martes, agosto 31, 2010

¿Tenemos lo que merecemos?

Autora: Luz del Carmen Montes Pacheco
Publicado: El columnista, 25 agosto 2010

     Hace unos días leí en “Sociología y filosofía de la ciencia” de Stewart Richards, que la sociedad obtiene la ciencia que desea y la que puede pagar. Entiendo que entre más y mejores recursos, traducidos en presupuesto y estrategias de fomento a la investigación, será mayor y mejor el conocimiento que se genere en cada país. Es plausible afirmar que éste es un aspecto que puede marcar la diferencia entre países desarrollados y países en desarrollo.
    La idea me ha estado dando vueltas en la cabeza y pienso que no sólo en ese rubro se da esta relación. ¿Tenemos los bienes y los servicios que como sociedad merecemos?, ¿tenemos el gobierno que como pueblo merecemos?
     Para poder explicar mejor esta idea, describiré con lujo de detalles, dos situaciones muy desagradables que me ocurrieron en menos de cinco días.
     El martes de la semana pasada estuve en una tienda de helados (que lleva por nombre el de una santa) y pedí un helado sin especificar el tamaño; la señorita me preguntó si en vaso o en barquillo, a lo que respondí: “barquillo por favor”, y una vez que me lo entregó, me dirigí a la caja a pagar. Ya en caja, la señorita se me acercó y quería entregarme otro helado igual, le respondí que yo sólo había pedido uno y me contestó que lo había pedido doble. Afirmé que no era así - en todo caso uno doble consiste en un barquillo con dos bolas ¿no? Ella reaccionó cuchicheando algo desagradable a su compañera. Pagué y le dije que debía tener más cuidado al escuchar y al hablar, ella me respondió de manera burlona: “Por eso señora, lo mismo le digo” y las dos señoritas se rieron. Molesta, le pedí que me diera un número telefónico en el que pudiera poner mi queja, ella me contestó: “no tenemos teléfono pero pueden entrar a la página, ¿le doy la dirección?”. Yo respondí “no es necesario, yo la buscaré”. Pasé la siguiente hora muy enojada, no disfruté mi helado y estaba decidida a poner mi queja al llegar a casa. Mandé mi queja, poco antes de enviar este artículo.
     El viernes siguiente, uno de mis hijos me llamó para decirme que había perdido su teléfono celular y que si podía reportarlo pues el servicio está a mi nombre porque él es menor de edad. Aunque yo creo que ese servicio es muy caro y malo, decidí apoyarlo registrándolo a mi nombre pues él es quien lo paga en dinero, aunque debo decir que yo lo pago con corajes desde el día que lo contraté. En fin, sigo. Como tengo muy cerca un centro de atención decidí reportar el extravío personalmente. En la entrada me recibió la persona que se encarga de orientar a los clientes y de asignarles un turno de acuerdo a la operación que vaya a realizar. Le expliqué el asunto y su respuesta fue que sólo necesitaba marcar el *xxx para levantar el reporte. Le expliqué que no teníamos el aparato y que quería un turno para hacer el reporte personalmente. Me dijo que podría hacerlo a través de un número 01 800 y me anotó el número en un papel, lo acepté pero pedí el número del turno. Fui a mi auto para hablar por teléfono y resulta que no tenían servicio (eso sí la grabadora se disculpó y prometió que se restablecería el sistema en el transcurso de la tarde). Regresé muy molesta con el empleado, le dije que no había servicio y me respondió que efectivamente no había servicio telefónico y no tenían sistema, por lo que si quería reportar personalmente el trámite, tardaría hora y media. ¿Por qué no me dio antes esa información? Tampoco importaba si no se reportaba en ese momento, como no había servicio telefónico, nadie podía hacer llamadas con el equipo perdido (ni con algún otro). Terminé por reportar al otro día el aparato extraviado a través del 01 800 pero ya no puse mi queja por el servicio, también lo haré vía correo electrónico desde su página. En esta ocasión estaba aún más enojada, no sólo por el mal servicio, sino porque de no haber accedido a la petición de mi hijo, no tendría que estar pasando por ese mal momento.
     A quién no le ha pasado que desea hacer un trámite bancario por teléfono y después de escuchar un laberíntico menú a través de una grabadora y después de esperar unos minutos más, pues “todos los ejecutivos se encuentran ocupados”, levanta su reporte y le dicen que de todas maneras tiene que ir a una sucursal con su número de reporte. Pero cuidado, si va antes a la sucursal, seguramente le dirán que primero tiene que hacer el reporte telefónico.
     Y con respecto a nuestro gobierno. ¿Le parece justo que se gasten no sé cuántos millones de pesos en los festejos del bicentenario? ¿Qué le parece lo que dilapidaremos en el monumento que se construirá con materiales importados? ¿Por qué no gastamos en libros o material didáctico en el que se relaten historias verdaderas sobre nuestra independencia y nuestra revolución? Estoy de acuerdo con la exhortación que hizo recientemente Paco Ignacio Taibo II en unos de sus artículos: es mejor recordar, honrar y exaltar las ideas de nuestros héroes que exhibir sus restos, de los cuales ni siquiera estamos seguros de su autenticidad, en una ceremonia además, que tiene todo el sello porfirista.
     ¿Se ha fijado usted que en los medios televisivos abundan noticias de desastres y de combate al narcotráfico, pero casi no escuchamos qué ha pasado con la reducción del pago a los jubilados del IMSS? Seguimos con la cantidad: ¿cuántas noticias hay sobre el matrimonio y adopción de parejas de homosexuales y cuántas sobre el posible aumento generalizado del IVA? ¿Será que el aumento de impuestos servirá para pagar nuestro magno monumento?
     ¿Por qué en los periódicos abundan las notas informativas y hay tan pocas notas de opinión? He contabilizado con mis estudiantes estos datos y, si bien nos va, los artículos de opinión fluctúan alrededor de un 20% del contenido de un ejemplar. Claro que no incluimos información comercial; lo que sería un buen ejercicio. La razón más probable es que se trata de un medio informativo, pero creo que la prensa debe ir más allá, debe contribuir a generar opiniones informadas, a construir ciudadanía. La opinión genera posturas.
     Si nos quejáramos a tiempo, si nuestros representantes hicieran su trabajo, si todos votáramos, si aumentáramos nuestra participación en observatorios ciudadanos, otro gallo nos cantara.
     Tendremos servicios y servidores mediocres, mientras sigamos pensando que no hay que quejarse, porque nada pasa; que entre más días no laborables, mejor; que ojalá no llegue el profesor a clase; que es bueno que nos dejen menos tareas; o que son mejores los audiolibros pues da mucha flojera leer.
     Recuerdo que cuando asistí a mi primera junta de padres de familia, la directora de la escuela pidió, a mi modo de ver, acertadamente, que cuando nuestros hijos salieran de la escuela diciendo que no tenían tarea o que al otro día no tendrían clase, no expresáramos alegría. Muchos escolares tendrían otra idea de lo que significan las tareas – en el supuesto caso de que las tareas significaran algo importante para su aprendizaje y no consistieran en simple repetición.

