martes, octubre 30, 2012

¿En quién pienso cuando hago lo que hago?


Autora: Rocío Barragán de la Parra
Publicado: Puebla on Line, 24 de octubre de 2012

     Los ideales educativos implican una responsabilidad que se acrecienta cuando se acompañan del deseo por incidir propositiva y genuinamente en la formación de otros, ahí radica gran parte de la esencia del accionar docente.
     Uno de los mayores desafíos de la educación consiste en instrumentar lo que parece utópico y abstracto, en acciones que generen aprendizajes reales, concretos, atingentes y pertinentes que habiliten a los estudiantes en transformadores sociales.
     Elsie Rockwell y Ruth Mercado en el libro "La práctica docente y la formación de maestros", sustentan que en la docencia Se utilizan e integran los diversos conocimientos sociales y culturales que el maestro posee como persona, más allá de su formación profesional... como sujeto se encuentra en una situación objetiva que lo obliga a echar mano de todos los recursos posibles, técnicos y personales, intelectuales y afectivos para acompañar al grupo; porque saber ser maestro implica la apropiación no sólo de contenido y de teoría pedagógica, sino también de una cantidad de elementos más sutiles e implícitos en esos puntos donde se cruzan lo afectivo y lo social con el trabajo intelectual".
     Es común entre los docentes coincidir en que el esfuerzo, la constancia, la conciencia y el amor por lo que hacemos son fundamentales para promover una educación transformadora e integral, cimentada primeramente en el desarrollo integral de cada uno para entonces ser capaces de impulsar el de nuestros estudiantes.
     Es vital que el maestro sea un investigador activo, actualizado, sensible, propositivo, cercano y solidario; capaz de propiciar sesiones dinámicas, diferentes, documentadas y significativas, pero sobre todo capaz de disponerse y asumirse como desarrollador de personas, que contribuye a hacer un mundo más justo y mejor.
     El Doctor Armando Rugarcía, ex rector de La Ibero Puebla y coordinador del Diplomado de Formación Integral, siempre enfatiza la importancia de que cada docente cuide el sentido de sus acciones preguntándose ¿en quién pienso cuando hago lo que hago? y ¿cómo relaciono eso con mi quehacer y accionar docente?
     Un buen inicio puede ser cambiar la mirada y el enfoque del trabajo: considerar los contenidos temáticos, características y condiciones del grupo (afectivas, curriculares, físicas, psicológicas); con qué actividades refuerzo los propósitos del curso, qué evidencias de trabajo y aprendizaje deseo propiciar, incluir las dimensiones profesionales y sociales que cada alumno necesita desarrollar.
     Bernard Lonergan SJ reveló un proceso conocido método Lonergan que desarrolla la demanda intelectual y afectiva del sujeto, éste consiste en atender, juzgar y valorar o decidir lo que permite aprehender un valor o bien para emitir un juicio de valor. Dichas capacidades se habilitan elaborando preguntas relevantes que funcionan como detonantes críticos del meta-aprendizaje (comprender como aprendo lo que aprendo); su ejercicio continuo desarrolla la habilidad para discernir y relacionar hechos, vislumbrar escenarios, elegir, concientizar y responsabilizarse por las consecuencias de las acciones o decisiones (aprender a decidir y resolver); propiciando el desarrollo integral del individuo y/o grupo.
     Resulta un desafío involucrar a los alumnos en su proceso de aprendizaje, para ello es necesario incluir en la actividad docente la práctica consciente y planeada del aprendizaje significativo; reflexivo y responsable, que traspase los muros del salón.
     El desarrollo del (auto)aprendizaje se promueve al permitir que el alumno entre en contacto con su ser, que reflexione, valore y se responsabilice críticamente de sus pensamientos y acciones (desarrollo intelectual) al tiempo que cuestiona el valor y consecuencias de sus decisiones (desarrollo moral). Se busca fomentar hombres libres, autónomos, emprendedores, solidarios y sensibles, que vean en sus semejantes seres humanos, que sumen y multipliquen "capaces de amar como se aman". 
     En esta óptica es importante considerar la evaluación como un proceso de recuperación del aprendizaje que permite (re)evaluar lo que ha sucedido individual y colaborativamente; el compromiso del maestro está en preguntarse qué ha pasado con los saberes (aprender a ser), las habilidades y técnicas (aprender a hacer), las actitudes (aprender a conocer y relacionarse) y la priorización de valores (bien particular, de orden y verdadero bien), para entonces volver a planear preguntándose siempre ¿en quién pienso cuando hago lo que hago?

 

No hay comentarios.: