martes, septiembre 14, 2010

"El justo y firme odio"

Autor:Alejandro Ortiz Cotte   
jueves, 02 de septiembre de 2010
Para comprender bien el enfrentamiento que esta teniendo Marcelo Ebrard y el cardenal Sandoval debemos de contextualizarlo históricamente como la última pelea de un viejo odio. Es claro que no se trata solamente de un pleito personal (aunque por el tipo de diálogo y argumentos con los cuales se expresan estos personajes parece, más bien, pleito callejero) sino que se trata de un antiguo y violento conflicto histórico entre la Iglesia Católica jerárquica y el Estado Mexicano. Recordemos que en la historia de nuestro país, estos dos actores sociales han construido una "relación" bastante enfermiza que ha configurado a su vez, junto con otros factores, el país enfermo que tenemos actualmente.
La iglesia católica, desde que asumió una relación estrecha con los poderes imperiales en Roma (siglo IV d.C.) se constituyó en una institución que vigilaba no sólo los interés espirituales y religiosos de sus creyentes, sino que se convirtió en la reguladora social, económica, moral y política del mundo occidental. Se atribuyó funciones político-sociales, que nunca propuso su fundador, sin embargo le ayudaron a mantenerse en la cúspide de las decisiones mundiales y se le dejó hacerlo desde acuerdos fácticos con los poderes más altos y con la aceptación religiosa por parte del pueblo. Por eso la Iglesia se "acostumbró" a ser, no sólo guía espiritual sino también a ser una institución social que normaba los concretos de la vida política de un país, fomentaba y bendecía sus regulaciones y alianzas económicas y le construía límites morales claros, precisos y útiles para la vida política y económica de sus pueblos, aunque la mayoría de veces se favorecía más a las élites que al pueblo sencillo.
Estas funciones eclesiales se vieron atacadas y usurpadas con la llegada de la Ilustración y del liberalismo de los siglos XVIII y XIX. Estas filosofías sociales y políticas buscaban dos cosas: la instauración de modelos democráticos, en vez de monarquías y papados, y el uso de la razón en vez de creencias y dogmas. Esto que se produjo en Europa llegó a América en los períodos de independencia. Desde entonces el conflicto nació y se constituyó en lo normal cotidiano en las relaciones de la Iglesia y el Estado. Es interesante saber que en esta relación de odio no han existido ganadores ni perdedores absolutos, hay momentos dónde la Iglesia parece ganar y en otros parece perder y lo mismo podríamos decir del Estado. Lo que creo, revisando la historia, es que el único perdedor ha sido el pueblo sencillo mexicano. Ya que se le ha dificultado congeniar dos "figuras" vitales para su convivencia y desarrollo social: ser creyente y ser ciudadano. Dos figuras vitales para su propia construcción humana y social que en vez de vivir en armonía o tan siquiera en una tensa y respetuosa relación, se han visto y vivido, a lo largo de la historia, como antagónicas y en ocasiones como excluyentes y enemigas entre sí.
Esta vieja historia de odio esta llena de mala palabra y mucha sangre. Desde su origen la violencia escrita y física ha caracterizado esta relación. Ejemplos sobran. Podemos hablar de la reforma del presidente Juárez expropiando los bienes eclesiales y al mismo tiempo la participación del Obispo Labastida haciendo tratos con Francia para traer a un rey que enfrentara a Juárez; podemos hablar de la persecución religiosa impuesta por Calles y de todos los muertos que produjo; de la guerra interna entre católicos y el gobierno llamada "cristiada" que se dio entre 1926 y 1929, continuando en algunos estados hasta 1931, entre otros muchos acontecimientos históricos que han marcado al país y los protagonistas han sido la Iglesia católica jerárquica y el Estado mexicano. Termino recordando, en este contexto de celebraciones patrias, aquella interesante bula escrita por el Papa Pío VII llamada "Etsi longissimo terrarum" en 1816 dirigida a sus arzobispos, obispos y clero de América que en su segundo párrafo decía "Y como sea uno de sus hermosos y principales preceptos el que prescribe la sumisión a las autoridades superiores, no dudamos que en las conmociones de esos países, que tan amargas han sido para Nuestro Corazón, no habréis cesado de inspirar a vuestra grey el justo y firme odio con que debe mirarlas" de esta manera se pedía que no se aceptara el movimiento de independencia sino que "recomendando con el mayor ahínco la fidelidad y obediencia debidas a vuestro Monarca" se volviera a la sumisión de "nuestro carísimo Hijo en Jesucristo, Fernando, vuestro Rey Católico". Desde ahí nació el odio en esta relación particular.
Por tanto no es sólo el tema de la adopción en parejas homosexuales la discusión actual, se trata también de un "justo y firme odio" que se ha mantenido a lo largo de nuestra historia, que ha sido mutuo y no ha dejado al país construir una cultura incluyente y tolerante entre los diferentes.
 

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