Educación para la tolerancia: buen inicio de ciclo escolar

Autor; José Rafael de Regil Vélez, datos del autor: haz click aquí.
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 26 de agosto de 2010.

     El ciclo escolar 2010-2011 ha iniciado en cada escuela, con sus propias alegrías y preocupaciones. En tanto, en el panorama nacional entre otras muchas cosas coincide con polémicas como la del cardenal Juan Sandoval, el jefe de Gobierno del Distrito Federal y los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) por el reconocimiento jurídico de los matrimonios homosexuales y su derecho legal para adoptar.
     Tras los señalamientos por parte del prelado de “aberración” a las uniones entre personas del mismo sexo, las acusaciones de cohecho entre gobierno capitalino y ministros de la SCJN y las respuestas obvias de los implicados se han desatado una serie de comentarios de todos los tonos en torno a la temática y la actuación de los implicados.
     Descalificaciones van y vienen. Al parecer impera la conversación entre sordos.
     Este y otros asuntos de interés público polarizan las opiniones. Aparecen dos grandes fantasmas: el de la intolerancia, que lleva a que las personas descalifiquen a quienes no piensan como ellos tan sólo por eso: por pensar diferente a ellos; y el de la indiferencia en la cual no importa siquiera lo que alguien pueda decir. Y esto por motivos ideológicos, religiosos, de interés político o por simple desgano. Tan nefasto es el intolerante como el indiferente y en nada ayudan a la construcción de un proyecto de existencia social viable.
     La convivencia civil y democrática no es posible sin el diálogo, sin el respeto al derecho de decir lo que se piensa y que cuando esto sea escuchado también pase por un examen serio desde sus fundamentos: la vida cívica es imposible sin la tolerancia. Se trata de encontrar los puntos de coincidencia en los distintos razonamientos que hay en una comunidad a partir de los cuales se generen oportunidades para construir espacios de vida humana con dignidad, escasos hoy, por cierto.
     Inicia el ciclo escolar. Es una buena oportunidad para que directivos de escuela y profesores diseñen estrategias de formación a la tolerancia, a la posibilidad de una dialogar fructíferamente. Esto requiere de una sólida formación académica que incluya no sólo las ciencias de la naturaleza y sociales, también la de la filosofía que permite enmarcar con seriedad los problemas en su sentido antropológico y ético. Todavía más: de experiencias de contacto con la realidad para en ella hacer búsquedas sensatas de mejora social, política y económica.
     Si los facilitadores de la educación logran estar a la altura de estas exigencias, y no sólo proporcionan información sino que forman en la tolerancia, seguramente será un buen año lectivo.

