Autora:
Laura Angélica Bárcenas Pozos
Publicado:
Puebla en Line, 08 de febrero de 2012
Recuerdo
muy bien mis años de estudiante, cuando se acostumbraba asignar la calificación
de un proceso de aprendizaje con un solo examen al término de proceso. Al
concluir un semestre debíamos estudiar todo aquello que se había aprendido o
practicado durante ese periodo para
resolver un examen que generalmente era de opción múltiple. Así que siempre
tenía la probabilidad de acertar alguna de aquellas preguntas en las que no
supiera la respuesta.
Entonces
los alumnos aprendíamos muy bien la maña de estos exámenes y memorizábamos lo
que más se podía uno o dos días antes y lo que no nos daba tiempo, no habíamos
entendido o no nos había interesado estudiar lo dejábamos de lado con la
esperanza de que no lo preguntaran y de no ser así, también esperábamos que
tuviéramos buena puntería al momento de elegir la respuesta. Algunas amigas y
yo hasta rezábamos el siguiente estribillo para sentirnos más seguras al
momento de elegir: “Jesús, José y María dame buena puntería”. No importaba
cuántos aprendizajes habíamos adquirido, sino cuántas respuestas buenas tenía
nuestro examen y en función de eso se nos asignaba una calificación.
También
nos aplicaban exámenes mensuales, de un máximo de veinte preguntas, eso, cuando
eran de opción múltiple, sino sacábamos una hoja y nos dictaban un máximo de
diez preguntas que debíamos responder o problemas que había que resolver. Estos
exámenes me gustaban más porque me retaban más. Pensaba más. Muchas veces las
calificaciones resultado de estos exámenes era promediada con la del examen
final, pero muchas veces no.
Pasados
los años, la evaluación de los aprendizajes ha cambiado, todos sabemos que en
la educación básica se evalúa por bloques y los resultados de cada bloque son
promediados, para obtener la calificación final. También sabemos que ahora hay
mucha formación en los docentes para que consideren el proceso, es decir, la
participación, las tareas, la actitud hacia el aprendizaje, el trabajo en
clase, etc. Sin embargo los exámenes de opción múltiple no han desaparecido, siguen
siendo la estrella a la hora de valorar si los estudiantes han aprendido.
Pero,
¿qué miden este tipo de exámenes? Pues nada más y nada menos que memoria o
buena puntería. Eso está bien cuando necesitamos valorar si los alumnos tienen
la información suficiente sobre un tema para avanzar hacia otras cosas. Pero
existen otro tipo de recursos para valorar si están logrando aprendizajes, como
por ejemplo, exámenes de preguntas abiertas en donde los alumnos tienes que
expresar por escrito sus conocimientos e ideas al respecto de un tema, estos
exámenes son convenientes cuando queremos observar la forma cómo los alumnos
están relacionando la información. Otros recursos para valorar esto mismo,
serían, los mapas mentales, conceptuales o esquemas.
En
cambio es conveniente que los alumnos resuelvan problemas, dilemas o que
reflexionen sobre situaciones simuladas, da la posibilidad de valorar cómo
estos están aplicando lo que han aprendido, eso implica que pongan en juego los
conocimientos que han adquirido, así como las habilidades que han desarrollado,
es posible también que se puedan incluir algunos aspectos de actitudes. Los
foros virtuales en plataformas educativas pueden ser otro ejemplo que nos
permite valorar estos aspectos de la formación.
Diseñar,
planear, realizar una investigación, proyectar, pueden llevar a los alumnos a
realizar productos de aprendizaje de un alto nivel de complejidad en los que
demuestran sus competencias. Es decir estos dan evidencia de en qué cosas ha
avanzado el alumno al momento de ser evaluado y qué le queda por avanzar, por
su puesto uno de estos productos no se desarrolla en un corto tiempo, mucho
menos en un par de horas, sino que se va construyendo a lo largo de un curso o
de un cuatrimestre.
Por
lo tanto, cuando un profesor decide que quiere evaluar competencias, deben
pensar en un producto a largo plazo (lo
que dura un curso), que el alumno irá desarrollando al mismo tiempo que trabaja
con ciertas competencias, el profesor debe tener claras las evidencias y los
desempeños que valorará y que deberá reflejar en una rúbrica. Además deberá ir
trabajando en el curso no sólo los conocimientos que el alumno necesitará para
lograr el producto de aprendizaje esperado, sino las habilidades, las
actitudes, las decisiones que deberá tomar, etc. También el profesor deberá
contemplar si quiere que los alumnos logren este producto de manera individual
o en pequeños grupos, pues tal vez una competencia a observar es el trabajo en
equipo, entre otras cosas.
Este
tipo de evaluación lleva al profesor a realizar valoraciones parciales del
producto, haciendo recomendaciones a los alumnos sobre los aspectos a mejorar,
pero también le da pistar para reorientar la planeación del proceso de
aprendizaje y la propia práctica docente. El profesor puede ponderar estas
revisiones parciales de acuerdo a la complejidad del avance y no sólo promediar
notas. Como usted lector puede observar, ésta última se trata de una evaluación
más compleja, pero también más formativa. Por lo que finalmente pregunto a mis colegas
docentes, qué es lo que evalúan cuando evalúan.
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