miércoles, octubre 17, 2012

Hagamos patria: formemos ciudadanos II


Autor: José Rafael de Regil Vélez  Datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 29 de septiembre de 2012

      Septiembre, mes patrio, ocasión de festejos, de orgullo, de expresión de mexicanidad. Puede ser, también, motivo para reflexionar a la luz de nuestra historia quienes somos y cuáles son los compromisos que debemos adquirir o refrendar para construir nuestra nación.
     Por motivos muy diversos –entre ellos la herencia de un Sistema Educativo Nacional generado al cobijo del positivismo- la formación ciudadana no ha sido un interés central en la dinámica cotidiana de las escuelas. Hay quien ha pensado que dar una materia de formación cívica y ética es suficiente, máxime que estuvo ausente de los planes de estudios oficiales durante mucho tiempo.
      Los ciudadanos somos las personas que afrontamos los desafíos de la “civis”, es decir, de todos los asuntos que nos atañen en los ámbitos local, regional, nacional e incluso internacional. A nosotros nos corresponde hacer la gestión de aquello que nos afecta, sostener la estructura estatal, elegir gobierno y –aunque suene a sueño lejano- vigilarlo para que sus acciones ejecuten los programas necesarios para mejores condiciones de vida.
      Pero un ciudadano, en estricto sentido, no nace, se hace. Se forma conforme va creciendo en autonomía intelectual, capacidad productiva, posibilidad de resolver problemas de manera solidaria.
      En una colaboración anterior he señalado la importancia de que verdaderamente se enseñe a pensar a las personas, lo cual significa no solo que tengan la información sobre lo que sucede en su entorno, sino que puedan entenderla, relacionarla, contextualizarla, usarla para razonar cuáles son las decisiones que hay que tomar para que las condiciones de vida sea más humanas y humanizantes (http://textoscirculo.blogspot.mx/2012/09/hagamos-patria-formemos-ciudadanos.html).
     Ahora quiero referirme a la importancia que tiene en el tema que nos ocupa la formación para la convivencia humana.
     Cotidianamente en las instituciones educativas durante una clase los profesores pueden  pedir a sus alumnos que se reúnan en equipo, que realicen algún proyecto o tarea en pequeños grupos. El supuesto es que los estudiantes deben colaborar. Pero la interacción ocasional no es necesariamente una escuela para aprender a crear sociedad.
     En la vida cotidiana convivir implica pasar por las diferentes etapas de la dinámica de un grupo y saber salir airosos en ella ante problemas concretos: aprender a escuchar a los demás y tomar lo que verdaderamente aportan, ejercitarse en la tolerancia, tan desgastada y necesaria para la ciudadanía (http://textoscirculo.blogspot.mx/2012/08/recuperarla-aunque-parezca-desgastada.html), iniciarse en la mediación y resolución de conflictos y en el diálogo sobre la existencia, el sentido de las normas y leyes.
     La vocación profunda de las instituciones educativas es –y debe ser- introducir a las personas en la vida política, allí donde se toma decisiones para resolver lo que el bien común requiere y los conflictos que su búsqueda genera.
     Esta tarea, por supuesto, desborda el límite del aula y se vuelve asunto de todo el centro educativo, que debe devolver a los estudiantes las responsabilidades que les ha confiscado: la organización estudiantil, la participación en la toma de decisiones de su institución, la elección democrática de representantes, la  posibilitación del liderazgo para servir (que cada uno, desde sus propias cualidades, pueda ser líder y ponga sus talentos al servicio de la causa común).
     Con alumnos que velan solo por sus propios intereses expresados en calificaciones no se avanza mucho socialmente; con personas informadas que no pueden interactuar para la gestión que demanda la creación de mejores condiciones de vida, con meros grupos de amigos y no de responsabilidad para que las cosas marchen mejor para todos es muy difícil afrontar los problemas que México vive.
      Hagamos patria, formemos ciudadanos, pero de manera real y no reducidos a la instrucción de una materia como formación cívica y ética. Potenciemos la capacidad de vivir socialmente y participar con responsabilidad política.

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