viernes, marzo 16, 2012

Sobre la exigencia en la educación

Autor:  Alexis Vera, datos del autor haz click aquí

Publicado: Puebla on Line, 14 de marzo de 2012

     Muchas veces se nos ha dicho que la educación en México no es de buena calidad comparada con la de los países más avanzados. Porque, lamentablemente para África, si nos comparamos con ellos, en algunos casos salimos mejor. Una gran cantidad de cosas se han dicho respecto a las causas de la baja calidad de nuestra formación escolarizada: los maestros y su sindicato, el gobierno y los bajos presupuestos destinados al rubro, el nivel de ingresos de la población en general, la mala gestión de escuelas y universidades, etc. Sin embargo, me parece que poco se ha dicho sobre la cultura como causa – raíz de los resultados de nuestra educación. En efecto, tenemos una cultura que es poco exigente en general; que normalmente se conforma con cualquier cosa en prácticamente cualquier esfera de la vida. “Ahí se va” decimos para criticar nuestra mediocridad (o para justificarla).
     La calidad de la educación de las escuelas y universidades mexicanas no es más que el reflejo de la mentalidad con la que estamos acostumbrados a trabajar y resolver los problemas de la vida. No son sólo nuestras instituciones educativas las que tienen desafíos de calidad. También nuestras empresas y gobiernos me parece que no han podido superar los retos actuales, particularmente los de calidad. Mientras países como Corea y China –entre otros- han tenido avances significativos en el rubro calidad (incluyendo, por supuesto, la educación), nosotros parece que seguimos durmiendo la larga noche de nuestras mejores épocas. Pero ya amaneció y es otro día desde hace muchos años.
     Creo que el problema tiene su raíz en nuestra cultura: la forma en cómo resolvemos los problemas que nos presenta la vida. En efecto, nuestra cultura es conformista, poco exigente y poco rigurosa. No somos constantes en lo que hacemos, todo el tiempo nos gusta “salir de la rutina” (lo cual es sin duda bueno, pero no todo el tiempo porque entonces se pierde consistencia), no nos inquieta dejar las cosas inconclusas o no cumplir lo que prometimos, etc. Esto en el aula se refleja de múltiples formas. Un maestro a quien nunca se le enseñó, en casa o en la escuela, que puntualidad en el horario significa ser exacto con el manejo del tiempo, difícilmente se estresará por cumplir impecablemente y en tiempo cuando tenga un compromiso. Al contrario, se relajará y, con frecuencia, seguramente será impuntual. Todos sabemos que en nuestra cultura es común llegar tarde; y esto me parece que es un síntoma de lo poco exigente y rigurosos que somos.
     Un profesor que, por flojera, no revisa el detalle de los trabajos y tareas de sus alumnos para retroalimentarles con precisión y maximizar su aprendizaje, es un docente que no está siendo exigente y, por lo tanto, no está ayudando a sus pupilos. Calificar las tareas bajo la filosofía del ahí se va es, sin duda, el mejor camino para llegar a la mediocridad educativa y para alimentar la cultura de la mediocridad que tanto nos pesa como país. Un maestro que no señala las áreas de mejora a sus alumnos para no meterse en problemas, es un docente que está contribuyendo a perpetuar nuestra programación mental de baja calidad.
     Existe una definición de calidad que en lo particular me gusta usar por su simpleza y contundencia: calidad es la ausencia de errores. Si los maestros no son capaces de identificar, en primer lugar, los errores de sus alumnos y, en segundo, mostrárselos, entonces de poco sirve tener maestros. ¿Por qué es tan relativamente fácil sacar 9 o 10 en las escuelas mexicanas? Porque no hay exigencia suficiente.
     La cultura de la exigencia no sólo se enseña en las escuelas; sobre todo se enseña en casa, pero las instituciones educativas inciden significativamente en el concepto y práctica de la calidad de una sociedad. Son los centros educativos los que deberían revolucionar nuestro concepto de calidad para que aspiremos a una vida mejor como comunidad. Me parece que la mejor forma de hacerlo es pedir que nuestros maestros sean más exigentes y rigurosos en el aula; que no se pongan a jugar a la escuelita: hacer como que enseñan para que los alumnos hagan como que aprenden. Necesitamos que los docentes ayuden a los alumnos de México a ser más auto críticos y auto exigentes; a buscar continuamente una calidad superior sin morir en el intento (porque no hay que olvidar que la calidad está hecha para servir al hombre y no al revés); pero nuestros maestros deben empezar, como siempre, por ellos mismos, sin duda.

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