Eterno recomenzar

Autor: Mauricio López Figueroa
Publicado: Sintésis Puebla, 25 agosto 2010

     Pensar y reconsiderar. Contemplar y ponderar. Plantear y proyectar. Todas las instituciones educativas reinician cursos en estos días. Todas y todos los docentes confluimos y coincidimos nuevamente en un espacio y en un lugar para trabajar con nuestros alumnos para intentar materializar expectativas y deseos, para contribuir a la construcción de un sueño difuso, de un proyecto de orden y sentido social.
     Revisar el programa de un curso, reflexionar sobre los objetivos y las estrategias didácticas para lograrlos; considerar el mismo contenido de clase y las maneras de evaluar el aprendizaje; preguntarse una y mil veces si realmente lo que hacemos tiene impacto en el desempeño, en la cosmovisión y en la actitud del alumno. Ocupar un aula nueva que es la misma de todo el tiempo en la que confrontamos deseos, temores y expectativas; para muchos el aula es un campo de batallas perdidas, para otros andamios en el que se construyen catedrales, ciudades de futuro, redes de esperanza.
     Convivir con los colegas, mirarnos a veces con ojos renovados, a veces con tono cansino y acostumbrado; discutir los viejos tópicos para nuevas realidades, abrir y construir nuestra experiencia a nuevos aprendizajes; participar en las mismas reuniones para discutir las viejas problemáticas que se renuevan cada vez y en cada situación. La institución que nos circunda, que nos formatea, que da forma a un proyecto profesional tramado en la red social que ayudamos a tejer cotidianamente y que nos cobija en un mundo de sentidos y búsquedas.
     Mirar y pensar la realidad y el entorno desde nuestras atalayas de pensamiento; arreglamos un mundo que, aparentemente, no tiene pies ni cabeza. Resistir la vorágine de un mundo inexorable e inmisericorde que nos envuelve y nos consume, pero que, sobre todo, nos desafía y nos proyecta, nos abre posibilidades de realización y progreso. Mirar el mundo una y otra vez, llegar a él sin nunca abarcarlo, agotarlo; reconocer que lo que hacemos en las aulas es siempre posibilidad.
     Inicia un nuevo ciclo escolar, y con él la exigencia de no olvidar lo aprendido y volver a empezar sin desfallecer, porque, al igual que en todos los ámbitos de nuestra vida, creer y confiar se materializa en eterno recomenzar.

martes, agosto 24, 2010

Se prohibe ser gitano

Autor: Guillermo Hinojosa Rivero
Publicación: Puebla on line, 24 de agosto de 2010
De Francia nos llega la noticia: el gobierno está expulsando a los gitanos de su territorio y mandándolos a sus países de origen; principalmente Rumanía y Bulgaria. No importa que los gitanos sean ciudadanos de la unión europea y puedan viajar sin visa a cualquiera de los países de la unión. La noticia trae a la mente algunos de los episodios más siniestros de la humanidad como las repetidas expulsiones de los judíos, o las recientes ‘limpiezas étnicas’.
     ¿Por qué ´La civilizada Francia’ está expulsando a los gitanos? ¿Qué sucederá con los niños que van ‘de regreso’ a un país que no conocen? ¿Cómo espera Paris que los expulsados puedan vivir? El gobierno francés alega que no está haciendo nada ilegal, que se trata de un programa de repatriación voluntaria mediante el pago de una cierta cantidad de euros y que los gitanos expulsados, varios miles, vivían en campamentos ilegales.
     ¿El hecho de que algo no sea ilegal es razón suficiente para hacerlo? Me parece que no. Basta modificar la ley o jugar un poco con las palabras para que algo deje de ser ilegal. Torturar prisioneros de guerra, por ejemplo, es ilegal de acuerdo con la convención de Ginebra. Pero el ejército de Estados Unidos torturó a los prisioneros en Guantánamo. ¡Oh,No, No! En primer lugar esos no ser prisioneros de guerra, ser terroristas. En segundo lugar no aplicó tortura sino técnicas ampliadas de interrogación permitidas por el senado; nada ilegal. De la misma manera, la ley francesa puede permitir la deportación de extranjeros indeseables, de ahí que no sea ilegal expulsar a los gitanos. Tampoco los campos de concentración alemanes fueron ilegales.
    Respecto a la repatriación ‘voluntaria’ cabe otra duda. ¿Por qué habrían de querer irse los gitanos todos al mismo tiempo? Sin duda el gobierno francés los puso en la alternativa de ser encarcelados por vivir en campamentos ilegales o mandarlos a su país natal con unos cuantos euros en la bolsa. ¿Qué es lo que usted escoge voluntariamente?
     Me parece que el meollo de la cuestión, lo que realmente molestó al gobierno francés es la vida en campamentos ya sean legales o ilegales. En esto, el gobierno francés se parece a muchos otros incluido el mexicano. Quien vive en un campamento y se muda cuando quiere a donde quiere es un problema para cualquier gobierno ¿Dónde lo localiza para que pague sus impuestos? ¿Dónde lo cuenta, a la hora de hacer el censo o a la hora de planear los servicios? ¿Dónde va a votar?
     No debe haber gitanos, ni vagabundos sin domicilio fijo porque los gobiernos no pueden tener control sobre ellos. Y el principal trabajo de los gobernantes es tener a la población bajo control; no control carcelario pero sí saber dónde vive cada quien. Piénsese si no en la obligación de los mexicanos de tener un ‘domicilio fiscal oficial’, verificado por un inspector de hacienda, y otro ‘domicilio oficial de elector’; domicilios que no necesariamente coinciden. Al gobierno le importa que cada quien sea localizable, y que tenga además un ‘nombre oficial’. Usted no puede dedicarse a vagar por el país viviendo a ver de qué. Ni puede cambiarse de nombre según le guste; la obligación de presentar a los niños en el registro civil es también un instrumento de control.
     Nada más opuesto a ese control que la libertad de vagabundear que tanto aprecian lo gitanos. Me parece que esa es la verdadera razón por la que le parecen insoportables al gobierno francés, generalmente muy tolerante. No pagan impuestos, no se sabe de qué viven, y no se sabe dónde encontrarlos de fijo para entregarles el correo o los citatorios.
     Pero, pensándolo bien, no sería deseable que quien quisiera pudiera viajar por el mundo viviendo de sus ahorros o haciendo chambas, durmiendo donde se pudiera, sin tener que reportarse a un domicilio oficial. Después de todo, tampoco eso es ilegal. Pero todo el poder gubernamental se opone a ese estilo de vida porque los vagabundos, gitanos o no, honrados o no, son incontrolables.

