Autor: José Vicente Hurtado Herrera
Publicación: E-Consulta, 3 de febrero de 2010
Todo hace indicar que 2010 será un año difícil para la economía de los mexicanos, particularmente por el aumento del IVA y con ello el incremento generalizado en el precio de productos y servicios.
Frente a este panorama económico ¿qué significa tener calidad de vida? ¿qué aspiramos a construir como calidad de vida? Parto del supuesto de que el imaginario de la “vida perfecta”, de una vida llena de lujos, que resulta inalcanzable para la mayoría, ha sido superado por muchas personas por su visión crítica de la realidad.
La calidad de la existencia se puede analizar desde dos referentes, por un lado las condiciones de vida y por otro la satisfacción personal.
Las condiciones de vida se pueden valorar desde la integralidad del ser humano, desde la cobertura de las necesidades de las diferente dimensiones que le conforman (realidad bio-psico-social). Ejemplo de lo anterior son los indicadores que establece un organismo como el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo): vivienda, salubridad, educación, recreación, ingreso (indicadores empleados para valorar el desarrollo humano de las sociedades).
La satisfacción personal es un criterio más bien subjetivo, personal, que nace del imaginario formado a lo largo de la vida del individuo, y como idealización puede ir evolucionando desde la conciencia crítica y las opciones de la persona.
Generalmente se considera que la búsqueda de un mayor ingreso corresponde a la consecución de una mejor vida, pues el disponer de más recursos permite acceder a mayores bienes, a mayores comodidades; clara expresión del ideal consumista.
Sin embargo ¿qué pensar del hecho de renunciar a un empleo, de renunciar a un salario por aspirar a la calidad de vida anhelada? Parece contradictorio, e incluso arriesgado en medio de esta crisis económica por la que pasamos, pero representa otra expresión de la misma búsqueda.
La calidad de vida para algunos se traduce en la necesidad de tener tiempo y dedicarlo para el amoroso cuidado de los seres queridos, de los seres de quienes se es responsable de una u otra manera, seres para quienes se es indispensable o por lo menos ampliamente necesario: los hijos, los padres viejos o enfermos, los menesterosos, los excluidos, los “otros” carentes.
Pues el amoroso cuidado de los seres humanos, requiere tiempo, presencia, estar ahí, pues sólo así se puede acompañar de mejor manera su proceso de vida, su crecimiento, su irse haciendo. Es el rasgo de esteta que debe presentar el educador, como lo afirma Paolo Freire, un educador que crea, que recrear, que acompaña.
Dedicar la existencia o unos años de ésta, para ocuparse de lo más preciado, de colaborar con la vida de otro, resulta una tarea impostergable, una responsabilidad que se opta y que requiere decidir los medios pertinentes.
Dejar un empleo por considerar que existen otras prioridades para vivir mejor, sin duda que hoy por hoy resulta un privilegio, pero también es cierto que conlleva el reto de administrarse de otra manera, disponiéndose a administrar la austeridad y no la abundancia, o lo más.
Cierto es que muchas personas no tienen la posibilidad de elegir su estilo de vida, pues están profundamente determinados por las circunstancias de su contexto, por la extrema pobreza, por la falta de oportunidades, y a pesar ello siempre existe un margen de decisión.
Optar, cambiar, abrirse a nuevos horizontes, especialmente cuando resulta contra todo pronóstico, contra lo establecido, sin duda que es signo de convicción, de búsqueda decidida, de no conformarse con lo existente; además puede representar una oportunidad de descubrir otros horizontes, otros mundos, otras posibilidades de realización, otras formas de caminar por la vida.
Parece que la pregunta por la calidad de vida, personal y comunitaria, es una cuestión que vale la pena preguntarnos constantemente, que es necesario decidir, a fin de dignificar la existencia, de disfrutarla, de humanizarla, para vivir y no simplemente sobrevivir.
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