lunes, septiembre 03, 2012

¿A quién pertenece la información?


Autor: José Rafael de Regil Vélez, si quieres conocer más datos del autor haz click aquí
Publicado en: La Primera de Puebla el 31 de agosto de 2012

Entre los años 2010 y 2011 el portal Wikileaks –fundado en 2007- puso al alcance de cualquier usuario de internet cientos de miles de documentos generados por distintos gobiernos, que habían sido manejados de forma reservada, aun cuando su contenido debiera ser de interés público. Se desató la polémica, que aún perdura en estos días: ¿tienen derecho los ciudadanos a conocer la información que les atañe, pero que sus autoridades circulan de manera secreta?
                Por distintos motivos en mayo pasado universitarios generaron un movimiento social que hoy conocemos como “Yo soy 132”. Una de sus principales y originarias demandas fue que la sociedad tuviera acceso a la información que necesita para poder tomar decisiones en los asuntos que le atañen. Los estudiantes señalaban que las empresas propietarias de los medios de comunicación daban al público datos según sus intereses de negocios y no en función del bien público. Y la discusión se amplió: ¿la información es propiedad de las empresas?
                Hoy Julian Assange enfrenta problemas con la justicia de Gran Bretaña y Suecia acusado de delitos sexuales en tanto el gobierno de Ecuador le ha concedido asilo al considerar que tras los intentos judiciales europeos se esconde una decisión de tipo político por haber sido el editor que permitió la publicación de los documentos obtenidos por Wikileaks. “Yo soy 132” se encuentra en el vaivén de la etapa que transcurre en el proceso electoral mexicano actualmente. Aparentemente vivimos días en que dejaron de ser noticia sensacional.
Lo uno y lo otro -y su ausencia mediática inmediata- pueden distraernos de una de las preguntas de fondo planteadas por ambos casos: ¿A quién pertenece la información? Su planteamiento y posible respuesta implican de alguna forma el tipo de ciudadano que cada quién puede ser, de esa magnitud es la situación.
Hace algunos ayeres, cuando el columnista Alberto Barranco Chavarría era mi maestro de historia del periodismo en la Escuela “Carlos Septién García”, nos contaba del origen de la prensa allá en los albores de la modernidad y lo remitía al surgimiento de las “Gazzetas”, hojas publicadas por impresores italianos para circular ágilmente noticias, gracias a la reciente invención de la imprenta.
El surgimiento de lo que hoy conocemos como prensa escrita está indisolublemente ligado a la expansión del comercio propia de los siglos XVI y XVII. Los mercaderes instalados en los puertos como Venecia enviaban a los barcos provenientes de las indias o del Oriente emisarios que tomaban nota de las mercancías. Cuando estos regresaban a tierra firme se imprimían las “Gazzetas” y a la mañana siguiente se distribuían con celeridad entre la población, ávida de las noticias que portaban. Es verdad, también, que aquellas antiguas hojas informaban de asuntos de las ciudades. Sin embargo, su sustento se debía a lo primero, antes que a  lo segundo, y el impresor claramente designaba lo que quería publicar.
Con lo anterior se puede decir que la difusión masiva de la información nació bajo la propiedad del dueño del medio. Muy pronto entró en la jugada el poder político al percibir el potencial de la prensa: la censura siempre existente tomó nuevas dimensiones y nacieron los medios de comunicación oficiales. La información, ahora estaba en manos, también, del aparato estatal.
Y en ese contexto las personas se vieron enfrentadas a la tentación de considerarse consumidoras de los impresos que les eran ofrecidos, como cuando se va al mercado y se toma la manzana o la pera en un puesto u otro porque eso es lo que se puede comprar, lo que está a disposición de quien vende. El surgimiento de alguna forma de la radio y también de la televisión y el cine confirmaron esa primera forma de ver las cosas: medios o estado propietarios; ciudadanos, consumidores.
Hoy, en una cultura de la superficie y del fragmento la tentación es mayor: la de quien se mira viviendo su vida como cuando se está frente del televisor rebosante de canales que podemos recorrer con sólo mover el dedo. Vemos lo que dice Televisa, atisbamos a TV Azteca o a Aristegui en MVS. Nos paseamos por los portales de El Universal, La primera de Puebla o cualquier otro medio impreso o digital. La Información nos impacta pero no nos sentimos sus dueños.
