Autor: Dr. Frank Loveland
Publicación: La jornada de oriente, 25 enero 2007
Todos los mexicanos fuimos testigos de la histeria que se apoderó de nuestro sistema político durante las campañas electorales y aún antes. Primero el ridículo espectáculo del intento de desafuero a López Obrador, cuya “legalidad” se discutió sólo en México. Así como sólo los norteamericanos discuten entre ellos si la invasión de Irak estuvo bien o no, mientras para el resto del mundo se trató de un acto arbitrario, así el New York Times comentaba por aquellos tiempos que si se destituyera a los alcaldes de las grandes ciudades por las razones dadas en el caso Obrador, todos los alcaldes de todas las grandes ciudades del mundo serían destituidos cien veces al día.
Y luego vino lo que ya sabemos. Dicen que los mexicanos nos creímos, o nos convencieron, de que efectivamente estaba por llegar a la presidencia el hombre más peligroso jamás visto, y que recuperamos la razón las últimas semanas de campaña y decidimos ponerle un alto. Bueno, todo parece indicar que casi recuperamos la razón y que hubo que realizar pequeños ajustes. Pero como dijo el ilustre Tribunal Electoral, qué tanto es tantito.
Uno pensaría que la sola histeria de los grupos más despreciados por la población en general –políticos y agrupaciones empresariales-, bastaría para decidirse por “el peligroso” retador, miembro de la misma clase política, sobre todo cuando, increíblemente, no lo pudieron acusar de nada que valiera la pena. Imagínese usted que, en vez del “peje”, nuestro gobernador su hubiera decidido por pasarse a la oposición y ser nuestro rayito de esperanza. En menos de una semana, la ley y la legalidad hubieran retornado a Puebla: acusaciones bien documentadas, testimonios, videos, grabaciones, complicidades... y en cambio, al señor López, como gustaban llamarlo políticos y periodistas respetuosos de la prosapia en apellidos (para los “López”, el metro, para los “Carstens”, helicópteros su señoría), lo acusaron de construir una calle donde no. Escéptico que soy, no quisiera pensar que López Obrador era el último político honesto que nos quedaba, pero en todo caso, tuvo una magnífica estrategia de “outsourcing” la corrupción a otros.
Sin embargo, hay que admitir que buena parte de la población, fraude o no, votó por Calderón. Y como recordaba el diario Página 12 de Argentina cuando la muerte del general, Pinochet gobernó con el apoyo de casi un tercio de la población a lo largo de sus nefastos años de dictadura. No sé si eso es inexplicable, o más bien descorazonador. ¿Por qué el ser humano desea su propia represión y la de los demás?
Y ahora el peligro para México se concretó. Y como decía un personaje del escritor brasileño Machado de Assis, allá por el siglo XIX, “Para el vencedor, las papas”. Y para los vencidos, la PFP vigilando no vayan a robarse las encarecidas tortillas.
Y ya no seremos gobernados, sino sometidos. Y algunos, muchos quizá, lo verán como una bendición. Y el país se dividirá aún más. ¿Hasta qué punto? ¿Hasta cuándo?
1 comentario:
Para eso son los periodistas, buscan investigan, o presentan las cosas desde otro angulo.- lo que hace que la gente cambie o corrija su percepcion, de las cosas, o si estan incrustados en un partido, dependencia, u pagados por diferentes intereses, logran invertir o aclarar los puntos de interes a sus lectores y aliados.
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