Autora: Yossadara Franco Luna
Publicación: Síntesis, Tlaxcala, 29 de abril de 2010
Han sido tres los momentos más importantes —de oro— en la vida política de México y cada uno ha provocado altas expectativas, pero tres veces aquellos años dorados se volvieron de cobre: el nacimiento del México independiente, encabezado por Agustín de Iturbide; la ascensión de Francisco I Madero y Vicente Fox a la presidencia de la República. Procesos que se vivieron en tres épocas distintas, pero con características similares.
El 27 de septiembre de 1821 el país estaba sacudido por el entusiasmo y el gozo: un abrazo había bastado para que los tres siglos coloniales quedaran atrás y se vislumbraba una nueva época que traería consigo la “independencia absoluta” de España. Los mexicanos creyeron encontrar en Iturbide al hombre que cambiaría las cosas, pero pronto pareció que en lugar de administrar la victoria iba cayendo en un abismo. Las señales de inseguridad personal no tardaron en salir a flote ante los enormes problemas que enfrentaba el país. Decidió resolverlos a través de tropelías y con violencia hacia la oposición. Una vez que las circunstancias se volvieron anárquicas a causa suya decidió abdicar del trono.
Empezaba la segunda década del siglo XX cuando una nueva borrachera zarandeó al país: “ahora sí el cambio está por llegar”. Madero mostró desde muy pronto una notable capacidad política, expandió su popularidad integrando a los disidentes del régimen en su base. Para 1911, este hombre estaba involucrado en el proceso del cambio político, pero no supo leer que su eco había alcanzado a quienes tenían otro tipo de reclamo social, preponderantemente el agrario. Se evidenció muy pronto la ausencia de un proyecto de gobierno, lo que trajo consigo insatisfacción en los grupos políticos y en las distintas clases sociales. Se hablaba de una incapacidad gubernativa que se hizo insostenible. La clase media, sus antiguos seguidores, estaban inconformes porque parecía desprovisto de carácter para echar a andar a un nuevo tipo de nación mientras que el sector rural se encontraba seriamente enojado por la falta de disposición para dar una solución definitiva al problema agrario. Encontró la muerte porque aquellos seguidores le dieron la espalda.
En el año 2000 la multitud explosiva se agolpó en el Ángel de la Independencia, escenario de incipientes triunfos futbolísticos y también de la celebración por el “cambio foxista”. El clima era de satisfacción nacional, por fin el PRI dejaba Los Pinos y con ello se iba la serie de elementos que no habían permitido otro tipo de país. Fox tenía en sus manos, igual que Iturbide y Madero, la oportunidad de tomar decisiones que impulsaran al país. Tal parece que su primer y gran tropiezo fue con la Reforma del Estado. Según palabras de su colaborador Jorge Castañeda “nunca le dio importancia, ni la entendió, tuvo miedo” por lo tanto el desmantelamiento del sistema corporativo priista no se llevó a cabo y lo que sí sucedió fue un nuevo tipo de cogobierno: PRI y PAN se volvieron uno mismo.
En los tres casos el miedo a la ruptura, al cambio, a iniciar algo nuevo estuvo latente. Se desaprovechó la oportunidad de desmantelar un sistema político obsoleto y crear uno donde los ciudadanos también tuviesen un lugar. Pudieron ser los años dorados, pero hoy se leen como los años de cobre.
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