lunes, febrero 27, 2012

Indefinición e independencia femenina



Autor: Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado: en lado B, 23 de febrero de 2012

     Es complicado ser mujer en este siglo XXI, sin embargo agradezco vivir en esta época y ser clasemediera, pues eso me ha dado posibilidades de vivir con dignidad. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que he tenido acceso a la educación superior, que me he podido desarrollar profesionalmente, que soy respetada por ser mujer y además cumplo en la medida de lo posible con mi rol de mamá y ama de casa.
     Podría decirse entonces que soy una mujer realizada, sin embargo no es así. Las mujeres de mi generación viven lo que llamó la transición del género femenino. Esto se refiere a que hace no muchos años, cincuenta más o menos, el rol de las mujeres estaba claramente definido, había que casarse, ser ama de casa, mamá y atender a los niños. Por eso cuando los hijos se empezaban a ir, las madres vivían el síndrome del nido vacío.
Pero hoy la cosa ha cambiado tanto, que las mujeres no sabemos a qué rol responder sin sentirnos mal. Pues por un lado queremos cumplir ese rol tradicional que aprendimos de nuestras madres y queremos atender “como se debe” a nuestro esposo y nuestros hijos, pero por otro lado queremos desarrollarnos profesionalmente y salir al mundo a laborar de demostrar de lo que somos capaces, porque nos hemos preparado.
     Cuando dejamos de hacer una cosa o la otra, simplemente se nos complica pues uno de nuestros pesados lados no está siendo desarrollado. Así que buscamos a toda costa cumplir con los dos roles. Lo peor, es que cuando lo estamos haciendo, siempre sentimos que en uno de estos no lo estamos cumpliendo suficientemente bien y nos sentimos culpables. Así que nada nos consuela, si sólo somos amas de casa, no nos estamos desarrollando profesionalmente, sino nos casamos y tenemos hijos, no estamos cumpliendo con nuestra misión en la vida y si hacemos las dos cosas, no estamos haciendo bien alguna de las dos.
     A veces me pregunto que de qué se trata, de amargarse la vida o de qué. Nunca encuentro la respuesta, pero tampoco me atrevo a renunciar a ninguno de los roles que tengo asignados, aunque esto me mantenga constantemente estresada. Lo único, es que en este momento de la historia, como mujer, puedo decidir qué hacer con mi vida, si trabajo, si me dedico a mi casa y mi familia, si hago las dos cosas y como nunca, no hay nadie atrás de mí decidiendo qué cosa hago yo con mi vida. Por eso todos los días doy gracias a Dios por haber nacido en esta época de indefinición, pero de independencia.

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