Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicación: Síntesis, 31 Enero 2008
En una ocasión participé en una ceremonia de cambio de Presidencia Municipal en algún lugar de nuestra región.
Hubo un convivio muy sencillo previo al acto oficial. Por azares del destino me tocó departir un rato con los regidores y otros personajes de la nueva administración.
En ese ambiente, se me acercó un personaje más bien joven: “Usted me dio clases”. Vio mi cara de sorpresa y muy amablemente ayudó a mi memoria a ubicar cómo había sido que coincidimos en un pasado no tan remoto en la Universidad.
Con gusto me contó lo que ha ido siendo su carrera política, las gestiones que ha podido hacer con algunas comunidades y barrios, las dificultades encontradas y lo que en ese momento era lo que veía que podía aportar ahora como parte de un cabildo.
He de confesar que me sentí bien: ¡un exalumno interesado en política y con el dinamismo y las ganas de cambio que tienen consigo la juventud! ¿Qué educador e institución no apreciaría ese “resultado”?
Sin embargo me quedé reflexionando: un exalumno en carrera política y de administración pública intentando hacer bien las cosas es importante, pero más importante todavía es que los exalumnos que serán ciudadanos comunes y corrientes sean personajes políticos de trascendencia, aun en la humildad de su labor ciudadana día a día.
Me parece que una buena manera de hacer “política de buena clase” es no cejar en el empeño de convertir la clase en un espacio realmente político: un lugar en el cual alumnas y alumnos se esfuerzan por resolver en diálogo, consenso y acuerdo problemas comunes –sin esperar a que venga “papi institución” a resolvérselos. Es la semilla de la solución de algunos problemas comunes y corrientes de nuestros pueblos y ciudades.
La institución educativa es el lugar ideal para la formación política. En la medida en que tenga estudiantes capaces de plantearse preguntas serias sobre las cosas cotidianas, que vayan captando la forma en la cual los conocimientos escolares tienen que ver con la realidad inmediata y que la toma de decisiones se ejercite en el diálogo, la confrontación de ideas y la creación de acuerdos, formará realmente políticos.
Estos futuros políticos y políticas serán capaces de reunirse con sus vecinos para entender juntos de mejor manera por qué el servicio de limpia es un problema, lo mismo que el alcantarillado, o el alumbrado, o la inseguridad que provoca que les rompan vidrios, les roben espejos del automóvil.
Pero también estarán en capacidad de saber que más allá de las diferencias de intereses se puede llegar a la coincidencia de necesidades y a la búsqueda de soluciones viable.
El problema de todo esto que como filosofía educativa puede sonar muy bonito, sigue siendo: ¿cómo hacerlo?
Y mi primera respuesta será: haciendo micropolítica. Las prácticas escolares habituales siguen fomentando en muchos lados autoritarismo, incluso en escuelas activas donde el educador suele revestir su autoridad de aparente participación. Lo llevamos muy dentro. Y hay que negociar políticamente entre maestros, alumnos, padres y autoridades escolares para cambiarlo.
Hay que crear un espacio permanente en el cual con regularidad los implicados en la educación discutan, problematicen qué importancia le darán a los espacios formativos que permiten la participación real de los jóvenes, que fomenten que tomen decisiones, que sean corresponsables en la marcha de su institución y que muchos de ellos son extraescolares.
Y, como en toda acción política, entonces instrumentar acciones, abiertos a revisar si fueron las apropiadas o no, porque entonces, habrá que seguir haciendo política para construir nuevas posibilidades.
Febrero es mes de las inscripciones. Ojalá que los padres de familia no sólo busquemos instituciones con bonitos uniformes y muchas horas de clases de inglés y de computación, sino un lugar en el cual a las alumnas y los alumnos les den herramientas para que sean actores capaces de resolver en comunidad los problemas que ahora tienen, porque seguramente en el futuro tendrán que dar solución a los problemas que se les presente junto con sus vecinos. Así un mundo un poquito mejor sí es posible.
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