Autor: Gerardo Reyes Guzmán
Publicación: E-Consulta, 23 de febrero 2009
La crisis de Norteamérica en México se ha comenzado a sentir a través de la depreciación de la moneda nacional. El peso inició su pérdida de valor a partir de agosto de 2008 y en la primera semana de febrero de 2009, el dólar alcanzó una cotización intradía de 15 pesos por unidad. El Banco de México (Banxico) intervino en el mercado cambiario, logrando alejarlo de lo que se denominó la barrera psicológica de los 15 pesos. Por otro lado, el riesgo país, medida que expresa la posibilidad de una economía de responder a sus compromisos externos de corto plazo, se ha incrementado de menos 100 puntos en mayo de 2007 a más de 400 puntos al terminar 2008. Ello no sólo significa que México pierde atractivo como destino del capital extranjero, sino que se comienza a registrar un problema de disponibilidad de divisas y de liquidez.
En un régimen de tipo de cambio flexible, o de flotación sucia (es decir, con intervenciones discrecionales por parte de la autoridad monetaria), como el que actualmente rige en México, el precio del dólar se determina por la oferta y demanda. La oferta de dólares americanos en nuestro país proviene de los siguientes rubros: por un lado, de las sumas subastadas por Banxico en el mercado cambiario provenientes de las reservas internacionales y por el otro, de principalmente seis actividades económicas: a) inversión extranjera directa, b) exportación de petróleo; c) industria automotriz y maquiladora; d) remesas, e) turismo y f) narcotráfico.
Del 8 de octubre de 2008 al 10 de febrero de 2009, Banxico subastó 17.9 mil millones de dólares, equivalentes a más del 20% de las reservas internacionales, para evitar una depreciación aún mayor del peso. Esta cantidad equivale al total de inversión extranjera directa captado en 2008. Las reservas se incrementan si la oferta de divisas en México es mayor a la demanda. En años recientes, cuando el precio internacional del petróleo rebasaba los 100 dólares por barril, las exportaciones de crudo mexicano apuntalaron el crecimiento de las reservas internacionales. Pero si en este año el nivel de reservas no se restablece y por el contrario, solo disminuye, estaríamos ante una mayor presión del tipo de cambio.
Se estima que debido a la recesión mundial, la inversión extranjera directa descenderá de cerca de 18 mil millones de dólares en 2008 a 15 mil millones de dólares en 2009; la caída de los precios del petróleo, sumado a la reducción de la capacidad productiva de PEMEX, a causa del agotamiento del complejo Cantarell, representará no solo menos divisas para el país este año, sino menos ingresos tributarios para el gobierno federal; la crisis económica en los Estados Unidos seguirá ligada al aumento de su índice de desempleo (7.6% y 9.2% entre los hispanos para enero de 2009) y con ello a la caída del monto de remesas para México; la reducción del consumo en el ciudadano estadounidense promedio, ha repercutido ya en una caída severa en las exportaciones mexicanas, en especial las manufactureras y las de la industria maquiladora (automotriz, aparatos electrodomésticos, textiles, etc.); y por último, a pesar de la depreciación del peso y de lo atractivo que se vuelve para los turistas extranjeros visitar nuestro país, es probable que el desempleo y la inseguridad reduzcan la derrama de divisas derivadas del turismo en este año. La única fuente de divisas que parece no sufrir la crisis es el crimen organizado, que tan sólo por concepto de exportación de estupefacientes aporta un monto estimado de más de 16 mil millones de dólares anuales al país.
Análogamente, pero por el lado de la demanda, el peso ha sufrido severos ataques cambiarios. Muchas empresas han estado comprando grandes cantidades de dólares por diferentes motivos. Algunas contrataron instrumentos derivados mediante los cuales se comprometieron a pagar fuertes cantidades en dólares. Tal fue el caso de Comercial Mexicana, Corporación Durango, Vitro, Cemex, etc. Otras, que en años anteriores contrataron préstamos en el extranjero, enfrentan ahora un incremento de más de 40% de sus deudas en dólares en términos de pesos. Si a ello añadimos la caída de demanda externa de sus productos o servicios, su posibilidad de generar divisas se reduce. Estas empresas se ven obligadas ahora a vender sus activos, incluyendo papel comercial como por ejemplo CETES, para hacerse de liquidez y comprar dólares. No solo buscan liquidar sus deudas, sino mantener sus activos en moneda extranjera, puesto que el rendimiento en instrumentos de renta fija denominados en pesos, disminuye con la depreciación. Otro fuerte incremento de la demanda de dólares se ha dado por parte de la banca extranjera con filiales en México, puesto que sus casas matrices se han visto golpeadas por la sequía del crédito y requieren urgentemente de liquidez.
Si la oferta de dólares se reduce y la demanda de dólares se incrementa, el resultado es una presión doble en contra de la moneda nacional y las reservas internacionales. Ello nos dice que la probabilidad de que la depreciación continúe a lo largo de 2009 es alta. La depreciación encarece los costos de producción de muchas empresas; éstas se ven obligadas no solo a ajustar sus precios de venta, sino el valor de sus activos. Por ejemplo, en el sector inmobiliario se han tenido que cancelar ventas porque la depreciación alteró el precio de casas y terrenos. Según la teoría de tipos de cambio, una moneda debe experimentar una fuerte depreciación antes de estabilizarse. Esto se conoce en la literatura como “sobrereacción” u “overshooting”. Consiste en el alcance de un punto de inflexión a partir del cual la depreciación toca un techo y se inicia un proceso de apreciación. Es decir, si el dólar se fuera a 18 o 20 pesos por ejemplo, la rentabilidad en México medida en dólares se incrementaría sobremanera, lo cual daría paso a la apreciación de la moneda. No olvidemos que invertir en pesos es atractivo siempre y cuando el rendimiento supere los riesgos de la inflación y la depreciación del tipo de cambio. Pongamos un ejemplo simple, si yo hubiera invertido 100 dólares en México en agosto de 2008, cuando el tipo de cambio estaba a 10 pesos por dólar, hubiera obtenido 1000 pesos que invertidos a una tasa de interés anual de 8.25% me podrían haber producido 1008.25 pesos. Si con ese dinero compro dólares a 14.5 pesos, obtendría sólo 69.5 dólares, es decir, una pérdida de más del 30% de mi inversión. Pero si yo invierto 100 dólares cuando el tipo de cambio estuviera digamos a 18 pesos, obtendría 1800 pesos que a una tasa anual de 7.75% me darían 1814 pesos. Si en ese transcurso el peso se aprecia a 15 pesos por dólar, yo tendría 121 dólares o un rendimiento de casi 20% de mi inversión. Así, mientras el primer esquema alienta a la fuga de dólares, el segundo, opera en la dirección contraria.
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