Ética, política y Educación: ¿El fin justifica los medios?

Autor: Martín López Calva, si quieres conocer el curriculum del autor haz click aquí

Publicación: Síntesis, Puebla, 9 de julio de 2010

“No se puede aceptar la disolución de la ética en la política,
que se torna entonces en puro cinismo…”
Edgar Morin. Método VI: Ética.

UNO: Domingo 4 de julio, 12:17 del día. Llega un correo electrónico a mi dirección institucional (ignoro de qué manera fue obtenida) que presenta una fotografía de un diario local donde se afirma: “Moreno Valle se retira de la elección”. Se lee en las redes sociales que este mismo periódico fue lanzado desde el aire en diversos puntos de Puebla.
     DOS: Domingo 4 de julio, 15:25 hrs. Escucho un mensaje en la contestadora de mi teléfono particular (también ignoro la manera en que fue obtenido el número). Dice literalmente: “Vota por Rafael Moreno Valle, el mejor futuro para nuestro estado…”
     Dos botones de muestra del tono y el estilo que predominó en las semanas que los habitantes de nuestro estado tuvimos que aguantar las “campañas electorales” llenas de actos moralmente cuestionables, descalificaciones personales, infundios, etc. y muy escasas propuestas e ideas para el mejoramiento de la urgente situación social y económica de los ciudadanos.
     ¿El fin justifica los medios? Suponiendo sin conceder que todos los candidatos y partidos tengan las mejores intenciones de trabajar por el bien común de los poblanos: ¿Es válido utilizar medios ilegítimos o incluso ilegales para ganar la elección y poder hacer realidad este deseo de servir a la ciudadanía?
     Si bien la ética y la política no son lo mismo, es necesario, como dice Morin, que haya una relación entre ambas. No puede haber visión ética sin estrategia política para hacerla realidad, así como tampoco puede haber acción política sin una mínima perspectiva ética que la oriente, a riesgo de vivir en el cinismo absoluto.
     Qué urgente trabajar por una educación ética que más que enseñar valores abstractos, promueva en los educandos una reflexión crítica sobre la vida política y un pensamiento estratégico que ayude a realizar proyectos para vivir una verdadera ética en nuestra vida política y social.

martes, julio 13, 2010

La ética profesional: Una necesidad inaplazable

Por Nora Guajardo




La reflexión ética es un ejercicio delicado, ya que requiere capacidad de anticipación: no hay que pretender describir los valores sino entender cómo pueden transformarse, y transformarnos.

(Koïchiro Matsuura, UNESCO, septiembre 2005)



En la actualidad, “…nos enfrentamos a una crisis de valores. Ante el temor de un debilitamiento de aquello que confiere un sentido profundo a nuestras acciones y a nuestra vida, numerosos observadores achacan este malestar al desarrollo de la globalización. Preocupada únicamente por el progreso técnico, ésta sería una materialidad sin alma, incapaz de guiar nuestras acciones, indiferente ante la fuerza de los valores. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? ... ¿Quiere decir que nos dirigimos hacia un mundo sin ética? No lo creo. Siempre existen valores. Incluso podríamos decir que, sin duda, nunca ha habido en la historia de la humanidad, tantos valores presentes.... Es posible incluso que hoy en día existan demasiados valores, ya que la crisis que estamos atravesando indica que hemos perdido nuestra orientación ética y que ya no vemos el horizonte al que debemos dirigirnos.” .

Ante esta afirmación, se ve clara la necesidad de promover una educación para la formación valoral y una educación ética para la formación del ejercicio profesional, porque aunque en auge los valores éticos, tal parece que no están favoreciendo un compromiso ético y social de las nuevas generaciones que en ocasiones buscan sólo el beneficio personal tomando una postura individualista sin importar qué es lo que sucede al exterior de sí mismas. Los problemas que nos aquejan hoy en día, necesitan de la competencia de métodos que hagan de sus procesos, instrumentos valiosos para reducir el deterioro de la humanidad.

El comportamiento ético es una parte muy importante de los profesionistas y debería formar parte de su proyecto y sentido de vida. Actualmente, hay un reclamo social de ética de los profesionistas, se reclama con mayor insistencia en la importancia de incorporar competencias éticas en el desarrollo de su formación profesional.

La formación ética es una necesidad inaplazable en las universidades, y en cada uno de sus futuros profesionistas. El desempeño social de las universidades en este quehacer sigue siendo decisivo ya que formar profesionales competentes, no es suficiente, la formación debe incluir la reflexión de valores y principios, debe incluir la reflexión sobre la ética profesional.

El profesionista debe contar con valores morales, no basta sólo con los conocimientos de su área de formación, debe educarse éticamente y desarrollar valores que le permitan ejercer con dignidad su profesión, de tal manera que le permita buscar el bien común que le demanda la sociedad.

