lunes, marzo 23, 2009

La calidad educativa y “el gen finlandés”

Autor: Martín López Calva
Publicación: La Jornada de Oriente, Pendiente

La periodista Toni Martínez publicó el pasado domingo en “El país semanal” una ingeniosa entrevista ficticia a una investigadora española también de ficción que nos da mucho qué pensar sobre la tan necesaria y tantas veces intentada y frustrada “reforma educativa”.
Citar este ejercicio de ironía sobre la reforma educativa española viene a cuento ahora que está en el centro de la discusión la tan traída y llevada “Alianza por la calidad de la educación”.
En esta entrevista se informa que una investigadora en Biología molecular ha sido comisionada por el Ministerio de Educación para “encontrar el gen finlandés, que permitirá, una vez injertado en los recién nacidos españoles…” poner a la educación de España en los primeros lugares del ranking mundial.
El encargo parte del supuesto de que es más fácil descubrir e injertar el “gen finlandés” en los niños españoles que destrabar todas las redes de obstáculos que impiden lograr una reforma educativa exitosa.
Cuando leía el texto, a la vez que reía de este ejercicio humorístico sobre el fracaso de los intentos de reforma del sistema educativo español, pensaba con preocupación y frustración que su contenido podría ser aplicable a la realidad de nuestro país.
¿Será más sencillo descubrir e injertar el “gen finlandés” en nuestras futuras generaciones que construir propuestas inteligentes y viables para elevar la calidad educativa en México? ¿Será más viable buscar el gen que hace que los niños y jóvenes finlandeses obtengan excelentes resultados de aprendizaje que lograr poner de acuerdo a los diferentes actores sociales responsables de reformar un sistema educativo que demuestra evaluación tras evaluación sus profundas debilidades?
Es necesario caer en la cuenta de la enorme complejidad del desafío de reformar la educación y elevar la calidad del aprendizaje porque esto requiere de una profunda transformación de las prácticas educativas, pero trasciende este nivel porque necesita como condiciones de posibilidad la transformación igualmente radical de las estructuras organizativas (la SEP, el SNTE, las asociaciones de padres de familia, etc.) y de la cultura que permea tanto las prácticas como las estructuras.
Lo anterior requiere de una participación social informada, inteligente y responsable que se sustente en datos sólidos, interpretaciones significativas, reflexión crítica, propuestas innovadoras y políticas públicas renovadas que construyan probabilidades reales de cambio.
Es por ello que la consolidación de programas de posgrado –como el doctorado interinstitucional en Educación de la UIA Puebla que inicia el proceso para su tercera generación- que formen nuevos y buenos investigadores, capaces de incidir en la construcción de una cada vez más amplia y mejor participación social, en la propuesta de políticas públicas que regeneren las estructuras educativas en descomposición y en la reflexión filosófica que transforme la cultura educativa, es imprescindible para evitar que la única posibilidad de mejora sea “el gen finlandés”.

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