Autora: Ma. Eugenia Sánchez D. de R.
Publicación: La jornada de oriente, 24 de Abril 2008
Es un hecho que vivimos enfrentados a numerosos desgarramientos. El desgarramiento entre las fuerzas impersonales del mercado y la vida cotidiana, el desgarramiento ante la imposibilidad de articular multiculturalidad, ciudadanía y equidad, el desgarramiento entre las aspiraciones al desarrollo y su inviabilidad ecológica y política. Es un hecho que experimentamos rabia e impotencia frente a la impunidad de los que detentan el poder. Es un hecho que la violencia, las violencias parecen estarse convirtiendo en sentido de existencia.
Vivimos tiempos obscuros y necesitamos aprender a caminar dignamente a través de esa penumbra. Porque, o bien, se intenta uno refugiar en el pasado o en diversas formas de comunitarismos y fundamentalismos cuyos efectos los tenemos a la vista; o bien, aguzamos la mirada y emprendemos el camino paso a paso, de pequeña alegría en pequeña alegría, de esfuerzo en esfuerzo.
Por ello creo que es útil elaborarnos una brújula, unas pistas que pueden ayudarnos a caminar con rumbo en la incertidumbre, y que nos permitan afrontar dignamente lo inesperado y en cualquier contexto. Esbozo algunas propuestas que articuladas conforman un cauce para los intentos de construir un poco de fraternidad y sororidad. Unas propuestas de orientación cotidiana y de repercusiones políticas:
La búsqueda de un bienestar sencillo para todos
La construcción de relaciones horizontales
El diálogo intercultural
Una sexualidad responsable y afectuosa
Un anclaje espiritual
La coexistencia cotidiana de la abundancia y la miseria es algo así como un crimen de lesa humanidad. Es posible en la cotidianidad favorecer un bienestar sencillo y diseñar mecanismos creativos de compartición de bienes - no generosidades filantrópicas que avalan las jerarquías y generalmente encubren explotaciones - no, solidaridad económica cotidiana enmarcada en acciones y luchas políticas de largo aliento.
Es claro que la naturalización de las asimetrías de poder y por lo tanto de las jerarquías del tipo que sean, fundamentadas en el sexo, en la religión, en la gestión de la polis, en la edad, en la paternidad, en el saber, deshumanizan. Trabajar por la horizontalidad de las relaciones humanas supone la confrontación no violenta de toda forma, real o simbólica, por sutil que sea, de abuso de poder; y recordar activa y permanentemente la igualdad que nos fundamenta aunque las funciones sean diferenciadas, y sobre todo la igualdad sustancial que compartimos con las personas que están en la base de la pirámide social que hemos construido
Vivir juntos iguales y diferentes es un desafío que parece imposible de enfrentar. ¿Cómo favorecer una igualdad que no homogenice y una diferencia que no discrimine? Creo que es posible, en lo cotidiano y desde cualquier instancia, favorecer el diálogo intercultural a pesar de que el racismo y el clasismo con su consecuentes resentimientos formen parte de nuestra cultura “nacional” y estén inscritos en nuestras mentes.
¿Y la sexualidad y los círculos de intimidad? No tengo la menor idea de cómo se va a reconfigurar la familia, ni de cómo se van a expresar las sexualidades en el futuro, lo que si me queda claro es que, independientemente de sus expresiones, favorecer una sexualidad responsable y afectuosa, será siempre difícil y siempre positivo. Por otra parte, favorecer el bienestar de los niños no puede sino ser una prioridad.
Finalmente propongo un anclaje espiritual. Creo que la vida del ser humano, nuestra vida, tiene diversos registros, y hay uno en lo más hondo de nuestra humanidad que nos pone en comunión con todo el cosmos, con todo el género humano; que nos conecta con los demás - cercanos y lejanos -, y con lo más profundo de nosotros mismos. Creo que esa dimensión por momentos parece trascender la ambigüedad inherente a la condición humana y nuestra propia ambigüedad; que por momentos nos permite gustar de una armonía que no tiene que ver con estar bien o que las cosas vayan bien, que atraviesa la cotidianidad y genera eso que se llama esperanza, eso que nos alienta a continuar atravesando el espesor de la vida con confianza a pesar de la incertidumbre.
Elaborarnos una brújula cotidiana para tiempos nublados puede ser útil.
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