Autora: Celine Armenta
Publicación: La jornada de oriente, 17 de Mayo de 2007
Para muchos, actuar con ética equivale a ser imparciales con propios y extraños; esta es la ética de la justicia ciega. Otros consideramos que es mejor tomar en cuenta las relaciones y los sentimientos de los demás, y actuar con responsabilidad social, sin pretender ser imparcial con todos. Ésta es la ética del cuidado, que según descubrió hace ya 30 años Carol Gilligan, caracteriza el desarrollo moral de las mujeres. La ética del cuidado supone mayor madurez, y asegura mayor calidad de vida, aunque el pensamiento y las estructuras patriarcales insistan en colocar a la imparcialidad como la medida de lo ético.
En marzo de 2005, Lydia Cacho nos enseñó lo que es comportarse correctamente, siguiendo la ética del cuidado. Al publicar Los demonios del Edén, Lydia comprometió su vida para proteger y defender a decenas y quizás cientos de niños, y sobre todo niñas, víctimas de abusos sexuales, quienes de otra manera hubieran sufrido también el silencio y el olvido. Lydia les dio voz a estas criaturas, algunas de sólo 5 años de edad, para denunciar a su victimario: pederasta, violador y pornógrafo, que actuó al resguardo de redes de protección, corrupción e ineficacia policial y política. Como quien cuida a sus propias niñas, o a sus hermanitas, Lydia ha empeñado en esta defensa su salud, su libertad, su tranquilidad, y su integridad física.
¿Pero, quién cuida a Lydia? La semana pasada alguien atentó contra su vida; no hay otra explicación posible para los birlos cercenados de su automóvil. ¿Quién fue? ¿El criminal sin conciencia hospedado en el penal de La Palma? ¿O su amigo empresario, protector y cómplice? ¿O las autoridades que se escudan en el cumplimiento de la ley y los principios de imparcialidad? ¿O alguien que pretende congraciarse servilmente con las autoridades? ¿O acaso algún enemigo político o personal de las autoridades, buscando enlodarlos aún más? Hay que averiguarlo y pronto; porque la impunidad invitaría a la reincidencia.
Si las autoridades no son culpables, no deben tolerar que pase un día más sin esclarecer el atentado. Es mucho lo que está en riesgo. Por su parte, los legisladores deben concluir la investigación sobre la posible responsabilidad del Ejecutivo Estatal en la violación a las garantías individuales de Lydia, en vez de erigirse en defensores a ultranza de aquél a quien investigan.
Y la sociedad civil, usted y todos, debemos proteger a Lydia y a su causa; porque contrario a lo que afirmó alguna diputada, este no es un juego: las niñas y niños violados y sexualmente explotados siguen esperando justicia. Ciertamente un hombre está siendo juzgado, pero tiene un enorme poder económico y una red que podría asegurarle la impunidad, como suele suceder en nuestro México. Este es un drama humano, que puede convertirse en otra vergüenza para todos, o en un capítulo singularmente ético en la historia. Nuestra mirada vigilante y nuestra denuncia deben cuidar a Lydia, porque ella está cuidando de quienes más lo necesitan.
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