Plantearse lo que debe ser la formación de un profesional competente, no es posible al margen de una formación ética y una formación para la ciudadanía. La profesionalidad comprende, además de competencias, una integridad personal y una conducta profesional ética, como normalmente demandan los ciudadanos. Por eso hoy más que nunca, hay una creciente preocupación porque la educación universitaria se ocupe, entre sus objetivos, formar a ciudadanos responsables de los problemas de la sociedad .

Pero ¿cómo saber si se están formando profesionales éticos comprometidos socialmente? Los valores y la ética profesional ha sido un tema a tratar con los estudiantes universitarios. El Ideario de la Universidad Iberoamericana fundamenta su Filosofía Educativa en “los valores cristianos; el servicio al pueblo de México; la conciencia social colaborando en la promoción de cambios de acuerdo con la justicia social; y la solidaridad en valores humanos con todos los movimientos que en el mundo entero buscan el orden y la paz por la justicia; el respeto a la dignidad eminentemente de la persona humana; la más equitativa distribución de la riqueza, en los ámbitos interno e internacional; la efectiva igualdad jurídica de todas las naciones; y el desarrollo acelerado, armónico y eficaz de todas las comunidades humanas”. (pp. 3) .

Otras instituciones pretenden en su misión, “…formar profesionistas críticos, creativos, innovadores y altamente capaces en lo técnico, pero sobre todo, conscientes de la alta responsabilidad social que les exige lograr una distribución equitativa de los beneficios que la globalización produce” , o bien, “…formar líderes que transformen a la sociedad, que respeten a la persona humana en su dignidad y libertad, que sean responsables, que sean congruentes en el pensar, decir y hacer y que crean y vivan valores como la verdad, la solidaridad, la honestidad, el amor y la justicia con sentido de transcendencia” , otras más afirman, “formar personas íntegras, éticas, con una visión humanística y competitivas internacionalmente en su campo profesional, que al mismo tiempo sean ciudadanos comprometidos con el desarrollo económico, político, social y cultural de su comunidad y con el uso sostenible de los recursos naturales” , y “formar profesionistas competentes, éticos, creativos, productivos y promover el conocimiento y cultura para el desarrollo de la sociedad”

En este contexto, es relevante preguntarse si las instituciones educativas están haciendo operativa su misión, su filosofía educativa, para formar profesionistas con principios y valores prioritarios que conformen su ética profesional. Especialmente importante sería saber si los estudiantes los conocen y comparten y de qué manera se apropian de ellos.

-Publicado en: E-Consulta en la semana del 22 de marzo de 2010

lunes, junio 14, 2010

Del dicho a lo escrito contra la obesidad

Autora: Luz del Carmen Montes P.
Publicación: Puebla on line, 8 de junio de 2010
Que nuestro país ocupa el segundo lugar mundial de prevalencia de obesidad ha sido una de las noticias, que en este año, ha dado mucho de que hablar en términos de políticas públicas. ¿Qué se ha sido escrito al respecto desde el sector gubernamental?
     Aunque el problema tiene muchas aristas, se puede afirmar que principalmente está relacionado con dos ámbitos de acción: educación y salud. Si se consultan las páginas web de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y de la Secretaría de Salud, se encontrarán tres documentos en los que se plantean estrategias para el combate de la obesidad y el sobrepeso. En este artículo pretendo resaltar rápidamente algunos elementos que influyen en la calidad argumentativa de dichos textos.
      En el “Acuerdo nacional para la salud alimentaria. Estrategia contra el sobrepeso y la obesidad” publicado por el sector salud, se formulan 10 objetivos prioritarios de los cuales 6 no se pueden alcanzar sólo por acuerdo. Por ejemplo, disminuir el consumo diario de azúcares, de grasas saturadas y de sodio; e incrementar el consumo de frutas y verduras, dependen de hábitos, recursos y decisiones de la población: un error de formulación. El colmo es el objetivo “Mejorar la capacidad de toma de decisiones informadas…” con base en información y alfabetismo en nutrición y salud porque la capacidad de toma de decisiones no se logra sólo porque se tenga información, se logra a través de un proceso educativo que va mucho más allá. Para rematar, en las conclusiones los expertos afirman que para entender el problema “hay que irse a las causas primarias:”, en seguida listan 8 estrategias de mejora y no causas; y continúan con el párrafo: “Todo ello combinado con los factores socioeconómicos y familiares conducen al sobrepeso y la obesidad…”; esto es, dicen que las estrategias combinadas con los factores conducen al sobrepeso y la obesidad ¿No revisaron el documento?
      En “Lineamientos generales para el expendio o distribución de alimentos y bebidas en los establecimientos de consumo escolar de los planteles de educación básica”, se inicia con los nombres de los secretarios de las dos dependencias y con 11 páginas de “considerandos” que según mi interpretación pueden ser muchas razones que conducen al establecimiento de tales lineamientos. Después, hay 26 páginas que contienen un montón de información que está más relacionada con recomendaciones para estudiantes y profesores, padres de familia y autoridades que con los lineamientos prometidos: desde las definiciones de actividad física, obesidad, orientación alimentaria, personal de salud capacitado, etc. hasta principios de alimentación como guardar una dieta correcta, mantener una dieta variada, beber abundantes líquidos, etc. El contenido de este documento está poco relacionado con lo que promete en el título. Aún su “ANEXO ÚNICO” que tiene mucha información técnica sobre requerimientos, alimentos y bebidas, está lejos de servir para regular lo que quieren regular pues no consideran dos aspectos fundamentales: los requerimientos calóricos y nutrimentales y la ingesta total del educando no se satisfacen sólo con lo que los educandos consumen en la escuela.
     Desde esta última afirmación, considero mucho más pertinente el documento publicado por la SEP (ligado también al acuerdo nacional antes citado), y que se titula “Programa de acción en el contexto escolar”, pues tanto en los principios orientadores como en los objetivos que se declaran, se formulan acciones que consideran a los actores como sujetos con capacidad de decisión, se habla de fomentar desarrollo integral, promover acciones de cuidado de la salud, generar y preservar entornos y ambientes saludables, desarrollar competencias en los actores educativos, impulsar la transformación escolar, promover la práctica regular de activación física, impulsar el desarrollo de hábitos alimenticios saludables, etc. El objetivo general tiene atributos de factibilidad desde lo que puede declarar una autoridad y porque se considera a los sujetos que deciden: “Promover una nueva cultura de la salud mediante el desarrollo de competencias para una vida saludable, entre las que destacan las referentes a prevenir, revertir y disminuir el avance en la prevalencia de sobrepeso y obesidad…”
      No se juzgan aquí ni las intenciones ni las estrategias propuestas por el grupo de expertos que asesoran a los secretarios correspondientes, se afirma que los responsables de la redacción de dichos documentos no tienen el cuidado y posiblemente no tienen la preparación para esta tarea, lo que no es un error insignificante.

