martes, octubre 23, 2012

Voces de vecindad

Autora: Ma. Isabel Royo Sorrosal
Publicado:  e-consulta, 17 de octubre de 2012

 
     El término solidaridad en el campo jurídico hace referencia a las obligaciones contraídas in solidum. En el último siglo se ha extendido su uso de manera relevante en las ciencias y acciones sociales: solidaridad como compromiso contraído y condición sólida de la realidad humana. Pero en los tiempos de crisis económicas, con la falta de credibilidad en los políticos de cualquier parte; junto a las violencias físicas, psíquicas y morales a niños, niñas, mujeres, migrantes, pueblos indios, etc.; acechan el desánimo y la impotencia.       
      Los encargados del gobierno de la sociedad obtienen el deber de administrar (servir hacia) unas condiciones de vida dignas y crecientes para todos a corto, mediano y largo plazo. A quienes somos población gobernada nos interesa y también corresponde, buscar salidas desde nuestras profesiones y relaciones familiares, de amigos, en instituciones educativas, iglesias, agrupaciones, etc. Nos interesa porque nuestra vida está en alto riesgo de truncarse, de enfermar, de malvivir. Lograr un ambiente vital, propicio para desarrollar la vida; si no es interés de los gobiernos, es necesidad de todos nosotros.           Requerimos un hábitat donde sea posible la vida. Desde las relaciones de convivencia más próximas tenemos la posibilidad de regenerar la cultura.
     Joaquín García Roca, sociólogo de la Universidad de Valencia, en un reciente seminario en Guadalajara proponía el paso de la lógica de la ciudadanía política a la lógica de la vecindad solidaria, incluyente y mundial. Esta vecindad es construida como la realización cercana, la práctica personal o experiencia directa de los derechos y deberes, de la convivencia intercultural, de la movilización ciudadana, y la formación de redes nacionales e internacionales de solidaridad.
     Las alternativas de mejora de nuestras vidas están vinculadas a las acciones personales vecinales, con los próximos.
     Ya que las universidades tienen la misión de formar profesionales, construir nuevos conocimientos y proponer mejoras a la convivencia humana; ellas pueden ofrecer un gran impulso para que se dé esa transición. Se trata de no abandonar solamente a las leyes y a lo externo a nosotros, la mejora para las vidas de las personas y la sociedad. Necesitamos pasar a ser parte activa de la prosperidad de la vida del vecino, tanto del próximo como del mundial.
     En el mismo sentido y desde otro campo de la actividad humana, nos habla la obra de María Rosa Calvo-Manzano, intérprete de arpa y catedrática en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. En su libro sobre la fisio-psico-pedagogía aplicada a la enseñanza musical, expone el éxito de sus técnicas. Sus alumnos obtuvieron cerca de cien premios internacionales en la década de los 90 y tienen la característica de que inician su vida profesional antes de acabar la carrera.
     Calvo-Manzano está convencida de que se formará una base social más humana en la medida que contagiemos a los niños y jóvenes el gusto por el saber y las técnicas, junto con el humanismo basado en el amor. Trabaja para estudiantes de música de cualquier especialidad con un equipo interdisciplinar: un traumatólogo, una psicóloga-psiquiatra, una especialista en respiración y técnicas de relajación y un experto en acústica.   

     Demuestran que, salvo algunas excepciones, el artista se hace. En nuestro caso decimos que el vecindario, la vecindad se puede formar, por extraño que parezca.
     La clave de esa formación la encuentra en la atención integral basada en el calor de estar cerca del alumno, y de atenderle sin prisas. La proximidad y el tiempo dedicado al otro, logran de manera natural humanizar nuestras relaciones y a nosotros mismos. La ausencia de vecindad es más por falta de interés en ella que de condiciones y posibilidades para desarrollarla.
     La vecindad basada en la cercanía existencial y en la atención sin prisas a los contiguos, se nos presenta como alternativa y rasgo del auténtico ciudadano, miembro activo con derechos y deberes en la sociedad. ¿Nos interesa transformar lo próximo para intervenir en lo global? ¿Oiremos las voces de vecindad solidaria?



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