Autora: Mtra. Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicación: La jornada de oriente, 22 enero 2008
El problema de la convivencia escolar, la disciplina y la violencia al interior de la escuela, se ha convertido en una preocupación central y aunque se han empleado variadas técnicas para su tratamiento, el problema sigue presente y los estudiosos consideran que no hay cambios sustanciales.
Hay muchos programas de intervención y poca investigación de lo que sucede al interior de las escuelas. Tal vez por ello no se ha podido intervenir significativamente. En países europeos y en los Estados Unidos, en donde la migración es muy alta, es ya un problema serio que implica entre otras cosas el factor multiculturalidad. El problema tiene muchas aristas.
Es importante distinguir lo que significan los problemas de convivencia y conflictos y lo que se consideran actos de violencia. Los conflictos en la convivencia siempre van a estar presentes; tendremos que aprender a convivir con ellos y solucionarlos a través del diálogo. Sin embargo si éstos no son atendidos, pueden generar actos de violencia. Los actos de violencia llevan una carga de agresión que puede ser física o psicológica con el afán de controlar o dominar a la otra persona en conflicto.
Es importante reflexionar sobre la carga ética que tiene el concepto de indisciplina que se asocia al conflicto y a la violencia.
La postura tradicional relaciona la indisciplina con el castigo y la culpa, tanto del alumno como de la familia; en raras ocasiones la escuela asume su responsabilidad: la indisciplina también puede ir de la mano de la falta de interés y motivación, del manejo del grupo, del dominio del tema, de la didáctica y hasta se olvidan las características propias de la edad de los alumnos, que pudiendo ser aliadas del profesor, con frecuencia se convierten en su peor enemigo.
Muchas escuelas consideran que los problemas de violencia y disciplina se reducen a medidas reglamentarias y a su aplicación, siguiendo la postura tradicional. Esta visión ayuda poco a la prevención, pues no se le proporciona a los involucrados, alumnos, profesores y autoridades, la oportunidad para ver lo que sucede dentro del aula o la escuela.
Es más sencillo culpabilizar al alumno por su problemática interna y/o a su familia. ¿Cabe otra posibilidad?
Las pocas investigaciones al respecto han colaborado en la comprensión del problema desde otras perspectivas. Debarbeux, y col., por ejemplo, parten de que es un problema complejo que depende entre otras cosas, “de los códigos morales, de las representaciones sociales de la educación, del estado de las reflexiones jurídicas y de los códigos que las cristalizan en construcciones siempre provisorias…”. Prefieren hablar de incivilidad, tratando de que sea un término más técnico, con menos carga ética, que ayude a describir el problema antes de juzgar y proponer soluciones que no produzcan los resultados esperados. Las incivilidades se refieren a pequeñas transgresiones que son determinantes del clima escolar y que pueden ser precursoras de actos delictivos si no se atienden. Esto quizá nos de pistas para abordar el problema más eficazmente.
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