jueves, marzo 15, 2007

CONTROVERSIAS UNIVERSITARIAS

Autor: Javier Sánchez Díaz de Rivera
Publicación, La jornada de oriente, 15 de marzo 2007
Nuevos tiempos corren y nosotros en las universidades parecemos paralizados en viejas inercias o, paradójicamente, montados acríticamente en nuevas inercias. Las viejas tienen que ver con la pugna entre universidades privadas y públicas, la gratuidad pública de la educación superior, el desmedido crecimiento de carreras obsoletas sin futuro claro. Las nuevas tienen que ver con el montaje de una visión universitaria pragmática tanto en universidades públicas como privadas llevadas por un sistema económico dominante que sigue generando concentración de capital y pobreza. Por otro lado hemos perdido mucho del sentido crítico que corresponde a las universidades, hemos perdido la imaginación. La imaginación al poder hace mucho que dejo de ser un lema inspirador.
Las universidades públicas, si bien en algunos casos son aún un espacio para pensar el país, se han mimetizado a un esquema formativo y académico que ya no pone en cuestión la sociedad en que vivimos. Forzadas por las circunstancias enfoca sus esfuerzos a brindar fuerza de trabajo para un mercado que cada vez es más estrecho en profesiones que están cada vez más saturadas.
La oferta de educación superior privada ha crecido de manera exponencial, al punto que sin contar la educación tecnológica, ya constituye casi la mitad del total de la matrícula actual en el país. Esta oferta se puede de manera general dividir al menos dos sectores. Las enfocadas al lucro sin más, muchas de ellas propiedad de funcionarios o exfuncionarios de universidades públicas o de instancias gubernamentales y otras con un compromiso mucho más profundo aún a pesar del costo de sus colegiaturas. Entre las universidades más orientadas al lucro hay buenas y malas. Las hay malas que quieren ser mejores y hay muchas que no parecen querer nada en especial más que mantenerse en el mercado. Responden a una demanda y en ese sentido cumplen hasta cierto punto un servicio a la sociedad. Por otro lado, a pesar de que se sabe poco, en los últimos seis años nacieron noventa universidades públicas en el país, a razón de una cada tres semanas. Hoy se atiende aproximadamente una cuarta parte de la población en edad universitaria (18-24 años) y tanto por voluntad política como por exigencia social esta proporción seguirá creciendo tal vez hasta llegar a cubrir a la mitad de esa población.
Demanda tenemos y tendremos. Pero, ¿a donde vamos? ¿con que costos? ¿con que opciones? ¿con que presupuestos? ¿con que calidades?, ¿con que profesiones?. Eso no parece estar claro ni en las políticas públicas que siguen a merced de rejuegos políticos de todo tipo que van desde la ineptitud de los diputados para abordar la materia, hasta los movimientos manipulados de resistencia a todo cambio pertinente, pasando por la inconciencia de muchas universidades privadas.
La gratuidad de la educación superior tiene un sentido muy hondo, pero en la práctica subsidia en alto grado a los sectores menos pobres de la población, tanto por que asisten a ella personas con capacidad de pagar, como por los mecanismos de selección que relegan a quienes más necesidad tienen. Por esta razón es obsoleto mantenerla en los términos actuales. Deben evolucionar a cuotas diferenciadas y mantener la gratuidad solamente para aquellos que en verdad no pueden aportar nada.
El costo promedio al año de un alumno en las universidades públicas es mayor a los cuarenta mil pesos y en algunos casos alcanza hasta los setenta mil. La educación pública cuesta tanto o más que la privada por alumno. Las calidades son diversas y en muchos tanto de universidades publicas como privadas seriamente cuestionables.
Por otro lado hay universidades privadas, como la Universidad Iberoamericana entre otras, que tienen una clara vocación social, con proyectos de investigación pertinentes a la región y al país, con servicio social serio y profundo y con un sentido profundamente crítico de la sociedad en que vivimos. El viejo cliché ligado al tipo de alumnos que recibe esta universidad no concuerda hoy con la realidad de su práctica y su compromiso. Esto se puede decir de otras universidades de calidad.
Es urgente una política publica de educación superior que supere las viejas inercias y que inventé nuevas formas de relación entre universidades públicas y privadas en el marco de planes regionales de desarrollo, que contenga el crecimiento de oferta en carreras saturadas y sin mercado de trabajo, que auspicie el desarrollo de nuevas carreras significativas para el desarrollo del país. Una política que distribuya recursos de acuerdo a criterios de calidad, pertinencia, compromiso social y aportación crítica para becar a estudiantes verdaderamente necesitados sin considerar si deciden asistir a una universidad pública o privada. Una política que permita el desarrollo de calidad en las universidades nacientes y pequeñas que quieren ser serias en lugar de proscribirlas como patitos y al final auspiciar su existencia. En síntesis una política de concertación entre la educación pública y privada que se rija por criterios de prioridad regional y nacional y que aproveche la fuerza de la iniciativa privada comprometida y la tradición de servicio público de la educación. ¿realmente es impensable?

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