El manejo de las TIC, ¿una simple competencia a desarrollar?

Autor: José Félix Victoriano Flores Guzmán
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 10 de junio de 2010

Ya en una ocasión anterior me había referido a la relación entre las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) y la Reforma Integral de la Educación Media Superior (RIEMS) emprendida para la creación del Sistema Nacional de Bachillerato (SNB), donde se privilegia el desarrollo de diversas competencias y una de ellas es el manejo adecuado de las TIC, sea para obtener información o para expresar ideas; Sin embargo, no creo haber agotado el tema y en este momento en que nos acercamos al fin de un ciclo escolar, quiero poner sobre la mesa el papel de las TIC en el desarrollo de diversas competencias, sin el afán de encumbrar a las mismas sobre todo conocimiento, pero sí como un medio muy factible para alcanzarlo.
     De acuerdo a la Secretaría de Educación Pública, “Las competencias genéricas que conforman el perfil del egresado del SNB describen, fundamentalmente conocimientos, habilidades, actitudes y valores, indispensables en la formación de los sujetos … su dominio apunta a una autonomía creciente … en el ámbito del aprendizaje como de su actuación individual y social” permitiéndoles “comprender el mundo e influir en él”…“Otra de las características de las competencias genéricas es que son transversales: no se restringen a un campo específico del saber… su desarrollo no se limita a un campo disciplinar, asignatura o módulo de estudios”. Estableciéndose un espacio propicio para la implementación de las TIC en busca de facilitar el logro de competencias.
     A partir de lo anterior queda establecida la interacción e interrelación de las competencias genéricas, donde una puede ser el insumo necesario para adquirir otra; además, no debemos de perder de vista la creencia de lo impersonal que aparenta el uso de las TIC. Los maestros debemos por un lado a desvanecer la concepción imprecisa de introversión, aislamiento, soledad, distancia y distracción que con lleva implícito el trabajo a través de la computadora y por el otro, a obtener de ella, la mayor de las aplicaciones o usos a favor del desarrollo o adquisición de diversas competencias y no ver su manejo como una competencia aislada. Sería un grave error encasillar la adquisición de esta competencia, en el simple manejo de paquetería o programa en particular, haciendo de lado su aporte como medio para adquirir, organizar, comparar, compartir, presentar e intercambiar productos, ideas y reflexiones.
     El empleo de las TIC no se circunscribe a la parte técnica, manejo de información o adquisición de conocimientos; nos exige a los profesores, el impulso hacia los alumnos para que actúen con autonomía, responsabilidad y valores frente a la comprensión de la realidad de su entorno, reflexionando sus opiniones en busca de una sociedad más justa y equitativa para y con los demás. Es pues el manejo de las TIC, más que una simple competencia a desarrollar.

Responso por los infantes

Autora: Celine Armenta
Publicación: El Columnista, 09 de junio de 2010.


