lunes, febrero 02, 2009

Continuando con el reto de educar

Autor: J. Vicente Hurtado Herrera
Publicación: Síntesis, 2 de febrero 2009

En enero las instituciones educativas reinician el ciclo escolar y el educador vuelve sobre las preguntas que le vienen acompañando en su vida profesional: ¿cómo educar? ¿qué estrategias implementar? ¿cómo hacer del curso una experiencia significativa?. Estas preguntas nos hablan de un educador retado por el educando, quien con su actitud pide nuevos cómos para la consecución de los objetivos educativos.
El educador tiene el reto de este nuevo sujeto, la persona del siglo XXI: tecnologizado, con otros marcos de referencia, otras formas de aprender, de acercarse, de juzgar la realidad.
Frente a este nuevo sujeto, las formas tradicionales de hacer educación chocan y se vuelven obsoletas, pues la demanda es que hagan del conocimiento algo significativo. ¿Qué hacer? volver sobre los viejos paradigmas que en otro tiempo funcionaron o disponerse a cambiar, a innovar.
Este reto viene a cuestionar toda la persona del educador: saberes, didáctica, el gusto por lo que hace, el sentido de vida, etc. Por tanto, la relación educativa representa para el educando un aprendizaje, un mutuo enriquecimiento.
Ser educador es una actividad en donde se apuesta la vida, pues se pone en juego la complejidad de la condición humana, los conocimientos, las habilidades profesionales, así como las emociones, los afectos, las preguntas de sentido.
Algunos consideran que trabajar en la educación es una actividad que cualquiera puede hacer. Pero ser educador, facilitador del conocimiento, no es cosa sencilla, pues requiere conocimiento y disposición.
Estar dispuestos para la educación requiere vocación, sentirse invitado, movido, retado; porque el valor de la actividad educativa no se agota en el ingreso económico, sino en la profunda convicción de querer acompañar el proceso de vida de niños, de jóvenes, de personas concretas.
Acompañar el proceso de desarrollo de las personas demanda algunas actitudes y convicciones profundas:
Confianza en que la persona cuenta con las capacidades, con el potencial humano para desarrollarse.
Paciencia, pues el educando camina a su propio ritmo.
Esperanza ya que a pesar de la limitación humana, siempre hay posibilidades de cambio.
La educación será generadora de cambios personales y sociales, en la medida que logremos provocar al educando, toquemos su inteligencia, sus emociones; cuando se sienta retado a superar lo “normal” y vea con ojos críticos y esperanzadores la realidad. Frente a este reto el educador tiene mucho que hacer, que leer, que escuchar, que experimentar, que sentir.
Estas líneas me han hecho recordar a un educador del siglo XIX, Juan Bosco, quien llegó a decir: “He prometido a Dios que hasta mi último aliento será para mis queridos jóvenes”.
Es con pasión y poniendo la vida por delante, como se podrá experimentar con mayor plenitud la opción por la educación, la decisión de acompañar el proceso de autoconstrucción de las personas.

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