Autora: María Isabel Royo Sorrosal
Publicación: La jornada de oriente, 2 nov, 2006
A finales de octubre, la Red Nacional de Investigadores en Educación y Valores llevó a cabo su sexta Jornada nacional en la Universidad de Monterrey y la Universidad Autónoma de Nuevo León. La conferencia inaugural estuvo a cargo de Luis Villoro quien reflexionó acerca “De la idea de justicia”. De los griegos a nuestros días -nos decía- se pueden observar dos sentidos de justicia: la justicia como deber y la justicia como bien. Frente al sentido de justicia normativa y universal presente en los presocráticos, basada en el deber ser retomado por Kant; encontramos en Aristóteles y después en la Edad Media, otro modelo de justicia que persigue un fin valioso, una justicia que busca la realización del bien.
Estos dos sentidos de justicia son complementarios aunque dan lugar a diferentes realidades según a cuál de ellos se otorgue la prioridad. Si tomamos la justicia como deber, el justo es “quien cumple una norma universal de la naturaleza o de la razón”; y si consideramos la justicia como lo valioso, el justo es “quien actúa conforme al bien”, quien busca realizarlo. La vinculación de ambas perspectivas se manifiesta en que la norma general se dirige hacia un fin valioso para todos; así como este fin bueno común se manifiesta, a su vez, en reglas universales. Pero, aunque se dé esta relación entre ambas tradiciones –la presocrática o de universales y la aristotélica o de bienes-, los productos surgidos de ellas son divergentes: el liberalismo individualista frente a la idea de comunidad y valores, el consenso racional frente al consenso por el bien comunitario, el sujeto universal frente a la persona situada buscando sus fines en sociedad, y la tolerancia de concepciones sobre el bien frente a la solidaridad que elimina la exclusión.
La afirmación de la idea de bien común frente al liberalismo de la modernidad, implica la entrada a una ética de nivel superior donde se da el reconocimiento del otro. El justo es quien realiza el bien común, el bien que beneficia al otro. La reciprocidad reconoce al otro como semejante, sin lo cual no hay vida ética, que se basa en el reconocimiento mutuo de la libertad -como diría José María Mardones (1943-2006)- libertad responsable, única que nos lleva a la realización humana. La interpelación de las personas por la que nos sentimos obligados a responder, busca salidas éticas, humanas, que nos hacen reconocer la coexistencia y establecer una convivencia digna y responsable. Además, la ética tiene la capacidad de sustentar las instituciones que son espacio social para la interacción de las libertades, y desemboca en la política… lugar natural de la realización de una vida buena para todos.
Una de las principales amenazas actuales de la ética es la ausencia de búsquedas sobre los fines de la vida. Falta reflexión acerca del porqué y para qué humanos. La elaboración del sentido y dirección de la existencia es tarea obligada para el rumbo y calidad de vida de los seres humanos. Su escasez sólo puede ocasionar el desastre del vagabundeo inconsciente de las sociedades.
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