Autora: Celine Armenta
Publicación: E-Consulta, 18 de marzo de 2009
La sola urgencia que exhibieron los legisladores poblanos, priistas y panistas, que aprobaron la reforma constitucional sobre la familia, me lleva a sospechar que se guiaban por agendas externas a la cámara. Los priistas al servicio de una causa claramente conservadora y contraria al discurso laico y liberal a que nos tienen acostumbrados, le hicieron un favor al sector más retrógrado del país. Los derechos de las mujeres quedaron comprometidos; violentados. Y se cancelaron la voluntad de quienes quieren morir con dignidad, y los planes de quienes buscan algo tan simple como extender los beneficios del seguro social a su pareja no heterosexual. El futuro de apertura que muchos confiábamos alcanzar, se alejó de manera dolorosa. Y Puebla se afirmó como una entidad en que las ideas de algunos, pocos o muchos, limitan los derechos de los demás. Un estado donde la discriminación y la exclusión se elevan a rango constitucional.
La desesperanza amenaza con apoderarse de muchos poblanos; y seguramente de aún más poblanas. ¡Ya quisiéramos haber presenciado un interés similar para crear una Ley General para Prevenir y Eliminar la Discriminación! Pero eso no sucedió, aunque la ausencia de tal Ley solape innumerables actos de discriminación por parte incluso de personas e instituciones identificadas con la misma derecha que el pasado 12 de marzo convirtió la cámara poblana de diputados en un vergonzoso espectáculo de abusadores con una agenda confesional.
Las reformas constitucionales poblanas han impuesto el pensamiento de un sector como ley para todos; incluso para quienes sosteniendo creencias opuestas y en calidad de minoría luchamos día a día por nuestro derecho a existir, a amar, a vivir, a disentir.
Los legisladores perdieron de vista —o quizás nunca se enteraron— que su trabajo es asegurar el bienestar, la libertad y la existencia de todos; ciertamente, empezando por aquellos que votaron por ellos y que coinciden con sus puntos de vista, pero no a costa de los demás. En algún momento aciago decidieron que su escaño les daba canonjías dictatoriales; y que tenían el privilegio de mandar en las conciencias de todos.
Un legislador convencido de la bondad de ciertas maneras de vivir, y comprometido con los sujetos que coinciden con él, debe constituirse en vocero de dichos sujetos. Desde la cámara debe asegurar para sus representados el derecho de vivir como quieren. Así, si los diputados panistas y sus nuevos amigos priistas creen que para los poblanos que los eligieron —y posiblemente para muchos otros que ni siquiera votaron—el aborto jamás debe practicarse, desde sus curules deben luchar por preservar este derecho de no abortar. A los ministros de culto les toca lograr que sus feligreses ejerzan este derecho; incluso con el cuestionable método de amenazarlos con fuegos eternos y culpas terrenales.
Sólo una mente retorcida, absolutamente ignorante o incapaz de guiarse por la lógica, puede tergiversar las obligaciones del diputado, hasta lo que ahora presenciamos. Se necesita ser malo o absolutamente incapaz para creer que el deber y derecho de un legislador es obligar a todos a que actúen según el particular punto de vista del propio legislador; y eliminar de tajo las libertades y los espacios que otros ciudadanos hemos construido.
El proselitismo debiera prohibirse, particularmente cuando se practica con cargo al erario.. Los seguidores de credos diversos debieran quedar satisfechos cuando ajustan su conducta a sus creencias. En cambio, debe sancionarse a quienes al ocupar un cargo, buscan aniquilar, sujetar o "convertir" a quienes no piensan como ellos. Esto se aplica a los diputados, tanto como a los educadores, los maestros, las madres y los padres de familia. No podemos instaurar regímenes donde sólo se admitan las ideas unilaterales de quien tiene la responsabilidad de legislar y ordenar.
Y de aquí nace precisamente mi esperanza. Los que educamos tenemos mucho que decir, con la palabra y sobre todo con el ejemplo. La diversidad de ideas nos enriquece a todos; la pluralidad no sólo hace la vida interesante, amena y hasta divertida: la pluralidad es el único camino hacia verdades significativas, conocimientos relevantes, ciencia, saberes y sabiduría. El pensamiento homogéneo, por el contrario, empobrece a todos. Es preferible la pluralidad y el diálogo, en vez de sumisión y obediencia; un arcoíris luminoso en vez de un solo color uniforme.
Si los educadores nos convencemos de tal perspectiva, y logramos educar para gozar lo diverso, quizás el futuro no sea tan negro como hoy se avizora. Así quizá queden sólo como parte de la historia las expresiones de torpeza y confusión de quienes conciben la tarea de legislar como acallar todas las voces menos la propia; ya que seguramente concebirán la vida como aniquilar y exterminar toda existencia menos la propia.
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