Las efemérides de nuestro país, a partir de este año, incluyen al 5 de junio como día de luto nacional por la muerte de los 49 pequeñitos de la guardería ABC. Apenas lo justo. Pero, estimado lector, yo quisiera ampliar el sentido de esta conmemoración anual. ¿Por qué no decretarlo luto nacional por todos nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes que mueren sin que nadie sea culpado ni castigado?
     Incluir, por ejemplo a las niñas y niños muertos en la infame guerra contra el narco. ¿Acaso es menor la pérdida de los 16 adolescentes baleados a mitad de una fiesta el pasado 31 de enero en Ciudad Juárez, que la pérdida de los bebés de Hermosillo?
     Este año, para el 23 de abril según cifras del senador Escobar y Vega, habían sido asesinados como consecuencia de la guerra anti delincuencia 97 menores de edad. De ellos, 75 tenían entre 15 y 17 años de edad; aquí se incluyen los chavitos de la fiesta de enero. Otras 14 víctimas tenían entre 11 y 14 años; cinco más tenían entre cinco y 10 años, y también se cuentan tres bebés menores de tres años.
     Sumemos también a las niñas y adolescentes incluidas en las cifras de feminicidios de Ciudad Juárez y el resto del país.
     Añadamos también a Paulette: niña, con discapacidad y apenas cuatro años de edad. La suya también es una muerte sin responsables. Otra vida arrebatada impunemente.
    Mas no son todos. ¿Añadimos a las criaturas que viajan y mueren sin cinturón de seguridad, o sin asiento apropiado a su edad? ¿A los que mueren manipulando cohetes para las fiestas o sorteando autos en los cruces de nuestras ciudades? ¿A las y los adolescentes y jóvenes que fueron asesinados cuando comerciaban con su cuerpo, quizás como víctimas de explotación sexual?
     Sumemos, sumemos.
     Añadamos a las víctimas de las parejas que, desesperadas por tener descendencia, se someten a tratamientos hormonales y de otras índoles, que desembocan en partos múltiples de nenes poco viables. Bebés que mueren o que deben sobrellevar dolorosísimos tratamientos para satisfacer el deseo de sus padres y madres.
     Sumemos a las y los jovencitos a quienes la intolerancia de papá y mamá, su silencio, su ignorancia o su propio dolor, los orillaron a suicidarse.
    Y sumemos también a los bebés, niños, niñas y adolescentes que padecen enfermedades serias y son sometidos por sus madres y padres a seudo-tratamientos de embaucadores, que lejos de curarlos los llevan a la muerte. Sumémoslos también. Aquí mismo, en Puebla, hay suficientes representantes de curas dizque milagrosas para cánceres y padecimientos mortales, que engañan y matan.
    ¿Sumamos más? Este pasado fin de semana, en Val-de-Marne, cerca de París, una nena de 16 meses fue "olvidada" por su mamá en el auto familiar. El calor del mediodía y las ventanillas cerradas acabaron con su vida. ¿Hay casos similares en México? Claro que sí: incluyámoslos y sumemos a esos casos los de criaturas que caen en cisternas, los que se echan encima las ollas de agua hirviendo y las cazuelas con aceite.
     Sumemos; tengamos a la mano los nombres de todos estos niños, porque cada 5 de junio dispondremos al menos de 24 horas para pensar en nuestra negligencia de adultos; en el dolor de todos y para nombrar en voz a cada uno de los niños muertos.
     ¿Olvido a muchos? Me temo que sí. Podríamos incluir a muchos que no mueren pero están siendo condenados a vidas enteras de carencias y penurias. ¿No tienes, estimado lector, un vecinito de seis o siete añitos que no va a la escuela? ¿No conoces alguna criatura que debe sufrir todo el día las vejaciones e insultos de un padre borracho? Es posible que sí lo tengas; es probable; casi es seguro que conoces al menos a una criatura víctima de una madre sumida en la desesperación, o de una pareja sometida a presiones económicas extenuantes.
     Recuerdo con claridad a mi alumna preadolescente que, al volver de vacaciones participaba en la socialización de las mejores experiencias del verano. Sus compañeros habían narrado días en la playa o en la huerta de sus abuelos. Al llegar su turno dijo muy seria y tranquila: "Lo mejor de estas vacaciones fue que mi mamá se murió de una sobredosis". Todo el grupo calló; yo también. Conocíamos a la señora en cuestión, y comprendimos que había sido una liberación real.
     Sumemos pues también a todas las niñas y niños que viven infiernos cotidianos. Que no mueren, pero son torturados física y psicológicamente a diario. Aquellos a quienes van dirigidos los insultos y crueles amenazas que entran por mi ventana mientras escribo estas líneas.
     ¿Seguimos sumando? Son muchísimos los niños y las niñas que cabrían en esta conmemoración anual. Y estoy segura de que a la mayoría ni siquiera los vemos sufrir. Eso es lo peor nuestra cultura ha creado el mito de la infancia feliz; un mito tan eficaz, que borra los recuerdos de nuestra propia infancia y nos ciega ante la infelicidad de nuestros niños.
     Para sobrevivir como especie es una ventaja evolutiva creer que ser pequeño es ser feliz. Así, creemos honestamente que traer niños al mundo equivale hacerlos felices. Otra función de este mito es anestesiar a los papás y mamás, y en general a los adultos que tenemos nenes a nuestro cargo, ante el dolor, el malestar y el enojo que nosotros mismos causamos a los niños, incluso cuando los amamos mucho. Por supuesto, todo empeora cuando los papás no aman a sus nenes.
     Muchos, muchísimos, no los aman. Otro mito dice que esto es imposible, pese a ser evidente. Pero eso es otro tema y no quiero mezclarlo con el de la infelicidad de los chiquitos.
     Al creer el mito de que los niños son esencialmente felices, los adultos no nos sentimos culpables, y podemos cerrar los ojos ante la absoluta y desgarradora impotencia infantil. Los adultos no vemos su sufrimiento. ¿Reconocemos, por ejemplo, el dolor del abandono que sufre un nene o una nena al ser desplazado por la hermanita recién nacida? No lo vemos. Creemos absolutamente en el mito de la felicidad infantil, aunque el niño llore, patee y hasta deje de respirar a veces.
     Los niños y las niñas deberían nacer cuando se les desea; cuando se han sopesado las consecuencias de su nacimiento; cuando se han previsto sus necesidades. Para ello debe asegurarse el control de la natalidad y la interrupción de embarazos no deseados. Luego, debe haber una red de servicios suficientes y de calidad, sin riesgos de incendios y masacres, para las madres y padres trabajadores. Y la educación debe ser de calidad, en todas y cada una de las escuelas. Y esto sólo para empezar.
     Sea pues dolorosamente bienvenido el día de luto nacional. Cada año, al menos un día nos obligaremos a recordar que los niños y las niñas sufren y mueren por nuestra culpa, por nuestra complicidad o nuestro descuido; y que deben modificarse leyes y costumbres para poner alto a una barbarie incompatible con nuestra realidad y nuestro siglo; porque, como nos recordará cada año el calendario justo en el 5 de junio, lo que estamos cometiendo contra la infancia se llama matar; matar impunemente.

