miércoles, octubre 17, 2012

En el centenario luctuoso de Justo Sierra

Autor:José Rafael de Regil Vélez,  si quieres saber más del autor haz click aquí
Publicado: Puebla on line, 25 de septiembre de 2012

     ¿Rememorar a Justo Sierra Méndez, un hombre muerto el 13 de septiembre hace cien años, tiene algo que decirnos a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo? Esa fue la pregunta que me hice cuando escuché la noticia del acto conmemorativo que encabezó en la Universidad Nacional Autónoma de México José Narro, su rector.
     Dado a la tarea de documentarme al respecto, mi respuesta es: ¡sí!
    Justo Sierra, como habitualmente lo conocemos, nació en  Campeche, en 1848, pero la muerte de su papá lo llevó por distintos lugares hasta que llegó a la ciudad de México y en ella se estableció.
     Se graduó joven de jurisprudencia (abogacía), pero antes que eso ya había comenzado a ser conocido como literato. De la mano de r Ignacio Manuel Altamirano frecuentó las reuniones en las que conoció a Manuel Payno, Guillermo Prieto, Vicente Riva Palacio. Fue también autor de cuentos, novela y obras de teatro. Eso habla de la amplitud de sus campos de interés y de desarrollo personal.
     Se formó en la línea filosófica con la que Gabino Barreda rehízo la educación mexicana y que se convertiría en la columna vertebral de la formación del gabinete económico del presidente Porfirio Díaz: el positivismo mexicano, que pretendía llevar al orden y al progreso al pueblo mexicano mediante el uso apegado a la ciencia experimental.
     Con el tiempo revisó sus ideas positivistas para dar paso a una visión humanista que lo llevaría a tener un lugar ilustre entre los propulsores de el sistema educativo mexicano.
      Muy pronto fue catedrático de historia de la Escuela Nacional Preparatoria y allí desarrolló su faceta de docente y autor.
     Su actuación como legislador –lo fue más de una vez desde que fuera Diputado Suplente en 1881- y como funcionario público –fue ministro de la Suprema Corte, Subsecretario y Secretario de Estado -nos permite ver los acentos de su apuesta para México.
     En la Cámara de Diputados promovió en 1881 la ley que dio carácter obligatorio a la Instrucción Primaria y propuso otra para la creación de una universidad nacional.
     Cuando en 1902 por ley se instauró el Consejo Superior de Educación Pública el subsecretario de Instrucción Pública Justo Sierra dio cuenta de su visión de una sistema educativo nacional que abarcara desde el jardín de niños hasta la Universidad.
     En 1905 Porfirio Díaz creó el ministerio de Instrucción Pública y Bellas Artes a cuyo cargo quedó el personaje que conmemoramos. En esa posición estratégica logró concretar la reforma educativa que venía fraguando desde años atrás y que quedó plasmada en la Ley de Instrucción Pública para el Distrito Federal y los Territorios que propuso en 1908 al Congreso.
     En ella manifiesta una de sus inquietudes fundamentales en ese momento: la instrucción pública no puede ser reducida a enseñanza de conocimientos. Debe ser educación integral: el educando debe crecer física, intelectual, moral y estéticamente. La educación debe ser regida por el estado y laica.
     “El maestro Justo Sierra, consideraba que la educación moral ayudaría a la formación del carácter por medio de la obediencia y disciplina, así como por el constante y racional ejercicio de sentimientos, resoluciones y actos encaminados a producir el respeto a sí mismo y el amor a la familia, a la escuela, a la patria y a los demás. La educación física, obtenida por las medidas de profilaxis indispensable, los ejercicios corporales apropiados y  por la formación de hábitos de higiene. La cultura intelectual, el que se alcanzará por el ejercicio gradual y metódico de los sentimientos y la atención, el desarrollo del lenguaje, la disciplina de la imaginación y la progresiva aproximación a la exactitud del juicio. Y por último, la educación estética, que se efectuará promoviendo la iniciación del buen gusto y proporcionando  los educandos nociones de arte adecuadas a su edad. (Bazant, 1993:43)”
