lunes, marzo 23, 2009

La ley de la familia y la ética social

Autora: Ma. Eugenia Sánchez Díaz de Rivera
Publicación: E-Consulta, 23 de marzo de 2009

Me pregunto si no hay que sacar el debate sobre el aborto (y lo mismo para la eutanasia y las sociedades convivencia) de la dicotomía religioso-laico, para entrar en un plano de mayor diálogo y reflexión. El aborto así como la eutanasia son un problema moral que va más allá de cualquier cosmovisión religiosa o atea. El asunto es que vida y dignidad, individual y colectiva, cuyo respeto es el fondo de la ética, forman un entramado cada vez más complejo y cuando se simplifica esa realidad se desemboca en un dogmatismo que atrofia la conciencia. Lo que está en juego no es la fe religiosa contra la ética laica, lo que está en juego es una miopía ética que poco tiene que ver con la fe cristiana.
Está claro que el tema en torno al “respeto a la vida” y en torno a la sexualidad, es un tema en el que la jerarquía católica no sólo está atorada sino que está haciendo un enorme daño. Y el daño principal, es el de inhabilitar el desarrollo de la conciencia moral, el de obstaculizar en vez de favorecer, el que las personas tomen sus decisiones éticas con seriedad, con responsabilidad y sobre todo en asuntos tan íntimos y relevantes como es el de la sexualidad, y el de la viabilidad de una vida digna. Y eso no se resolvería con que el Papa dijera que “permite” la despenalización del aborto o de la muerte asistida. Eso no cambiaría la moral heterónoma que la jerarquía se empeña en reforzar en un gran número de creyentes y que termina por tener consecuencias “inmorales” es decir, consecuencias que afectan más aún el respeto a la vida y a la dignidad humana.
Todo pensamiento dogmático afecta el desarrollo de la conciencia, y por supuesto que las religiones no tienen el monopolio del pensamiento cerrado. El dogmatismo ha atravesado y atraviesa los ámbitos religiosos y seculares. La conciencia ha sido enajenada en nombre de Dios, de la ciencia o de la revolución, y paradójicamente, también ha sido liberada en nombre de lo mismo. La ambigüedad humana está presente en todos los ámbitos.
Pero la ligereza con la que la Iglesia trata el tema del aborto es de enorme gravedad. La jerarquía está poniendo a las personas, en especial a las mujeres, entre la espada y la pared. Sigue planteando el aborto, como si éste se diera en un vacío de contexto y por mala fe de la mujer, cuando sus principales causas en nuestro país son: la miseria, la falta de información, la falta de educación sexual y el machismo. Y como si eso no fuese suficiente sigue “prohibiendo” el uso del condón (¿en qué clase de ética se sustentan las recientes declaraciones recientes del Papa en África ?) o de cualquier otro anticonceptivo , se obstaculiza la educación sexual en las escuelas, se sigue con la idea de excomulgar a la mujer que aborte y a todos los que la apoyen, aún en los casos más dramáticos como acaba de ocurrir con el Obispo de Recife y la niña de 9 años. ¿Cómo es posible tratar las personas de una manera tan atroz, con tal falta de calidad moral y con un machismo tan rampante en nombre del respeto a la vida?
El asunto es que el tema está polarizando cada vez más a la sociedad, justamente en el momento en que la vida y al dignidad de millones de seres humanos, de mexicanos, está siendo agraviada por razones a las que la jerarquía (salvo honrosas excepciones) no solo no parece darles importancia, sobre las que guarda un silencio culpable y cómplice, o que menciona con tibieza. Es el caso de la pederastia, de la actuación del duopolio televisivo, de los asesinatos y el encarcelamiento de gentes que luchan por un mundo más justo, de los feminicidios, de la actuación de los “amos de México”. ¿No son conscientes de que tanta incongruencia está agraviando y provocando el dolor y la rabia de creyentes y no creyentes?
Por mi parte, ya lo he argumentado en otras ocasiones, estoy a favor de la despenalización del aborto, porque me parece la salida más humana a una situación compleja. Contrariamente a algunas declaraciones que señalan que la ley no está para dar soluciones morales, creo que la ley solo tiene sentido y valor en la medida en que favorece una convivencia social lo más humana posible, lo cual es un acto ético por excelencia. Y la despenalización del aborto, en el contexto actual, es lo más humano que se puede hacer, precisamente por respeto a la vida y a la dignidad de muchas mujeres y de sus familias, por respeto a la salud y a la convivencia social.
Por otro lado, como parte del debate, quisiera señalar que no estoy muy convencida de que el derecho sobre el propio cuerpo legitime per se el aborto. Me parece que no tenemos derechos absolutos ni sobre nuestro cuerpo, ni sobre nuestra vida, ni sobre el entorno. Precisamente porque los seres humanos creímos que teníamos derechos absolutos sobre la naturaleza hemos deteriorado nuestro nicho vital. Creo, como dice Raimon Panikkar que somos seres “relativos”, es decir, estrechamente relacionados con los demás y con la naturaleza, seres inter-in-dependientes.
Edgar Morin, en su libro L’Éthique, que tiene como hilo conductor la complejidad de la ética, plantea constantemente las relaciones complementarias, antagónicas y recurrentes entre individuo, sociedad y especie, y considera que la cuestión ética está en el corazón mismo de esta dinámica. Dice, en el caso que nos ocupa, que inevitablemente nos enfrentamos a los antagonismos que supone el derecho de la mujer a preservar su libertad abortando ante un embarazo no deseado, el derecho de nacer del embrión, y el derecho de la sociedad a preservar su demografía. Morin plantea de manera seria la complejidad de lo que está en juego y que lleva a considerar que la calidad de las decisiones morales no puede prescindir del contexto en el que están inmersas.
Lo que quiero enfatizar es que la interrupción del embarazo es un asunto de enorme delicadeza que en cada caso tiene que ser reflexionado, informado, y tomando en cuenta todo y todos los que están en juego, pero que es la mujer la que tiene el derecho a la decisión última, porque es ella la que vive esa situación crítica, y sabe lo que en su contexto está en juego. El Estado no puede ni prohibir ni obligar (como en el caso de China) la decisión sobre el aborto. El Estado debe desarrollar programas que permitan prevenir esas situaciones dolorosas.
Pero quiero añadir algo más relacionado con la aprobación a la Ley de la Familia, que hace del hecho, un hecho denigrante. Y es el sabor a cinismo que deja. Fue aprobada sin debate alguno con la sociedad; aprobada a toda velocidad como si se tratara de un tema irrelevante, con la fuerza pública “protegiendo” a los congresistas, en tiempos electorales y en vísperas de la toma de posesión del nuevo Arzobispo.
El Gobierno del Estado, con una inusitada preocupación por la vida, se congratula de la aprobación de la ley como lo hace el Arzobispo de Puebla, añadiendo que la iglesia no tuvo nada que ver con esa decisión del Congreso.
Y la verdad es que uno se queda sin habla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lamento que su articulo lo relacione con la Iglesia Catolica.

Es un problema de codigo penal el matar a otra persona, es un problema de asesinato: A nadie le gusta que le maten aunque lo diga una ley civil

No se si me entiende