Autora: Dra. Celine Armenta
Publicación: e-consulta.com.mx, 8 de agosto 2006
Son miles, varios miles y diferentes, las actividades profesionales que realizamos los seres humanos. Basta mirar a nuestro alrededor para confirmarlo. Y aunque, en principio, estas actividades requieren una formación universitaria específica, la verdad es que en todo nuestro planeta se ofrecen sólo varias docenas de carreras diferentes. No más.
Las universidades han flexibilizado sus planes de estudio de las licenciaturas, y se preocupan por que sus estudiantes aprendan a aprender, y cobren conciencia de que deberán aprender al salir de las aulas. Pero la necesidad y responsabilidad de aprender a lo largo de toda la vida recae en cada profesional, y seguramente así será durante muchos años, ya que no es posible que las instituciones ofrezcan los miles de carreras que demanda un mundo laboral en constante expansión e impensable diversificación. Además, en nuestro mundo moderno, es común que cada sujeto cambie literalmente de profesión al menos tres veces en su vida laboral. Y con frecuencia debe cambiar sobre la marcha; asumir responsabilidades y simultáneamente aprender a desempeñarlas.
Ante este panorama, los posgrados cumplen una función crucial. Se cursan al inicio o mitad de la vida profesional; o incluso tras la jubilación, para afinar conocimientos, o para cambiar de profesión; para ahondar en lo que se sabe, para aprender a enseñarlo, o para generar conocimientos nuevos.
La ventaja de los posgrados sobre las licenciaturas es que, ellos sí pueden tomar miles de formas diferentes. Los hay especializantes y ampliadores de horizontes; algunos se diseñan para recibir egresados de cualquier carrera, y otros sólo admiten a miembros de un mismo gremio. Los hay cortos y largos, de investigación y de entrenamiento supervisado; totalmente teóricos o por el contrario enteramente prácticos. En nuestra misma ciudad, la diversidad es enorme.
Ahora bien, esta rica diversidad obliga a quien quiera estudiar un posgrado, a tomar muchas decisiones. Deberá discernir si lo que quiere es mejorar sus ingresos, modificar su perfil profesional, ampliar sus horizontes de conocimiento, aumentar sus posibilidades de gozar la vida, dejar huella en la historia, crecer intelectual y espiritualmente, o cualquier mezcla de estos u otros objetivos. Cada quien, de acuerdo a sus circunstancias y sus valores deberá plantearse un futuro, y elegir de entre la vasta oferta de posgrados, los temas, contenidos y tipos de posgrado que más se adapten a este futuro.
Además, junto con la elección del tema y orientación del posgrado que se desea cursar, hay que cuidar la calidad del posgrado. Y a este respecto hay recomendaciones claras.
Puebla es una ciudad universitaria con muy buenos posgrados en muchas instituciones; pero también hay programas deficientes e incluso algunos fraudulentos. ¿Cómo elegir lo mejor?
Por principio de cuentas, y a menos que alguien desee estudiar por el puro placer de aprender sin importar los títulos, hay que asegurarse de que el posgrado tenga validez oficial. Enseguida hay que verificar que cuenten con una planta docente óptima; como en el resto de la educación, el docente es parte medular de la calidad de un programa. Luego hay que mirar las instalaciones, equipamiento y recursos bibliohemerográficos. Las universidades serias, sean grandes o pequeñas, suelen permitir que el estudiante potencial conozca de cerca el posgrado: que asista a una clase u otra actividad escolar, que platique con docentes y alumnos, o presencie algún examen de titulación.
Ante tantas decisiones, conviene tomarse el tiempo necesario. Este es el momento de decidirse a estudiar un posgrado en 2007, para empezar enseguida la búsqueda de lo que mejor se adapta a las propias metas.
Finalmente, hay varios errores que deben evitarse. Uno de ellos consiste en elegir un programa con beca en efectivo, por encima de un programa que satisfaga las propias aspiraciones. Si el contenido, tipo y orientación del programa no coincide con las metas del estudiante, la beca sólo empeorará la insatisfacción, aumentará presión y acelerará el fracaso. Hay excelentes programas que no están en el Padrón Nacional de Posgrado (PNP); intrínsecamente, no estar en dicho padrón no dice nada de la calidad de un posgrado; la enorme variedad y diversidad de los programas rebasa las posibilidades de registro en el PNP. Hay muchos otros tipos de acreditación y aseguramiento de la calidad de los programas, de sus académicos, y del impacto y satisfacción de sus egresados; y estos elementos suelen estar disponibles para quien lo solicite.
En fin, no hay manera sencilla de construir nuestro propio futuro, y de asegurar que será satisfactorio; pero nuestra ciudad ofrece suficientes buenos programas para nuestra diversidad, y la complejidad contemporánea parece asegurar mejores oportunidades a quienes más avanzan académicamente, a sus comunidades y a sus países. Todo aquel que pueda, debería hacer un posgrado.
1 comentario:
Muy interesante artículo. Considero que la ampliación y actualización de conocimientos es la manera más eficaz de conseguir un ascenso y, de esta manera, adquirir una mejor calidad de vida a partir de mayores ingresos independientemente de la labor que se realice.
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