miércoles, octubre 17, 2012

La cultura de la sospecha

Autor: Ramón Felipe Tecólt González
Publicado: e-consulta, 26 Septiembre 2012.

      La información y el entretenimiento han entrado en la era de la sospecha. Esta era da inicio en la guerra del Golfo, donde la práctica de las televisoras norteamericanas, tanto públicas como privadas, presentan la guerra en directo y transforman al espectador en “testigo” de los hechos, lo que algunos llaman fraudes informativos.
     La era de la sospecha coincide con la época en que las grandes corporaciones de medios imponen una ecuación utilizada anteriormente: Ver=Creer. Nada sucede sin imágenes que “autentifiquen” los hechos. La tecnología ha liberado al hombre de la subjetividad de la representación, y tales avances que han acabado con la representación porque permiten un acceso directo al mundo, sin mediaciones.
     En el círculo información-mercancía, cualquier cosa representada tiende a cambiar de significado: verdadero-falso, real-virtual, presente-futuro; es decir, la evidencia o la transparencia de la imagen no sería más que un engaño. Los numerosos fraudes informativos de los que hoy en día somos testigos, invitan al escepticismo y a la desconfianza en las posibilidades del cine y de la televisión, en restituir la realidad. Los pensadores posmodernistas, encuentran fascinante la negación de la “realidad” concibiendo el concepto de hiperrealidad donde se elimina la distinción entre lo real y las apariencias.
     La realidad de los medios masivos de comunicación, no convida al optimismo y abre camino a especulaciones o escepticismo elitista. Este escepticismo, brinda una variedad de juegos de palabras, frases altisonantes, argumentos ingeniosos o vocablos que justifican toda clase de eventos. Un completo círculo vicioso difícil de romper: la cultura de la sospecha.
     En el documental, principalmente el producido para televisión, este escepticismo y la cultura de la sospecha nos llevan a la conclusión de que los límites entre ficción y no ficción son difusos. Este género cinematográfico se ha convertido en uno de los objetos privilegiados de esa cultura de la sospecha y que gira alrededor de las ideas de falsedad y mentira. Abrir líneas que permitan romper este círculo vicioso es la intención de los discursos enfocados en el razonamiento documental-ficción.
     La práctica habitual de los documentalistas era la reconstrucción de hechos por la supuesta infalibilidad de la cámara fotográfica y cinematográfica al momento de reproducir el mundo real. En la actualidad, han de responder a una supuesta transparencia del mundo y colocan al espectador como testigo, como si la sola presencia del sujeto ante un evento determinado bastase para comprenderlo. Esos discursos pretenden instaurar confianza ciega en la tecnología. Las sospechas que se ciernen sobre el documental se deben a la consideración del mismo como un conjunto de filmes sobre hechos cotidianos.
     Desde sus inicios el documental utiliza imágenes del mundo como materia prima para la expresión personal, ya sea de un director o una institución. Tales imágenes han sido usadas como material poético y la reconstrucción o la dramatización de los hechos, un narrador o bandas sonoras hechas en estudio no alimentaban sospechas de fraude. El documental no tenía nada que ver con el periodismo y a partir de la segunda guerra mundial, esta práctica comienza a confundirse con la de los noticiarios cinematográficos.
      El desarrollo de equipos portátiles de filmación y sonido permite a los realizadores prescindir de las reconstrucciones forjando “un nuevo estilo de periodismo televisivo”, que supone el abandono de los estudios, la desaparición del narrador y la inclusión de entrevistas. Esto da como resultado que la línea entre documental y periodismo televisivo sea más delgada; la proliferación de equipos portátiles influye en la aparición del Direct Cinema. Sin confundirlo con el periodismo, comparte con él la “ética” de la no intervención y de la observación (estricta) de la realidad.
     El cine directo establece un contacto directo con el hombre, conectándolo con la realidad planteando el dilema de la verdad al nivel social, es un cine de la comunicación. Para este cine ya no son necesarios los comentarios acerca de las imágenes, la realidad se muestra y habla, ya no es necesario transformar el mundo, basta con verlo, ya no tiene sentido efectuar encuestas o investigaciones previas al rodaje, el cineasta se esfuerza por imponer la presencia de la cámara ante toda institución que en principio, eluden la visibilidad pero el problema actual es que manipulan y crean su propia “visibilidad”. El cinema vérité se oponía al direct cinema ya que consideraba que la presencia de la cámara acabaría transformando la realidad que se pretendía transmitir como una realidad de la representación. La televisión se ha apoderado de las características formales de éstas dos vertientes del documental y fabrican efectos de realidad que se alimentan en las salas de postproducción provocando un escepticismo de la imagen, por lo tanto la cultura de la sospecha no hace sino alejar el documental de su función social.
     El discurso periodístico ha impuesto la estructura de los documentales en función de los hechos filmados y es necesario insistir en que jamás ha pretendido la transparencia y deja ver sofisticados montajes que ordenan los acontecimientos en base a las intenciones del director o de la institución que los produce. Esto alimenta la cultura de la sospecha en la medida en que expresión personal se opone a objetividad o verdad, excluyendo la posibilidad de reconstrucción de hechos determinados y cualquier indicio de reconstrucción alimenta la sospecha de falsedad o manipulación. La televisión justifica dichas reconstrucciones apelando a la imposibilidad legal de grabar ciertos acontecimientos. El engaño no reside tanto en la reconstrucción sino en el omitir las referencias a dicha reconstrucción en los títulos de crédito o en los comentarios del narrador.
     Las imágenes se han convertido en uno de los componentes básicos de nuestra hiperrealidad o mejor dicho, elementos manufacturados por los mass media que a pesar de su aparente verdad, no se refieren más que a sí mismas.

 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios.: