Autor: Alexis Vera
Publicado: Puebla on line 4 de septiembre de 2010
Un tema sin duda polémico es la legalización de drogas, en especial en una sociedad fundamentalmente conservadora como la nuestra. Todos en México estamos indignados por las terribles consecuencias de convivir con el narcotráfico, que en este sexenio se ha convertido prácticamente en el enemigo público número uno. Pero como sociedad no se nos ocurren mejores ideas que las del gobierno para solucionar el problema. Queremos continuar con la misma vieja estrategia de policías y ladrones, aunque las evidencias sugieren que las cosas no mejorarán verdaderamente si seguimos caminando por ahí.
El Chicago de Al Capone se parecía al México de El Chapo. En aquel Chicago había violentos ajustes de cuentas entre bandas contrabandistas; corrupción, compra de policías y jueces; robos y crimen organizado, etc. El licor, otrora ilegal, ahora se compra sin mayores problemas en la tienda de la esquina. ¿Significa entonces que legalizar las drogas en México es la solución? Me parece que no es la estrategia que nos liberará del desastre, pero tal vez sea la menos mala de todas.
Con una probabilidad casi nula de que el consumo de drogas desaparezca del mundo, tenemos que pensar en cuál es la mejor forma de convivir con esto. ¿Será la violencia como ahora se ha elegido? Me parece que difícilmente la violencia es una respuesta constructiva a algo. ¿Será entonces la pasividad que se vivió en años anteriores? ¿Hacernos de la vista gorda y no interferir ni ponerle reglas al juego? Tampoco me parece razonable porque entonces el problema proliferará “por debajo del agua” hasta que se asome como un iceberg y destruirlo sea virtualmente imposible. Entrar en un proceso de legalización paulatino y estratético parece ser pues la respuesta menos mala. Sin embargo, cualquier cosa que se haga no será completamente eficaz.
Legalizar las drogas que hoy son ilegales en México es complejo y tomaría muchos años para que la estrategia empiece a dar sus mejores resultados. Sin embargo, me parece que éste es el esquema que más potencial tiene de minimizar significativamente los principales efectos del consumo y tráfico de drogas en el mediano y largo plazo. La complejidad de esta estrategia radica en el enorme esfuerzo de coordinación internacional que requiere. En efecto, para que dé mejores resultados se requiere que al menos Estados Unidos, Canadá y los principales productores del continente americano hagan lo mismo que nosotros. El problema no puede ser abordado solamente desde una perspectiva nacional, se necesita cooperación internacional y, entre más países se involucren, mejor. El liderazgo de la ONU podría ser clave en esta estrategia.
El semanario británico The Economist concluyó recientemente que, ante una eventual liberalización de las drogas a nivel internacional, los países productores y exportadores (como México y Colombia) tendrían más qué ganar, y los países consumidores (como Estados Unidos y Europa Occidental) tendrían más qué perder, al menos en el corto y mediano plazo. Pero su conclusión es que, a la larga, la cosa iría mejor que como estamos hoy para todos.
Legalizar las drogas implicaría que quienes hoy las venden salgan de la oscuridad y la violencia a ganarse la vida como cualquier empresa honesta lo hace. Tendrían que pagar impuestos como la mayoría de nosotros. El precio de estas drogas estaría normado, controlado y gravado por el gobierno; así como las actividades de producción, distribución, marketing, venta y consumo. Muchos productos en la actualidad tienen diversos controles de este tipo. Sólo por nombrar algunos tenemos al tabaco, alcohol y antibióticos. De cualquier manera encontraríamos, como en el caso del alcohol y tabaco, contrabando y mercado negro; pero sería mucho menos grande y violento que el actual.
La mayor parte del dinero que hoy gasta el gobierno persiguiendo narcotraficantes se podría emplear en programas de salud preventiva, tratamiento y educación para minimizar el consumo e impacto en la salud. Esto es más fácil de controlar que una guerra de policías y ladrones.
No es difícil imaginar que a quien menos le conviene la legalización es justamente a los narcotraficantes que hoy gozan de precios exorbitantes en todos sus productos. Y los precios son altos justamente porque son productos prohibidos. Legalizar con inteligencia fracturaría significativamente las utilidades del narco y, por lo tanto, los incentivos para trabajar en esta “industria”.
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