Autor: Martín López Calva
Publicación: Síntesis, 26 octubre 2006
“Enseñar es mayoritariamente escuchar y
aprender es mayoritariamente hablar”.
Deborah Meier.
El título de este artículo está tomado de un libro publicado por el pedagogo estadounidense Alfie Kohn en el año 2000.
Aunque el libro está escrito desde la experiencia y el debate pedagógico de los Estados Unidos, nos revela que los problemas educativos que se viven en este cambio de época son bastante similares a los que estamos enfrentando en nuestro país y en muchos otros países del mundo.
El texto parte de la argumentación sobre el fracaso educativo que se está viviendo en el país más poderoso y “más desarrollado” del planeta. Ante un panorama educativo que no está mostrando resultados satisfactorios para las expectativas de la sociedad norteamericana, la tendencia social, respaldada por muchos pedagogos de la línea tradicional está siendo el reclamo por estándares más estrictos en todos los rubros del sistema educativo.
El autor plantea una postura que contrapone esta búsqueda de estándares más rígidos a la búsqueda de una mejor educación, sosteniendo que el endurecimiento de los parámetros de evaluación no solamente no lleva al mejoramiento educativo sino que resulta contraproducente desde su planteamiento.
Según Kohn, la educación estadounidense está obteniendo una motivación errónea en los estudiantes por sobreestimar los logros, está logrando una enseñanza y un aprendizaje erróneos por seguir centrando el proceso en el paradigma tradicional en que el profesor habla y el alumno escucha y memoriza, está obteniendo procesos de evaluación también erróneos por centrarse casi exclusivamente en pruebas estandarizadas, está logrando reformas escolares incorrectas por centrar este proceso en una “arrogancia” de la coerción de “arriba hacia abajo” y en síntesis, está obteniendo un mejoramiento erróneo al confundir “más duro” con “mejor”.
La solución al reto del mejoramiento de la educación está, según el autor, en centrar los esfuerzos del cambio en todos los niveles en “el amor al aprendizaje”.
Está solución inicia sin duda en lo que señala Meier, que son rasgos que implican una revolución “copernicana” en el planteamiento de lo que sucede en las aulas y del modo en que se hacen las reformas curriculares y escolares en los Estados Unidos, y creo yo, también en nuestros países latinoamericanos. En efecto, el paradigma establecido se sustenta en una ley no escrita que dicta que enseñar es hablar y aprender es escuchar. En la mayoría de las escuelas, todas las mañanas se realiza un ritual en el que los profesores hablan y los estudiantes escuchan sin replicar. Entre más y mejor hable un profesor, se considera un mejor profesor y entre más y mejor escuche y memorice un alumno se le considera un mejor alumno.
El planteamiento de Meier que aparece como epígrafe de este artículo está señalando justamente lo contrario: enseñar es escuchar y aprender es hablar. Entre más y mejor escuche un profesor a sus estudiantes, entre más y mejor oriente y encauce su “amor por aprender”, será un mejor profesor. Entre más y mejor “hable” (se exprese, diga su palabra) el alumno, entre más desarrolle y potencie su “amor por aprender”, será un mejor estudiante.
Si se logra este cambio fundamental, que desde luego no implica que el docente pierda su papel como profesional de la enseñanza, sino que requiere que este papel se desarrolle a partir de la visión de que enseñar no es hablar sino promover y propiciar el aprendizaje, se podrá sin duda ir avanzando hacia una mejor educación y no solamente hacia una más rígida medición de productos de la instrucción.
Lo anterior implicará sin duda un cambio en la forma de motivar a los estudiantes que serán capaces de trabajar por el “amor al aprendizaje” y el placer que el aprender produce en ellos mas que por los premios o reconocimientos que obtengan por sus pequeños logros académicos; un cambio en el modo de evaluar que será –sin excluir algunas pruebas estandarizadas- un proceso centrado en la valoración del desarrollo de los estudiantes y no en la medición de la información que han memorizado; un cambio en los procesos de reforma escolar que se hará tomando mucho más en cuenta los intereses, los procesos, las necesidades de los estudiantes y haciendo coincidir el proceso de “arriba hacia abajo” con procesos de “abajo hacia arriba” que partan de la realidad de las aulas.
Un cambio así requiere de la participación de estudiantes comprometidos, padres de familia que asuman su co-responsabilidad en la educación de sus hijos y autoridades educativas con visión de transformación. Esto significa sin duda la necesidad de una cooperación activa, de todo un movimiento, “un movimiento para demandar las escuelas que nuestros niños merecen”.
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