Autor: Mtro. Bernardo Reyes Guerra
Publicación: e-consulta, 21 nov. 2006
El cambio parece ser la tónica de nuestros tiempos, la innovación es una de las cosas más valoradas, por lo que vale la pena reflexionar sobre el asunto. Desde el viaje de Marco Polo, en Europa nació lo que hoy llamamos el paradigma de la modernidad, que no es otra cosa que analizar la realidad desde la razón científica-tecnológica y el cambio en la manera de tomar decisiones, basándolo en la razón, pero no en cualquier razón, sino el que tenga datos que se puedan tocar, medir y contar, eliminando del contexto cualquier elemento de esperanza, significación, intuición, emoción, etc.
Este paradigma cambió la concepción de futuro, del diseño de la visión de la sociedad; ahora el avance del tiempo implicaba un avance en el desarrollo, cambiar se hizo necesario, indispensable. La educación también cambió, se empezó a concentrarse en fomentar el nuevo paradigma de innovación para eficientar. Quizá fue no tanto el paradigma de la modernidad, sino su efecto, la modernización, lo que hizo que la educación se concibiera como el aseguramiento del funcionalismo, desde donde se diseñan los cambios culturales, donde preservar se hizo sinónimo de ser retrógrada.
Los cambios culturales, ahora fundamentados en razones científico-tecnológicas requirieron indicadores medibles y tangibles, por lo que los recursos y la capacidad de realizar transacciones con ellos, invadieron el pensamiento. Todo aquello inconmensurable empezó a ser despreciado, pues se concibió como algo que no tiene valor, ni propio ni comparativo. Nación un mundo con visión ordinal, perdiéndose lo cardinal.
En este marco de referencia, la innovación se concibió como la habilidad más preciada, innovar hacia la eficiencia de los indicadores es lo que conduce más rápidamente al futuro concebido; la innovación incremental es la que optimiza inversiones, infraestructura y maximiza utilidades con liquidez; esto, está basado en la concepción de que el futuro es igual al pasado, pero más rápido y más exigente y sobretodo en la idea de que siempre su resultado será significativo y bueno para el hombre.
La suposición de que los motivos del hombre son solo razones, es un mal recorte de la realidad, pues la historia muestra que los motivos son razones, emociones y concepciones, por lo que en este ámbito habrá que revisar con más cautela qué tipo de innovación / educación se requiere.
Recientemente estuve de visita en el Museo del Agua en San Gabriel Chílac, unos 15 Km sobre la autopista de Tehuacán, Pue. hacia Oaxaca, y allí con una creatividad impresionante se pone de manifiesto un concepto integral de innovación, que no solo trae armónicamente nuevas tecnologías, solares, eólicas, etc., sino que también revaloriza a los pueblos autóctonos y redescubre prácticas culturales eficaces en términos integrales hombre-entorno y que al usarse en el diseño de infraestructura de agua, ha realizado impactos sociales, culturales y tecnológicos que revelan una nueva forma de innovar y visualizar las relaciones del hombre, www.alternativas.org.mx.
El Museo es un ejemplo claro y cercano para enfrentar los problemas profundos de nuestro mundo, si visualizamos a la educación como la capacidad de ejercitar: reflexión, discurso y acción sobre lo que debemos custodiar o cambiar de nuestra cultura, pero sin exclusiones de ningún tipo; así el desarrollo no sería a ultranza, sino basado en una sostenibilidad integral de la sociedad naturaleza mercado- estado. La inclusión en nuestro discernimiento integral con los elementos con que nuestra inmediatez local está formada y con lo que se interrelaciona, quizá pudiera ayudar a resolver problemas importantes de nuestros hábitos actuales.
Un reenfoque de la educación se antoja conveniente, no solo para credencializar a los alumnos, ni concentrada en los primeros 25 años de la vida, sino más bien a lo largo de toda la vida; una educación centrada en el aprendizaje para provocar el ejercicio de la autonomía, de la capacidad de autoregularse, de diseñar las esclavitudes necesarias para ser libre; una educación que fomente el reconocimiento y la riqueza del multiculturalismo, como fuente de diversidad y riqueza de perspectiva y opción; una educación que invite a ejercitar el juicio de la práctica y su impacto desde lo personal, desde lo social y consensuado con los demás. Una educación donde prosperidad no es solo posesión, sino ejercicio de libertades; una educación donde la justicia es regulada por un marco jurídico en armonía con el amor, el dar gratis; donde la civilidad es una competencia común; una educación donde se fomente la innovación y el emprendedurismo en este sentido, desde una perspectiva cardinal humana y social.
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