El campo como solución al problema de desnutrición y obesidad

Autora: Yossadara Franco Luna
Publicación: E-consulta, 10 de junio de 2010.

Hoy se habla de la obesidad y la desnutrición como grandes problemas alimentarios en el país, pero prácticamente se ha dejado de lado otro problema que es tanto o más fundamental, y que podría resolver los dos primeros: la pérdida de la soberanía alimentaria.

     Las raciones de nutrientes de mayor valor biológico como carne, leche, huevo, pescado y frijol que ya de por sí antes de 1982 eran mínimas, hoy han sido severamente reducidas o han desaparecido completamente de las mesas de los hogares mexicanos, lo que ocasiona que una significativa proporción de niños presenten cuadros severos de desnutrición, aún si son obesos.
     Como siempre, la historia puede dar luz para entender nuestros problemas.
     Tras la Segunda Guerra Mundial, entre 1947 y 1965, México asombró al mundo por su elevada tasa de crecimiento agrícola con una expansión media anual del 6.1% en términos del PIB. El llamado "milagro mexicano" significó una pródiga fuente de divisas que financiaron la importación de bienes de capital para el desarrollo industrial en las que más de la mitad de las exportaciones nacionales de mercancías provenía del campo. Éste satisfizo la creciente demanda interna de alimentos y proveyó las materias primas que requería un país en rápida industrialización y urbanización.
     Pero con la reincorporación total de los países europeos y de Estados Unidos al mercado mundial, dejaron de ser necesarios los productos mexicanos en otras naciones, lo que desencadenó, a partir de 1966 hasta 1976, una crisis en la producción de alimentos. A lo anterior hay que añadir la creciente ola de corrupción al interior del gobierno, razón por la cual éste ya no pudo hacerle frente al conflicto económico que se estaba desencadenando. Ambas cuestiones causaron que el país perdiera su soberanía alimentaria y comenzara a depender de la producción extranjera de alimentos.
     La dependencia alimentaria se convirtió así en un serio problema que ocupó un lugar relevante en el ámbito académico y político, y que dio lugar en 1980 a la creación del Sistema Alimentario Mexicano, pero el problema no se resolvió.
     Vemos entonces que las causas de la dependencia alimentaria, derivada de la crisis agrícola, se pueden agrupar en tres grandes rubros. Primero, el gran rezago acumulado durante la larga recesión agrícola de 1966-1976. Segundo, la reducción del subsidio y crédito a este sector, que originó la producción de autoconsumo. Tercero, la demanda interna de estos productos, que creció en proporción superior a la oferta. Era urgente comprar en otros países lo que el nuestro necesitaba.
     Todo ello dio lugar al aumento del consumo de productos de origen extranjero que, aunque más baratos por los altos subsidios inyectados en su país de origen, para las mayorías empobrecidas la factura siguió siendo cara, y razón por la que cada vez se redujeron más las posibilidades de nutrirse mejor. Es por ello que sigue siendo más barato comprar tortas y refrescos que comer sanamente.
    A finales del mandato de Miguel de la Madrid, éste declaró públicamente que la soberanía alimentaria no radicaba en producir alimentos para un país sino más bien en tener la capacidad adquisitiva para comprarlos, pero ¿cómo hacerlo si seguimos sumergidos en una crisis económica de la que desde 1982 no hemos podido salir?
    Dejar de depender de lo que producen otros países y proveernos de alimentos es tarea del campo acompañado por el Estado, el cual tiene que dar un paso decisivo en la planeación y ejecución de políticas públicas dirigidas a este sector porque el problema de la desnutrición y obesidad requiere más que regular tienditas escolares.
     Pero mientras el gran paso se da, en educación hay que hablar no sólo de desnutridos y obesos sino de otra manera de vincularse con el campo, lo cual posibilitaría un nuevo tipo de desarrollo y la solución estructural a algunos de los grandes problemas nacionales. No hemos entendido que muchas de las dificultades de nuestro país, en realidad se han generado por la veneración al estéril asfalto y por no apostarle a la fertilidad del campo.