martes, marzo 13, 2012

Bach y la primavera


Autor: Alfonso Álvarez Grayeb
Publicado:  Puebla on Line, 06 de marzo de 2012

     Marzo. Junto con la entrada de la Primavera en el hemisferio norte, el mundo recuerda el nacimiento del inconmensurable Juan Sebastián Bach (1685-1750). La importancia de este personaje, central en la historia de la música y del arte todo, es tal que los adjetivos para aludirlo se agotan rápidamente y nos quedamos invariablemente cortos para dimensionar el papel que este hombre a jugado en la cultura universal. Bastarán unas pinceladas de texto trazadas a lo largo de la historia por una serie de personajes que han escrito sobre Bach (Juan Sebastián para ser precisos, pues una de sus peculiaridades es la de pertenecer a una larga cadena familiar de músicos Bach, una treintena al menos, y otra la de haber engendrado 18 hijos). En el propio siglo XVIII, a unos 35 años de su muerte, Daniel Schubart dijo que Bach fue como músico lo que Newton fue como científico, enfatizando el alcance de miras y de influencias que el músico heredó a toda  la cultura posterior, nada menos. Por su parte, A. Scheibe comentó en 1737, después de ser parte del público que presenciaba las cantatas y sobre todo las improvisaciones maravillosas que Bach hacía en los teclados de su época (no existía aún el piano), que (Bach) “es un artista extraordinario en el órgano y clavicémbalo, y no he dado con ningún músico que haya podido rivalizar con él”. Aún en el siglo XVIII, el inmenso genio musical Wolfgang Amadeus Mozart expresó que la música de Bach es algo que hay que aprender (mirar quién lo dice). 
      Robert Schuman dijo en forma grandilocuente pero exacta que la música le debe tanto como la religión a su creador. El vanguardista músico Anton Webern nos dice en 1933 que simplemente “todo ocurre en Bach” (cuántas resonancias despierta esta frase salida de labios de un buscador y señalador de caminos como Webern).  Sigamos adelante con el retrato de Bach hecho a base de pinceladas de gente de la cultura en todos los tiempos, dirigidas al humilde y atareado Maestro de Capilla que debía entregar una cantata entera cada domingo en alguna época de su vida, además de atender a sus 18 hijos. Antoni Ros-Marbà dice en el año 2000 que “La figura de Bach es central en la historia de la música, o dicho de otro modo, Bach es el epicentro de la música occidental”. Dejemos hablar a otro gran músico alemán, Johannes Brahms, después de extasiarse en la audición, y seguramente el análisis concienzudo, de la Chacona BWV 1004, una obra de proporciones monumentales y dificultades inimaginables para la técnica, confiada a un solo instrumento, el violín: “La chacona BWV 1004 es en mi opinión una de las más maravillosas y misteriosas obras de la historia de la música. Adaptando la técnica a un pequeño instrumento, un hombre describe un completo mundo con los pensamientos más profundos y los sentimientos más poderosos. Si yo pudiese imaginarme a mí mismo escribiendo, o incluso concibiendo tal obra, estoy seguro de que la excitación extrema y la tensión emocional me volverían loco”. Ya en pleno impresionismo, el iconoclasta y también revolucionario músico francés Claude Debussy, recomienda a todo compositor encomendarse a Bach antes de comenzar a escribir, como si de un dios tutelar se tratase, el dios de los músicos, y más exactamente como Dios padre, no como el hijo, que en mi humilde opinión vendría siendo Mozart o quizá Beethoven (el Espíritu Santo no sé quién vendría siendo, pero no sería de este mundo, por lo tanto no podría estar arriba de Bach). La penúltima pincelada se la dejaremos al gran violonchelista español Pau Casals: “Inicialmente estaba Bach..., y entonces todos los otros”. Vendrá la última, a cargo de un extraño personaje, pesimista reflexivo, el filósofo del absurdo Emile Cioran, que se destapa al hablar de Bach con un amigo y lanza las frases laudatorias más tremendas y provocadoras: “Si alguien debe todo a Bach es sin duda Dios. Sin Bach, Dios quedaría disminuido, sería un tipo de tercer orden.  Bach es la única cosa que te da la impresión de que el universo no es un fracaso. Todo en él es profundo, real, sin teatro. Después de Bach, Liszt resulta insoportable. Si existe un absoluto, es Bach. Bach da un sentido a la religión, compromete la idea de la nada en el otro mundo. Fue un hombre mediocre en su vida. Sin Bach, yo sería un nihilista absoluto”.
     Hasta aquí las pinceladas para tratar de pintar de cuerpo entero la impresión que deja Bach en otros. No hemos hecho hablar a Bach mismo, y no lo haremos. Remataré hablando en primera persona, desde la experiencia de mi humilde atril de músico aficionado: Bach juega con las notas en el sentido más primitivo del término: una voz canta notas ascendentes, la otra en descendentes que sin embargo armonizan a la perfección, y cada voz puede sostenerse a sí misma en solitario; luego las invierte, las reordena, hace acrósticos con ciertas notas para escribir su nombre (los anglosajones nombran a las notas con letras), pasa la melodía en forma imperceptible a cada instrumento, vuela de un tono a otro en forma inadvertida pero sufrida por el músico que no tiene de dónde agarrase en los cambios, no hay nada previsible, la música se va a donde le da la gana sin pedir permiso, una vez es fa sostenido, la siguiente es natural o bemol; regresa a un tema y lo retoma en forma invertida, distinta. Juega, se solaza en su genio pero no es para hacer sentir su poder o por soberbia. Simplemente fluye como un río poderoso y serpenteante que cambia de dirección sin previo aviso, pero siempre majestuoso, equilibrado, económico, sublime. Sin Bach yo quizá también sería un perfecto nihilista. Gracias a Dios por Bach. ¿O es al revés?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por esta palabras dedicadas al gran Johann Sebastian Bach, sin duda lo más grande que la música y Dios pudo oferecernos.