martes, marzo 03, 2009

¿Qué educación superior es pertinente socialmente?

Autor: Eduardo Almeida Acosta
Publicación: E-Consulta, 3 de marzo 2009


Recientemente ha vuelto la inquietud en los medios académicos por la pertinencia social de la educación. Voy a presentar varias aproximaciones en relación a la Educación Superior.
Ortega y Gasset, después de irse a terminar su formación filosófica en Alemania señalaba a principios del Siglo XX cuatro tareas para la universidad: Formar buenos profesionistas; preparar buenos investigadores que por las exigencias que implica la investigación no serían muchas; transmitir la cultura, entendiendo por la misma el conocimiento de información general que un profesionista no puede ignorar; y ubicarse en la realidad histórica, universidad siempre abierta a la plena actualidad y sumergida en ella; y además realizar su utopía que es de ser “ un poder espiritual, representando la serenidad frente al frenesí, la seria agudeza frente a la frivolidad y la franca estupidez”.
Retomo esta interesante postura refiriéndose ahora a cuatro aproximaciones recientes que como la anterior considero nos enfrentan a la deshumanización que permea en algunas modas universitarias actuales.
Adolfo Nicolás, actual dirigente de la Compañía de Jesús, basándose en una propuesta de Diego de Ledesma primer rector de la ahora Universidad Gregoriana de Roma que en el Siglo XVI se refería a los espíritus de una universidad pertinente señala cuatro: Utilitas, formar personas útiles para su sociedad a través de la docencia y la investigación; Justitia , la formación debe servir para enfrentar todo tipo de abusos y responder a las necesidades sociales; Humanitas, “el atributo que da decoro, esplendor y perfección a nuestra naturaleza racional”, una visión esperanzada del ser humano; Fides, la fe como vivencia difícil de formular, que no se encierra en el miedo, ni excluye a los diferentes, pero que afirma experiencias que hacen crecer en humanidad. Estas cuatro características las resumen los jesuitas actuales proponiendo una formación de personas competentes, comprometidas, conscientes y compasivas capaces de empatizar alegrías y tristezas de los demás. Con esto afirma Adolfo Nicolás se pueden inspirar futuros.
David Fernández, rector actual de la Universidad Iberoamericana Puebla, afirma que la mejor universidad es la “que entienda mejor la realidad en la que inserta y contribuya a transformarla con mayor eficacia”. Habla de la necesidad de historizar la universidad, es decir, de volverla un elemento activo de la estructura social, que sea instrumento del saber y no instrumento de dominación. Por eso tiene que repolitizarse, asumir la dimensión política inevitable, “desde la voluntad de transformar la sociedad para hacerla más justa y equitativa”. Pero hay que ubicar bien esta repolitización dentro de su carácter universitario. Como señalaba Ignacio Ellacuria, el jesuita asesinado en 1989 en el Salvador, que inspira la propuesta de David Fernández: La universidad debe generar conocimiento; debe generar conocimiento pertinente a la realidad de su entorno y hacérsela llegar; y debe dar prioridad al conocimiento útil para las capas más desamparadas de la sociedad. Desde esta perspectiva es una obligación teórica y ética de incidir en lo político.
María Eugenia Sánchez, sintetiza una reflexión que ha preocupado y ocupado a un grupo de académicos de la Ibero Puebla, se refiere a la necesidad de una universidad en contexto de encrucijada, con tensiones, en la incertidumbre. Una universidad que enfrenta desafíos sociales, consciente de sus estructuras y procesos académicos reales, más allá del discurso. Una universidad dispuesta a romper modos de conocer, incluyente y plural. Una universidad andando, orientada a lo sustancial humano, con lucidez, consciencia de límites y audacia. Una universidad que sabe relacionar proyecto académico y proyecto social.
Pablo Latapí, al recibir el Doctorado Honoris Causa de la UAM, planteó los riesgos que a su parecer enfrentan hoy las universidades mexicanas; a) La desorientación que provoca el objetivo de la excelencia, ya que educar no es proponerse lograr gentes que traten de pasar por encima de los demás a cualquier precio, sino que desarrollen sus capacidades, maduren y tengan la disposición permanente a seguirse superando, preocupándose porque esto sirva a los demás. b) La carencia de una definición clara de lo que entendemos por calidad en la educación. Pero no es educación de calidad la que favorece la autocomplacencia, el egoísmo, sino la que estimula a ser mejores y hacernos conscientes de que estamos necesitados de los demás. Latapí propone como calidad el lograr el hábito razonable de autoexigencia, moderado por la solidaridad con los demás, el espíritu de cooperación y el sentido común. c) La concepción parcial del conocimiento que implica la “sociedad del conocimiento”, que lo limita al necesario para conquistar mercados, práctico, vinculado a la economía, el que asegura el éxito en la competencia. Es un ideal incompleto y equívoco. Las universidades existen para crear y promover todas las formas de conocer que requiere una sociedad, no deben reducirse a los talleres del “ homo faber”. La universidad no es un apéndice de la empresa. La universidad debe promover el rescate de nuestra humanidad disminuida. d) La prisión del conocimiento racional, conocimiento que es válido pero no el único. La educación para Latapí ni empieza ni termina en los territorios de la razón. Existen el mundo simbólico y el artístico, lo dionisíaco, la ética, el respeto a los demás y a la vida. Termina Latapí su exposición que recomiendo leer en extenso, señalando que los educadores seguirán corriendo tras sus utopías, y experimentando los riesgos de la precaria libertad, seguirán teniendo esperanza.
Frente a estas cinco posturas en relación a una educación pertinente que enfrenta los desafíos del presente, luchando contra la deshumanización que sufren las universidades, a manos de seudo-educadores frívolos, banales, bribones, presento en forma un tanto caracterizada la propuesta de la universidad corporativizada. Jane Buck, expresidenta de la Asociación Americana de Profesores Universitaria, trina contra este tipo de universidad. Expresa que el rector se vuelve un CEO, el administrador un CFO, el alumno un “customer”, el académico un agente “profit-making”. Es la universidad que prepara sólo para profesiones prácticas, orientadas a los negocios. Como dice Rob Riemen, del Nexus Institute de Amsterdam, el mundo académico como broma absoluta.
Al presentar las cinco propuestas universitarias de humanización, y la caricatura de la universidad mercantilizada, no intento que se crea que desconozco la importancia de la pertinencia social de la educación superior que valora la ciencia, la tecnología y la innovación. Pero eso sólo no basta. Y las nuevas tecnologías que han llegado para quedarse, no deben reducir al profesor universitario sólo a un sub-académico on line, o a un experto guía caro al servicio de orientar a los estudiantes en la selva de la información. La educación, como dice Latapí, “es en esencia un proceso de interacción entre personas, y su calidad depende decisivamente de la del educador”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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