     (Ávila, Ana Verónica, 2003, “Reforma educativa de Justo Sierra”, http://www.azc.uam.mx/publicaciones/tye/reformaeducativadejustosierra.htm
      El otro rasgo de su gestión al frente del ministerio fue propugnar por la fundación de la Universidad Nacional, lograda en 1910, una institución separada de los poderes del Estado, cuyo gobierno surgiera del método de conocimiento y de su propia búsqueda del saber. Una universidad gobernada por universitarios.
     Al respecto José Narro, en su alocución sobre el centenario luctuoso del maestro Sierra, señala:
     “El ilustre sabio mexicano trazó y definió la Universidad con precisión. Él pensó en una institución grande y con grandeza. Esa visión suya forma parte de la realidad, de nuestra realidad, desde hace muchos lustros. Él imaginó una institución con alcance nacional, dedicada a cultivar el saber, laica, apartada de dogmas y credos de cualquier signo, con plena libertad académica, formadora de valores y de ciudadanos libres.
     […] Fundó una institución que efectivamente ha participado en las luchas libertarias y democráticas del pueblo mexicano, en el aprovechamiento de los conocimientos universales en beneficio de la sociedad, en la lucha contra la ignorancia y la injusticia. Justo Sierra creó una institución ligada y comprometida con la nación. (http://www.dgi.unam.mx/rector/htmdiscursos/120912.html)
     El programa educativo del Justo Sierra cercano a la muerte da cuenta de la apertura que le permitió transitar del jacobinismo de juventud, el positivismo de la adultez al humanismo de la madurez. Su camino formado al calor de los momentos históricos que vivió lo llevó a pensar que la posibilidad de la existencia de la patria está íntimamente ligada no sólo al crecimiento económico, sino a la educación que permite el progreso social. Las personas integralmente formadas son capaces de poner en juego sentimientos, emociones, afectos, un juicio intelectual lo más exacto posible al servicio de las condiciones de vida en las que tienen que resolver su propia ciudadanía creando un mejor país.
     Este rasgo sierrano había quedado de manifiesto en una de sus intervenciones ante el Congreso, en 1893,
     “el pueblo mexicano tiene hambre y sed de justicia... todo aquel que tenga el honor de disponer de una pluma, de una tribuna o de una cátedra, tiene la obligación de consultar la salud de la sociedad en que vive; y yo cumpliendo con este deber, en esta sociedad que tiene en su base una masa pasiva, que tiene en su cima un grupo de ambiciosos y de inquietos en el bueno y en el mal sentido de la palabra, he creído que podría resumirse su mal íntimo en estas palabras tomadas del predicador de la montaña hambre y sed de justicia... la maravillosa máquina preparada con tantos años de labor y de lágrimas y de sacrificios, si ha podido producir el progreso, no ha podido producir la felicidad...”
     Hoy México es totalmente otro y sin embargo en el fondo subyacen las realidades que preocuparon a Justo Sierra: el desarrollo económico del país deja fuera a muchísimos mexicanos. La injusticia campea, las élites políticas parecen separadas del México real y la educación no ha logrado cumplir su meta de formación integral de mujeres y hombres cabales y capaces para los demás, pues se ha enfocado mayormente a la transmisión de contenidos.
     Hoy, en tiempos de desarrollo macroeconómico que produce exclusión en la microeconomía, y de instrucción más que de educación que atienda a que toda la persona sea capaz de movilizarse para construirse ser humano en la acción misma de construir un mundo más justo, se agradece que haya quien con compromiso real ponga compromiso político y vida intelectual al servicio de la construcción de la sociedad por medio de una adecuada educación.

 

1 comentario:

Margarita de Regil CPBYTA dijo...

Me gusta el artículo porque nos hace cuestionarnos en cómo, al ser educadores, estamos llevando a cabo nuestra labor inculcando el amor a nuestro pais, a nuestras raíces, a esa obsevación estética. Realmente todos los días tenemos grandes cosas que hacer en nuestro pequeño espacio llamado aula, semillero de mexicanos.