Autor: Rodrigo Saldaña Guerrero
Publicación: La Jornada de Oriente, 1 de Marzo, 2007
Hay quienes están cansados de oír sobre la reforma del estado, o, más exactamente, de oír las mismas cosas una y otra vez, y cada vez como si se tratara de algo nuevo. A mí me pasa algo similar con parecidos alegatos sobre los famosos modelos. El tema es muy complejo, pero concentrémonos en los siguientes puntos:
a) Múltiples factores que se entrecruzan entre sí en una miríada de formas merecen una atención detenida, pero esto casi nunca sucede. No se demuestra que el modelo X produzca en general las consecuencias Y, ni que el modelo en cuestión se aplique en el caso Z. Científicamente habría que comprobar que el modelo X se aplica en una serie n de casos, y que se puede establecer una correlación rigurosa entre las supuestas malas consecuencias del mismo. Malas consecuencias que ocurren en todos esos casos y sólo en ellos. De otra forma podría ocurrir algo como que se le atribuyera tendencia embriagadora sólo a, digamos, el brandy, y se decidiera evitar las borracheras bebiendo únicamente ron.
b) Esto nos lleva a la cuestión de lo problemático que es comprobar la aplicación del modelo. El ejemplo que más me irrita es la insistencia en que la pobreza es provocada sólo por el modelo socioeconómico. En muchos países ciertas medidas de salud tienden a generar un aumento explosivo de la población, sin que se tome otras para que haya más empleos, más y mejor escolaridad, más abundantes servicios de salud. Esta negligencia, ¿es parte de un modelo? ¿no agrava la pobreza?.
c) Desde hace tiempo tengo mis dudas sobre el carácter capitalista de la sociedad mexicana. En muchos países hay un interés en aplicar tales etiquetas sin preocuparse por el cumplimiento de las condiciones pertinentes. Para aquellos que creían que una sociedad puede llegar a ser socialista solamente después de haber sido ya capitalista, se hizo necesaria la estrategia de fechar lo más tempranamente posible el establecimiento del capitalismo. A menudo la sociedad en cuestión, era, como la nuestra, algo muy remoto de la mentalidad y prácticas del capitalismo. Todavía en el México de hoy reina, en gran parte, una especie de feudalismo salvaje, que llamamos caciquismo. La prioridad del cacique no es competir y ganar, sino controlar sin competir y sin arriesgar, aun a costa de reducir sus ganancias. Prefiere ser el sapo rey de un pequeño charco que correr riesgos para tratar de reinar en un lago. Y le gusta mucho más exprimir su pequeño feudo al máximo para darse vida de rey que reinvertir para progresar.
d) Este control criminal, asfixiante, esterilizador, ha envenenado toda nuestra vida nacional, y minado de raíz su desarrollo. Curiosamente, no suele ser mencionado por quienes de uno y otro lado discuten sobre nuestro famoso modelo. El hecho de que haya señores de horca y cuchillo que bloquean todos los caminos que pudieran debilitar su poder y que, por consiguiente, despojan de sus oportunidades de realización a muchos millones de mexicanos, no parece importar a quienes estudian el desempleo, la migración del campo a las ciudades, del sur al norte, de México al extranjero. ¿Estamos ante incompetencia, negligencia, complicidad?. Porque la verdad es que este escamoteo de nuestra realidad significa en los hechos un apoyo al caciquismo para que siga bloqueando el desarrollo de México mientras al mismo tiempo se especula políticamente con promesas de progreso que ese apoyo hace imposibles de cumplir. No tenemos espacio aquí para ahondar en las posibles causas de esta aparente ceguera y de esta posible complicidad, sobre las que esperamos un diálogo fecundo que las ilumine, abriendo camino a verdaderos avances.
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