Autor: José Rafael de Regil Vélez datos del autor haz clikc aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 23 de febrero de 2012.
Al final de un taller
de capacitación para jóvenes líderes había una fogata cuyo propósito era que los
participantes convivieran y compartieran su experiencia de una manera informal
y relajada. Tan solo unos minutos después de que el fuego fuese encendido
algunas participantes sacaron su celular y prontamente compartieron en sus
muros la información del día, las fotos y anécdotas de la jornada. En sí mismo
el hecho podría ser apenas
significativo, pues nos muestra en una escena habitual a personas
dispuestas a conectarse con amigos, compañeros o familiares y para ello la
tecnología representa un caudal de oportunidades.
Lo relevante aparece cuando tanta
conexión conduce a la desconexión con quienes están presencialmente a nuestro
lado, como sucedió entonces cuando las referidas por zambullirse en las redes
sociales dejaron de socializar con sus compañeros de taller en un lugar y
momento especialmente diseñados para el encuentro y el reconocimiento de otras
personas en "vivo y a todo color".
En toda familia y grupo humano abundan
casos como el referido. Cada lector muy posiblemente habrá atestiguado o sido
protagonista de episodios en los cuales por tratar de hacer a los lejanos
cercanos los que sí son cercanos se vuelven lejanos.
Urge crear una cultura en la cual las
personas aprendamos a desconectarnos para conectarnos. Y dada la omnipresencia
de los dispositivos que concretan las tecnologías de la información y la
comunicación (Tics) resulta una tarea que nos compete a todos: las familias,
las instituciones educativas formales y las no formales.
Puede parecer arcaico, pero resulta
totalmente contemporáneo incluir en la capacitación para la convivencia
cotidiana -tradicionalmente denominada urbanidad- estrategias para que todos
aprendan a utilizar teléfonos inteligentes, tabletas, reproductores multimedia,
equipos de cómputo de tal suerte que cumpliendo su función de comunicar e
informar incluso más allá del aquí y el ahora no se vuelvan el impedimento para
ello mismo con quienes se coincide en el mismo tiempo y espacio.
La labor puede parecer impertinente,
pero una mirada atenta a las cosas mostrará lo contrario y que no se trata de
algo complejo e inaccesible sino de simple y llano sentido común y sencilla
praxis pedagógica, como enseñar a pedir por favor y a dar las gracias; esto es,
a actuar partiendo de que los otros que están a nuestro lado existen y merecen
nuestro reconocimiento y respeto. Dicho sea de paso: en esos detalles comienza
la construcción de una sociedad más humana, menos violenta.
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