Esta postura de comprador o cliente que considera al Estado o a las empresas como propietarios de la información es muy riesgosa, porque nos enajena, nos hace ajenos de lo que nos compete y es todo lo que atañe a la solución de nuestros problemas.  Hay que abordar las cosas desde otra perspectiva.
Robinson Crusoe y el chico Marlboro –ese que salió en la publicidad de los cigarros- son personajes interesantes: solos contra el mundo, entre la vegetación tropical de la isla perdida o la inmensa llanura de los caballos indómitos, mirando impasibles el horizonte. Solo tienen un pero: no existen ni pueden existir.
Las mujeres y los hombres coexistimos, nos vamos siendo día a día con los demás, por ellos y para ellos. Buscamos a veces diferentes cosas para poder realizar nuestra vida, a veces las mismas. En ocasiones coincidimos y en otras disentimos. Y en medio de todo ello está la comunicación.
Nos comunicamos para poder comulgar: poner en comunión (común-unión) lo que necesitamos, lo que tenemos, lo que nos desborda y que de alguna manera nos sirve para seguir siendo humanos. Y esto que aplica en la amistad, la familia, las relaciones cercanas, es necesario en un nivel más amplio pero no menos fundamental: las cuestiones públicas.
En 1971 salió a la luz un texto conocido como Communio et progressio, del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales. En él se plantea magistralmente el tema: las personas acometen diversas acciones para construir una sociedad en la que puedan vivir con dignidad. Necesitan para ello comunicarse, tener los datos necesarios para decidir, para participar en los asuntos que les competen, para realizar la tarea política que les es propia. En esta perspectiva no es ético que los gobiernos y las empresas se pretendan dueños de la información: los ciudadanos somos y debemos ser sus propietarios pues sólo con ella podremos generar comunión y progreso.
Entendido esto cambian la forma de mirar las cosas y también las actitudes: no somos clientes de datos que seleccionan los que quieren de la oferta existente y que se conforman con la inexistencia decretada por el mercado o la razón de quienes dirigen las instituciones del Estado. Somos ciudadanos que podemos resolver los problemas que nos conciernen en los niveles local, regional, nacional e internacional y exigir a los medios que reconozcan que ese, y no otro es su papel. Son intermediarios entre lo que sucede y nuestro enterarnos. Somos responsables de informarnos y corresponsables de que haya información. Podemos formarnos para percibir críticamente lo que nos es comunicado; emitir nuestra opinión y ponderar la de los demás de cara a las tareas que tenemos pendientes en nuestro aquí y ahora con los ojos vistos en un futuro posible. Debemos exigir el cumplimiento de las leyes de acceso a la información pública.
Hoy podemos celebrar la existencia de las redes sociales, territorios en los que la comunicación puede fluir de otra manera. Sólo que hay que aprender a ser en ellas protagonistas, actores críticos, porque en ese terreno tan de moda no todo lo que brilla es oro y hay demasiada chatarra circulando por todos lados.
En cualquier caso hay que saberse dueños y actuar como dueños: lo que va de por medio son nuestras propias posibilidades de un mundo más habitable humanamente.

4 comentarios:

Alejandrar Rendón dijo...

Muuuy bueno Rafa......!!!

Eveer Aguilar dijo...

Rafa muy interesante, yo soy de la opinion que la informacion debe ser publica, pero el analisis y la actuacion o reaccion derivadis son temas que a veces parecen fuera de nuestro alcance porque estan en el mismo circulo de poder.

Lety Olano dijo...

Felicidades! muy interesante punto de vista, sería muy bueno que además la sociedad quiera ser dueña de la información, que se le pierda el miedo a saber y que se haga uno responsable de la búsqueda del conocimiento

supervisión 72 dijo...

En verdad muy buen artículo, pero nuestra pereza mental evita que hagamos análisis de la información que llega a nosotros, a ello le agregamos lo que los otros quieren que pensemos...