Autora: Celine Armenta
Publicación: La jornada de oriente, 7 de marzo de 2007
Somos expertos en trivializar cuanto se nos pone delante. Al menos los occidentales de nuestro tiempo, somos antítesis de Midas, pues tocamos lo más valioso: vida, muerte, drama o epopeya, y en un pestañeo lo trastocamos en banalidades. Así logramos que el día internacional de la mujer pasara de ser una jornada de lucha y demandas, a ser una fiestecita con ventas especiales, 10% de descuento, y frases melosas. En vez de recitar uno a uno los nombres de los millones de mujeres que han perdido la vida, o trozos de ella, en la conquista de derechos primarios, oímos canciones cursis. Y en vez de exigir a todo pulmón —con justa indignación—, justicia, paz y equidad plena para la mitad femenina de la población, se espera que nosotras, mujeres, regalemos gratitud y sonrisas a derecha e izquierda, en respuesta a una lluvia de felicitaciones paternalistas e ignorantes.
No, por favor no. Yo no puedo sonreír ni aceptar felicitaciones. No tengo suficientes motivos para congratularme, ni tiempo para perder en ceremonias. Tengo urgencia de seguir luchando, y de reclutar aliados. Porque hoy día, en México, en Puebla, las ancianas, las mujeres maduras, las jóvenes, y las niñas, por el puro hecho de ser mujeres, enfrentamos un horizonte sombrío, con muy altas probabilidades de sufrir vejaciones, discriminación y acoso, marginación y abandono; golpes o incluso la muerte.
En México —según INEGI, CONAPRED, y la ONU—, por cada 100 víctimas de violencia doméstica, 96 son mujeres; y dos de cada tres mujeres padecen agresiones de su pareja. Anualmente casi 400 mil adolescentes quedan embarazadas; la mitad de ellas con muy poca o nula escolaridad. Y cada año, medio millón de mexicanas se ve en peligro de muerte por tener que realizar un aborto clandestino.
La población de mujeres analfabetas es casi 50% mayor que la de varones analfabetos. En contraste, el porcentaje de varones que gana más de 5 salarios mínimos, es 40% mayor que el de mujeres.
La misoginia criminal, que hace un año escuchamos en las famosas grabaciones telefónicas, no es privativa de un puñado de poderosos; se la escucha en el púlpito; y en las combis; en el salón de clases, la oficina, y el hogar. Así, uno de cada 6 mexicanos dice que no hay que gastar en la educación de las hijas; y uno de cada tres cree que es normal que las mujeres ganemos menos que los varones. Uno de cada cinco piensa que las mujeres tenemos menos capacidad para ocupar un cargo importante; y uno de cada cuatro piensa que muchas de nosotras somos violadas por provocar a los varones.
De modo que nadie me pida que me alegre por el día de la mujer, o por el éxito de una líder sindical, u otra mujer encumbrada en el poder. Prefiero llenarme de ira por la anciana de Zongoliza, que hace una semana murió tras violación tumultuaria, y por las muertas de Juárez, las mujeres golpeadas, y todas las mujeres sin poder y sin voz.
No me feliciten. No ahora.
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