Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicación: La jornada de Oriente, 18, Octubre, 2006.
Pocas horas antes de escribir este texto esperaba a las puertas del siempre imponente Palacio de las Bellas Artes, en esta ocasión engalanado para recibir a los participantes en la VII entrega del Caracol de Plata, el galardón que se entrega a lo mejor de los mensajes de beneficio social en Iberoamérica, esos que familiarizan al público con grandes causas y que no tienen fines de lucro.
--¡Hola, qué sorpresa encontrarte por aquí! -- me saludó una amiga, que llegaba a la gala con 16 alumnos suyos universitarios.
- ¡Qué bueno que te veo! --continuó-- ¿Te animarías a ir a conversar con mis alumnos sobre el humanismo?
-- ¿Y eso? --inquirí
-- Como que a veces piensan que ser humanistas es sacar buena calificación "nomás de puros cuates" y esa visión como que no me convence –señalaba mi también colega universitaria.
Quedamos de ponernos de acuerdo... Y yo de paso me quedé un tanto agobiado: ¡¡¡hablar de humanismo a frívolos alumnos de mercadotecnia (o de cualquier carrera que no fuera filosofía o esas cosas extrañas)!!!
No era ciertamente momento para angustias existenciales y cosas de esas con las cuales los profesores de asignaturas humanistas nos torturamos y torturamos a nuestros estudiantes. Estábamos para ver trabajos publicitarios, y esa, al parecer, era otra historia.
Comenzó la entrega. Ante los ojos de quienes estábamos allí presentes desfilaron producciones universitarias en cartel y video en pro de la erradicación de la pobreza. El Caracol en esta última categoría se lo llevó un excelente trabajo de muchachos peruanos que nos mostraron con delicadeza la cruda vida de los niños del arrabal.
En las "ligas mayores" de los mensajes de beneficio social atestiguamos las propuestas de los creativos de lo más granado de las agencias de publicidad de España, Portugal y toda Latinoamérica.
Disfrutamos y nos conmovimos con trabajos para televisión, espectaculares de los que encontramos en la vía pública, impactantes construcciones en audio para radio.
Eran productos de una página para medios impresos, de 20 segundos de imagen u otro tanto de audio para radio y televisión: breves en tamaño o duración, pero trascendentes en nuestro ánimo.
Nos acercaron brutalmente a los temas que en nuestra vida requieren que los ciudadanos hagamos algo y que en la rutina del día a día dejamos de lado: el secuestro, la drogadicción, la seguridad pública, el cáncer de mama, el enfisema pulmonar, la bajísima escolaridad de muchas y muchos en nuestros países, vih, discriminación...
Me sorprendió alguna de las declaraciones de los creativos: “nuestra misión es transformar la imagen de nuestro cliente y lograr la venta que requiere; pero cuando lo que hacemos cambia la vida de una persona (el subrayado es mío) todo, todo nuestro esfuerzo adquiere otro sentido”. Eso es lo que pasa cuando se juntan los esfuerzos profesionales de las organizaciones como la Cruz Roja, la UNICEF, o las fundaciones creadas por empresas o la ciudadanía y las agencias de publicidad.
En el mensaje que dirigió Manuel Arango, fundador de la asociación que entrega los caracoles, señalaba: intentemos que las empresas inviertan el 2% de lo que presupuestan para publicidad en mensajes de beneficio social y seguramente podremos ir logrando que unos tal vez no tomen esa bebida o usen el cinturón de seguridad o rehabiliten su dependencia y que otros compartan de lo que son, saben o tienen para hacer más viable nuestra sociedad… Y vamos dando pasos hacia esa gran meta.
Al final de la ceremonia salí menos agobiado frente a la charla que había comprometido minutos antes para “hablar de humanismo a los alumnos”. El humanismo no es un cliché o una visión fantasiosa de la realidad, sino la creación de posibilidades para que seamos dignamente humanos, paso a paso.
La publicidad con beneficio social, el trabajo profesional de miles y miles de voluntarios en el país comprometidos con diversas causas, la forma en la que quienes dirigimos organizaciones nos relacionamos con nuestro personal, la manera en que organizamos la voluntad y la creatividad para fundar nuestros propios trabajos son pequeños pasos que van creando posibilidades para que tengamos un mundo más incluyente, mejor repartido, más solidario; un lugar para ser libres y poder caminar un poco más con la frente en alto.
Creo que ahora tengo oportunidad de charlar con los estudiantes y con cosas muy concretas mostrar que el humanismo no es algo de puros cuates ni el “cachondeo de la buena onda”… Es un compromiso humilde y contundente para que las personas podamos crecer en autonomía en forma social y materialmente sustentable. Eso requiere un corazón que lata muy humanamente en carne viva, sentimientos bien dispuestos, pero también la seriedad y profesionalidad que permiten ciertos logros efectivos en la creación de mejores condiciones de vida; claro: con pasos pequeños para grandes distancias.
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