lunes, abril 28, 2008

“EMPRESARIOS” MEXICANOS

Autor: Alexis Vera
Publicación: e-consulta, 28 de abril de 2008

En toda sociedad los empresarios son un factor clave del desarrollo económico y social, eso es incuestionable. Los países con mejor cultura empresarial tienen sin duda uno de los mejores niveles de vida. Es decir, sí existe una correlación interesante entre nivel de vida de una sociedad y la calidad de sus empresarios.
En México, como en todo el mundo, la clase empresarial es un buen reflejo de la cultura nacional. Una cultura de distancia jerárquica grande (donde la gente acepta con mayor facilidad la desigual distribución del poder) tiende a presentar un patrón muy desigual de distribución de beneficios en las empresas. En culturas de alta distancia jerárquica, como la mexicana, es aceptado –y hasta bien visto- que el dueño o el director de la empresa viva espléndidamente y sus empleados o subordinados apenas tengan para cubrir lo mínimo para subsistir en la vida. En efecto, el síndrome de empresarios ricos, empresas pobres, es bien característico de culturas como la nuestra.
A pesar de que cada día hay más conciencia en México de que esta situación es dañina para el desarrollo económico y social del país, todavía tenemos décadas –quizás siglos en ciertos casos- de retraso con respecto a los países más avanzados en esa materia (los países nórdicos). En México todavía es muy común ver empresarios que viven de maravilla, y trabajadores (de sus propias empresas) que viven miserablemente. Lo curioso es que para muchos mexicanos esto es normal, porque para la mayoría de nosotros un empresario o alto ejecutivo/funcionario debe vivir exponencialmente mejor que los subordinados.
Conozco a una joven mujer poblana que puede ejemplificar un poco de la injusta situación laboral que viven muchos compatriotas hoy día. Ella es una de las mejores maestras de danza clásica que hoy tiene la ciudad. En los últimos cuatro años, ha tenido que presentar renuncia en tres empleos porque las condiciones laborales han sido sumamente pobres, incluso indignas. Su más reciente renuncia nos puede servir para ilustrar a grandes rasgos la mentalidad del empresario promedio de nuestro país. Una exalumna de esta profesora (hija de un importante político y alto funcionario del gobierno del Estado de Puebla), la invitó a trabajar como coordinadora académica de la escuela de danza que su papá le iba a montar. El acuerdo inicial de contratación fue una plaza de medio tiempo para ayudar a esta “empresaria” con el montaje técnico de la escuela y, ya operando, con la coordinación académica de la misma. Una buena tarde –después de un mes de abierta la escuela-, la “empresaria” le dijo que el pago originalmente pactado con ella era demasiado alto, así que le pedía ascender su jornada semanal a 40 horas. La maestra no estuvo de acuerdo porque ese no había sido el arreglo inicial por el cual ella decidió trabajar en dicha escuela. La siguiente quincena, su pago llegó más pequeño de lo acordado. En efecto, la “empresaria” decidió bajarle su ya pequeño sueldo y avisarle de ello el mismo día de pago. Además, le descontó de su quincena la aportación patronal al IMSS, AFORE e INFONAVIT. Si quería tener todos estos beneficios, tendría que pagarlos ella.
La “empresaria” cometió otras atrocidades con la maestra de ballet, quien evidentemente renunció, pero solo con esta tenemos para darnos una idea su visión de ser empresario. Esta es la realidad de muchos (no de todos afortunadamente) “empresarios” y trabajadores mexicanos. Los primeros tienen mucho y los segundos muy poco, y lo poco que tienen se los tratan de quitar en un despliegue de egoísmo sínico y total ausencia de la más mínima responsabilidad social. En países con altos niveles de calidad de vida, la responsabilidad social empieza por pagar lo justo a la gente. Y lo justo es no sólo lo necesario para comer y poder ir a trabajar. Todo ser humano requiere desarrollo en lo físico, moral, intelectual y espiritual; pero en nuestro país eso es solo privilegio de unos cuantos.
El “empresario” mexicano debería ser capaz de observar que todo en la vida está conectado; que mejores seres humanos es necesariamente equivalente a mejores trabajadores, y mejores trabajadores es necesariamente equivalente a mayor riqueza (en todos los sentidos). Esto no solo lo dicen estudios científicos, mejor aún, lo dice la realidad de varias naciones que hoy vemos tan avanzadas con respecto a la nuestra en el tema del desarrollo social y económico. Necesitamos, como sociedad, ver con otros ojos el rol de la empresa, y los primeros en cambiar su visión al respecto deben ser sus directivos.

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