque de momento se había agotado "su inspiración". Yo le contesté animándola, aconsejando que tomara un descanso y que una vez despejada regresara al texto con lo que podría ser más productivo su esfuerzo. Me respondió agradeciendo el consejo y me dijo: "Sí. Eso haré. Quiero hacer muy bien mi ensayo final para que me pongas diez".
Esta respuesta me llamó mucho la atención. Le contesté más o menos con estas palabras: "Te aconsejo que trates de hacer muy bien tu ensayo, por el gusto de hacerlo bien…la calificación solamente será una consecuencia".
Resulta significativo para mí reflexionar a partir de este hecho real, que seguramente le ha ocurrido a muchos profesores con muchos estudiantes -la constatación de que el proceso de enseñanza-aprendizaje se vuelve una especie de transacción comercial en la que el alumno se esfuerza con la motivación esencial de obtener una calificación alta a cambio- sobre un elemento importantísimo que desde mi punto de vista ha ido perdiendo importancia y prácticamente desapareciendo del escenario de las aulas: el placer de aprender.
Contrasto la anécdota de esta alumna universitaria con un diálogo que tuve con mi hija de ocho años en un viaje que realizamos y que transcribí en una entrada de mi blog : "…A propósito de los paisajes, venimos platicando cosas y ella me ha comentado ya dos veces que esos pájaros enormes y negros que surcan el cielo "parecen de papel" porque sus alas se ven súper delgadas, casi transparentes en vuelo. De pronto me dice: "¿Sabías que hay un tipo de pájaros que pueden volar por el espacio, más arriba de toda la tierra durante tres años seguidos, sin descansar? Así, volando todo el tiempo a pesar de que pesan muchísimo y son muy grandes…durante TRRRREEEESSSS años seguidos". ¡Qué interesante está esto! Realmente no lo sabía, le respondo realmente interesado por su manera de contarme la historia que me dice, vio en "Discovery channel" …De pronto, emocionada realmente, con una voz que refleja la pasión por conocer de la que yo hablo tanto pero solamente desde la teoría me dice: "Es que hay cosas en la naturaleza, que hasta te dan ganas de llorar porque dices: ¿Cómo puede ser posible esto?".
¿En qué momento se obstruye o bloquea esta pasión por aprender, esta capacidad de asombro que tenemos desde pequeños y se cambia por un interés meramente pragmático en una calificación? ¿Por qué la escuela, en lugar de sustentar su quehacer cotidiano en este motor de aprendizaje que es el "deseo desinteresado de conocer" de los educandos, se funda en la dinámica conductista de premio-castigo? ¿Cómo vamos los docentes matando este interés por aprender y convirtiendo el espacio potencialmente apasionante del aula en un espacio de intercambio de trabajos por calificaciones?
En estos tiempos de reformas educativas que tanto enfatizan la necesidad de desarrollar competencias en los estudiantes, de hacer el aprendizaje significativo, de cambiar el paradigma para centrar la educación en el alumno y en el aprendizaje, creo que es fundamental que los docentes y aún los padres de familia -educadores no formales fundamentales- nos preguntemos cómo recuperar la gratuidad del proceso de aprendizaje, cómo revivir o no dejar que se bloquee este placer por aprender que es parte fundamental de nuestro ser sujetos humanos.
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¿Participación ciudadana o zanahoria electorera?
Autor: Mauricio López Figueroa
Publicación: Síntesis, Puebla, 02 de junio de 2010
Somos ciudadanos, y es imperativo para nuestro país que lo entendamos, lo valoremos y lo asumamos.
Las democracias modernas se caracterizan no por ser perfectas, la noción misma de democracia se basa en la imposibilidad de gestar una estructura social perfecta porque somos diferentes y porque existen diversidad de intereses y búsquedas. La diversidad lejos de ser un problema es una característica de la convivencia que la amplía y la hace auténticamente relevante, pues encontrar el propio camino y construir una vida productiva y con sentido exige reconocer, respetar, y fomentar el derecho de todos a su diferencia siempre en un marco de igualdad. Y vivir la diferencia requiere también reconocer la tensión y a veces el conflicto que ésta implica, por eso la necesidad del diálogo y del acuerdo.
En este sentido la democracia NO es votar, ésta es la mínima expresión del poder popular. La democracia supone la afirmación de la responsabilidad compartida en la construcción de esa estructura para la convivencia, el diálogo y el acuerdo. Es responsabilidad del gobernado en primer lugar contribuir desde su acción cotidiana al desarrollo de una sociedad siempre en proceso democrático, y la primera exigencia ciudadana es la participación.
Los gobiernos realmente democráticos deberían, entre muchas otras cosas, ejercer su poder como un medio para organizar, " promover y ofrecer canales de participación ciudadana, una participación que gradualmente capacite ciudadanos informados, organizados y comprometidos para trabajar, desde sus distintas trincheras e intereses, por el bien común en sus contextos locales.
Pero desgraciadamente en nuestras sociedades mexicanas el poder gubernamental no es un medio sino un fin, y por esa razón la propaganda política siempre pone el énfasis en lo que los partidos "le van a dar" a los ciudadanos, lo que les van a regalar como "premio" a su fidelidad...
Publicación: Síntesis, Puebla, 02 de junio de 2010
Somos ciudadanos, y es imperativo para nuestro país que lo entendamos, lo valoremos y lo asumamos.
Las democracias modernas se caracterizan no por ser perfectas, la noción misma de democracia se basa en la imposibilidad de gestar una estructura social perfecta porque somos diferentes y porque existen diversidad de intereses y búsquedas. La diversidad lejos de ser un problema es una característica de la convivencia que la amplía y la hace auténticamente relevante, pues encontrar el propio camino y construir una vida productiva y con sentido exige reconocer, respetar, y fomentar el derecho de todos a su diferencia siempre en un marco de igualdad. Y vivir la diferencia requiere también reconocer la tensión y a veces el conflicto que ésta implica, por eso la necesidad del diálogo y del acuerdo.
En este sentido la democracia NO es votar, ésta es la mínima expresión del poder popular. La democracia supone la afirmación de la responsabilidad compartida en la construcción de esa estructura para la convivencia, el diálogo y el acuerdo. Es responsabilidad del gobernado en primer lugar contribuir desde su acción cotidiana al desarrollo de una sociedad siempre en proceso democrático, y la primera exigencia ciudadana es la participación.
Los gobiernos realmente democráticos deberían, entre muchas otras cosas, ejercer su poder como un medio para organizar, " promover y ofrecer canales de participación ciudadana, una participación que gradualmente capacite ciudadanos informados, organizados y comprometidos para trabajar, desde sus distintas trincheras e intereses, por el bien común en sus contextos locales.
Pero desgraciadamente en nuestras sociedades mexicanas el poder gubernamental no es un medio sino un fin, y por esa razón la propaganda política siempre pone el énfasis en lo que los partidos "le van a dar" a los ciudadanos, lo que les van a regalar como "premio" a su fidelidad...
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