jueves, septiembre 23, 2010

¿Qué celebramos con el Bicentenario de la Independencia?

Autor: Mauricio López Figueroa
Publicado: E-Consulta, 14 de septiembre de 2010


     La Nación se viste de fiesta. Hemos sido convocados a magna celebración; las calles y avenidas, las plazas y edificios, están lustrosos de nacionalismo y convertidos en espacios heroicos; se nos invita a compartir un espíritu común que nos recuerde el vínculo histórico con lo mexicano: hace doscientos años el sueño de pocos germinó en la conciencia de muchos, sueños y acciones que inauguraron la aventura de un país que, la verdad, no se termina por definir.
     ¿Cuál es el o los significado del Bicentenario? ¿Qué tiene que ver este hecho con las historias y cotidianidades de las millones de personas que nos llamamos mexicanos? ¿Qué es el Bicentenario más allá de los arrebatados discursos de los funcionarios públicos que se adoran a sí mismos y de las atiborradas agendas de los partidos políticos preocupados por perpetuar su versión de "patriotismo"? ¿Dónde quedamos nosotros, los de a pie? ¿Qué es para nosotros semejante hecho de nuestra Historia, más allá de las campañas coloridas repletas de victoriosas campanas, sombreros desparramados y estandartes de oro?
     El movimiento insurgente, como todo hecho histórico, es complejo y requiere distintas miradas (política, social, internacional, cultural, etc.) y contextualizaciones para entender la profundidad y los alcances de tal suceso, y sobre todo para formular los aprendizajes pertinentes en nuestro momento presente. Al revisar el proceso de la Independencia de México es interesante identificar un fenómeno singular que se constata en la historia de otras naciones, particularmente las oprimidas. Durante la década que duró el movimiento insurgente en nuestro país emergió gradualmente una conciencia nacional, una incipiente identidad que animó el despertar de un pueblo en su diversidad. La conciencia de esta diversidad, lejos de ser lisa y llana y de ser aceptada sin más entre criollos y mestizos (de hecho la independencia inició como un movimiento criollo que no reconocía o ignoraba las otras castas), implicó conflictos y fragmentaciones que aún hoy, en muchos lugares de nuestro país, no están resueltas. No obstante, la identidad emergente de hace doscientos años dejaba claro, tal vez por primera vez, que somos diferentes y que esa diferencia resultaba una novedad en la medida en que como pueblo se tomaba distancia de la raíz indígena y española.
     Es fundamental reconocer nuestras diferencias. La mexicanidad no puede ser entendida bajo un símbolo que uniforma las conciencias y las metas de progreso; somos diferentes y en el esfuerzo por valorar y apreciar la diversidad cada individuo estará en posibilidades de afirmarse y contribuir a un mejor país: con mayor armonía, mayor cohesión, mayor capacidad de diálogo, mayor solidaridad. Mayor orgullo.
     En este sentido, es importante subrayar que la identidad es algo mucho más dinámico y sutil, lo cual contrasta con las imágenes estáticas y nacionalistas que los gobiernos y los medios de comunicación intentan posicionar en las conciencias para uniformarlas. La identidad, lo que nos hace diferentes, tiene que ver con el modo en como conviven las distintas maneras de ser y de ver el mundo en nuestro país, por lo tanto, la diversidad supone el reconocimiento y el respeto por lo diferente, supone también la búsqueda permanente de la convivencia, la cual ciertamente no es fácil porque convivir implica siempre e invariablemente la tensión y el conflicto, no obstante el conflicto forma parte de nuestros modos de ser y la clave radica en cuál es nuestra contribución personal a su superación y cómo logramos ponernos de acuerdo. La participación social es la clave de la identidad nacional.
     De manera que recordar la Independencia es actualizar esa diferencia en nuestro presente a partir de dos aspectos que desafían a la ciudadanía actual. Por un lado, el esfuerzo permanente de tomar distancia crítica de lo que "oficialmente" se nos dice e impone como "orgullo nacional" o como "lo mexicano", referentes simplistas y reduccionistas que no promueven una conciencia nacional; cuestionar las historias oficiales que no permiten apreciar la complejidad de los procesos históricos y el papel de las sociedades, más allá de liderazgos mesiánicos y heroicos, en el avance y retroceso. Celebrar la Independencia implica un espíritu permanentemente subversivo frente a lo establecido.
     Por otro lado, la participación social responsable caracterizada por el esfuerzo por contribuir, desde la propia trinchera y con los propios recursos y convicciones, a la mejora de las condiciones de vida compartidas y a la convivencia armoniosa. La participación social es la manera en como se concreta el respeto por la diversidad a partir de las acciones responsables que favorezcan y promuevan la convivencia solidaria, la convivencia interesada en el bien común; la convivencia que no niega ni anula el conflicto, sino que construye sentido desde él. Celebrar la Independencia supone una actitud proactiva que contribuya, respetando las diferencias, al desarrollo de todos.
     ¿Qué es lo que celebramos en el Bicentenario de nuestra independencia? ¿Realmente hay algo que celebrar, sobre todo cuando nuestro país parece resquebrajarse por la violencia, la corrupción y la impunidad? No celebramos el grito, ni las campanas al vuelo o los estandartes y banderas tricolores. A doscientos años lo que celebramos es la búsqueda compartida de ser mejores a pesar de las adversidades, pues festejar la independencia significa seguir peleando por ella.


 

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