domingo, abril 18, 2010

LA CIVILIZACIÓN Y EL CUMPLIMIENTO DE LAS LEYES

Autor: Guillermo Hinojosa R.
Publicación: La primera de Puebla, 12 de abril de 2010

Un ejemplo de chiste para hablar mal de México y de los mexicanos es decir que no es que seamos subdesarrollados sino que en realidad somos subcivilizados; que estamos en vías de civilización. Me parece que el diagnóstico del bromista es más acertado que el habitual de los sociólogos y economistas. Creo que nos da más esperanzas para el futuro. Es más fácil volverse civilizado que salir del subdesarrollo.
     Tirar la basura en la calle, vaciar el cascajo en cualquier lote baldío, poner las bocinas de una fiesta a todo volumen hasta las tres de la mañana sin que importen los vecinos, y un largo etcétera, son muestras de incivilidad, no de subdesarrollo. Nada hace sospechar que tales usos y costumbres mexicanos desaparecerán cuando finalmente logremos que la industrialización y el producto interno bruto nacional nos pongan en la lista de países desarrollados, si es que alguna vez llega a suceder.
     No cumplir las leyes, o cumplirlas sólo cuando nos conviene, tiene poco de subdesarrollado y mucho de incivilizado. El automovilista que se pasa el rojo porque juzga que como persona libre y autónoma puede decidir qué hacer sin someterse a la tiranía del semáforo, porque además no viene nadie y él tiene prisa, es tan bárbaro como el que cierra la calle para organizar un baile y quemar llantas.
      Recientemente me sorprendió constatar que muchos de mis colegas universitarios, la minoría educada, no habían registrado su teléfono móvil. ¿Por qué? "Porque esa ley es una idiotez; porque quién sabe qué van a hacer con la información; porque quiero ver qué pasa después de que se venza el plazo, a ver si de verdad los van a cortar; porque eso lo deberían hacer las compañías telefónicas, no los usuarios; porque no pensaron que iba a pasar cuando hubiera millones que no se registraban" y otro largo etcétera.
     Al igual que el automovilista que se pasa el alto, quienes no registran su teléfono pueden encontrar muchas razones que justifican su conducta. Pero una de las bases de la convivencia civilizada es el cumplimiento de la ley común para todos. No cumplirla, por la razón que sea, le suma puntos a la barbarie.
     Además del respeto a la ley, otras bases de la civilización son el cuidado del espacio común (que no hacen quienes tiran la basura o el cascajo), la consideración a los demás (que no tienen quienes festejan a todo volumen), la acción colectiva coordinada (que sí hacen quienes cierran las calles) y el amor por la cultura.
     Pero ¿se debe cumplir con la ley aunque sirva a los monopolios y vaya contra los intereses de las mayorías; aunque la autoridad sea corrupta; aunque los legisladores se comporten como pandilleros; aunque los inspectores y la policía sean unas sanguijuelas? Por difícil que parezca, la respuesta es sí. Ningún problema social se resolverá por la vía de no cumplir la ley. En cambio muchos problemas desparecerán al hacerlo. Aun la desobediencia civil y la resistencia tienen sus reglas y sus formas civilizadas de hacerse. No son asunto individual ni, mucho menos, esporádico y a conveniencia.
     No nos preocupemos del subdesarrollo y su casi imposible escape; olvidémonos de la educación y sus promesas incumplidas; enfoquemos nuestras energías en un esfuerzo civilizador que, bien dirigido, puede empezar a rendir frutos a corto plazo. Lo demás, incluida una mejor calidad de vida, vendrá por añadidura.

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