Autor: Eduardo Almeida
Publicación: La jornada de Oriente, 1 febrero 2007
Ya llevamos un sexenio “del cambio” y otro que empieza por el estilo sin que se vea una verdadera voluntad política de enfrentar el problema educativo de México, y de darle el lugar prioritario que amerita en las políticas públicas.
Desde luego que por fortuna no todo depende de la burocracia federal, ni de la estatal, pero ya es tiempo que contemos con un liderazgo político de calidad en la educación nacional.
Se dice que el actual y el anterior está formado por “equipos que aprenden”, pero mientras aprenden, los niños y jóvenes no aprenden, y los problemas educativos que arrastramos siguen vigentes. Son recurrentes los señalamientos de la baja calidad de nuestra educación básica (veánse informes del Instituto Nacional de Evaluación Educativa, 2004; de la Organización de Comercio y Desarrollo Económico, 2005; del Observatorio Ciudadano de la Educación, 2006).
Tenemos una SEP que ya debiera haber aprendido, un Sindicato Nacional que no quiere aprender, una cultura magisterial que obstaculiza a los maestros que sí quieren aprender, un sistema educativo empantanado. Mientras tanto vamos adoptando modas y modos que no ayudan: a) Una educación para los “recursos humanos” en vez de una educación para una sociedad libre; b) una educación sometida a una lógica mercantilista en vez de una orientada al desarrollo de sujetos sociales críticos y creativos; c) una educación que prepara para la guerra, para la “competitividad”, en vez de una que fomenta el vivir con los demás para el bien de todos; d) una educación en manos de tecnócratas en vez de una en las de aquellos que pueden dar un sentido al conocimiento y al afecto humanos; e) una educación que legitima nuevas formas de racismo y clasismo en vez de una para todos los mexicanos. ¿Será posible vislumbrar una salida a esta tragedia nacional?
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