jueves, febrero 26, 2009

Tenemos derecho a la educación, pero de calidad

Autor: José Rafael de Regil Vélez
Publicación: La Jornada de Oriente, 26 de febrero 2009

El pasado 16 de febrero el Consejo Ciudadano Autónomo por la Educación publicó un desplegado en el cual demanda al Gobierno Federal (aunque yo entendería que también a los otros dos niveles de gobierno) algunos puntos clave para que quienes en México tengan acceso a la educación la reciban de calidad.

Organizaciones diversas como el Consejo Coordinador Empresarial, la Fundación Empresarios por la Educación, Mexicanos Primero, la COPARMEX, la CONCAMIN e intelectuales como Denise Dresser, Sergio Aguayo, Paco Calderón, Sylvia Schmelkes hacen hincapié en que el derecho a la educación es algo más que tener a niñas y niños inscritos en las escuelas.

Desde hace tres años el Consejo se ha empeñado en señalar que dado que en la educación se juega gran parte del futuro de México es necesario que organizaciones y ciudadanos no quitemos el dedo del renglón, que exijamos lo que legítimamente nos corresponde.

En esta ocasión, al decir de David Calderón –Director de Mexicanos Primero- en el artículo que publicó en El Financiero el 18 de febrero pasado: “el documento hace cuatro preguntas a la autoridad: ¿Por qué no se sabe cuántos maestros hay y dónde dan clase?; ¿está ya asegurado el concurso de oposición?; ¿qué garantías hay de que los maestros tienen un desarrollo profesional basado en sus capacidades?; ¿cómo se reconoce al maestro entregado y comprometido?”

Con ellas las organizaciones y los intelectuales firmantes llaman la atención sobre un punto nodal: si se quiere marcar la diferencia en lo educativo hay que reconocer la importancia definitiva de los maestros, pero el problema es que falta muchísima claridad en lo que a ellos se refiere.

La historia de la educación pública en México y su relación con el sindicalismo magisterial han provocado más oscuros que claros en cuestiones como plazas, asignación de maestros, competencia para ocupar los puestos docentes.

Es necesario que exijamos transparencia, que pidamos que las cosas se vean como son para que se pueda realizar mejora donde sea necesario y reconocer a quien reconocimiento merece: determinar las plazas reales, asignarlas por concurso de oposición adecuadamente vigilado por actores externos a la SEP y el SNTE.

Y siguiendo en la lógica de la importancia de los docentes en el acto educativo: no hay que cejar en lo que a su formación permanente se refiere: concurso de oposición y educación continua son dos columnas básicas para sostener el edificio magisterial. Y es que como señala David Calderón: “así que es bueno y saludable todo lo que tiene que ver con escuela segura, infraestructura, etcétera, pero el corazón del derecho [a la educación de calidad] se juega mucho en la docencia.”

Y que ella tenga el papel que le corresponda supone que los ciudadanos, quienes enviamos a nuestros hijos a las escuelas, retomemos el papel que los regímenes a lo largo de décadas nos han quitado: el de actores / autores de la educación.
No somos espectadores, sino personas que podemos y debemos estar pendientes, colaborar y exigir algo más que aulas: aprendizajes que permitan a quienes hoy empiezan la vida ser mañana quienes retomen este país y lo reinventen de ser necesario a fin de que sea el hogar que necesitamos y en el cual podamos vivir con dignidad. Abandonar en los políticos

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