Autora: Laura Rodríguez M.
Publicación: e-consulta, 6 de Marzo de 2007
La calidad en el servicio constituye una preocupación relevante para las instituciones educativas mexicanas en la presente década. Así, cada escuela y cada universidad se somete a complicados procesos de evaluación que les permiten identificar sus puntos fuertes, en los cuales apoyar su prestigio y proyección social, y sus puntos débiles, para corregirlos y reforzar los ámbitos menos desarrollados en su quehacer educativo.
Uno de los procesos al que se le presta mayor atención, debido a su importancia de cara a la sociedad del conocimiento, es el aprendizaje. En efecto, hoy más que nunca el aprendizaje se encuentra en el centro de la preocupación del proceso educativo.
De ahí que muchas estrategias de evaluación estén encaminadas a medir el aprendizaje de los alumnos, comparando resultados obtenidos entre niños y jóvenes del propio país o de diversos países, como lo hace la prueba PISA. De estos resultados se derivan estimaciones relativas a la calidad de la educación en las diversas instituciones y países que han sido evaluados.
Las nuevas tendencias educativas y la declaratoria de la UNESCO en relación al aprendizaje a lo largo de la vida ha dinamizado a escuelas y universidades que desean ser reconocidas como instituciones de calidad, hacia la búsqueda de estrategias, modelos y métodos encaminados a favorecer uno de los pilares fundamentales de la educación: aprender a aprender.
Pero, ¿qué es aprender a aprender? Aunque esta expresión ha sido interpretada de diversas maneras por los teóricos de la educación, una forma generalmente aceptada de definirla es que el alumno tenga conciencia de la manera en que aprende, es decir, que se dé cuenta de aquello que le permite aprender y del modo concreto en que aprende.
En la medida en que el alumno entienda y maneje la forma en que aprende, estará más capacitado para adaptarse e innovar en cualquier circunstancia que se le presente. Esto resulta muy conveniente si tomamos en cuenta que, en el contexto actual, la persona debe estar dispuesta a aprender permanentemente si desea sobrevivir en el cambiante mercado laboral del siglo veintiuno.
Si el alumno se ve impulsado a aprender cómo aprende quiere decir que, a pesar de que hay convergencias en el modo de aprender entre los seres humanos, existen particularidades que denotan las variaciones entre los individuos en sus procesos de aprendizaje.
El reconocimiento de estas variaciones por parte de los teóricos de la educación, los han llevado a incorporar en sus investigaciones el estudio de las diferencias individuales aplicadas al aprendizaje. Esta incorporación ha permitido el desarrollo de la teoría de los estilos de aprendizaje.
Aunque los estilos de aprendizaje son abordados de diferentes maneras, a través de su desarrollo se pretende rescatar que no hay fórmulas válidas para todos acerca del modo en que se aprende.
En la forma tradicional de entender el aprendizaje, se cree que todos los alumnos aprenden de la misma forma y que deben contar con las mismas condiciones para aprender. Por ejemplo, en la literatura acerca de los hábitos de estudio es frecuente encontrar la recomendación de contar con un lugar libre de distracciones, con una iluminación determinada y en condiciones de casi total aislamiento para lograr el aprendizaje.
Sin embargo, los teóricos de los estilos de aprendizaje nos hacen caer en la cuenta de que las condiciones para aprender dependerán de las características particulares de los educandos. Mientras unos necesitan, por ejemplo, estudiar en un lugar libre de ruidos, otros requerirán escuchar música para poder aprender. Mientras unos pueden estar sentados durante largos periodos de tiempo para lograr el aprendizaje, otros necesitarán estar en movimiento para lograr asimilar la información que deben estudiar.
Del mismo modo, mientras unos requieren de estímulos visuales para detonar los procesos mentales que permiten el aprendizaje, otros requerirán estímulos auditivos o incluso de la manipulación de la información para poder procesarla, analizarla y retenerla. Mejor aún, muchos estudiantes preferirán la combinación de estímulos visuales, auditivos y de movimiento para aprender mejor.
Así que incorporar los enfoques sobre estilos de aprendizaje al proceso educativo y encaminar los esfuerzos docentes a la construcción de ambientes que respondan a la diversidad de estilos en el aula es una buena estrategia para lograr una educación de calidad.
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