viernes, noviembre 25, 2011

¿LOS CLÁSICOS SON UN TEMA DE EDUCACIÓN?


Autora: Nora Guajardo
Publicado: La Primera de Puebla, 23 de noviembre de 2011

     Cuando menciono a los Clásicos,  se puede entender de diferentes maneras, tales como por ejemplo, los clásicos de la literatura, los clásicos de la música, los clásicos del rock, etc., pero en esta ocasión no me refiero a ninguno de esos clásicos, más bien aludo a lo siguiente:
     El clásico que…
… se cuela en la fila ante la gente que ha esperado por horas
… toca el claxon cuando se pone la luz verde y está veinte autos atrás
… cuando pones la direccional para pera pedir el paso, acelera para no dejarte pasar
… si vas en auto, te toca la bocina y te recuerda que tienes mamá si osas dar el paso a alguien
… se molesta cuando le mencionas que se equivocó al darte el cambio, sólo que le devuelves el dinero que te dio de más y se pone frenético en lugar de agradecer…
… maltrata su auto y se pasa el tope a gran velocidad pero no te deja pasar, muere en el intento antes que ser cortés…
… tira la basura por la ventanilla del auto porque no le gusta tenerlo sucio, lo que pase fuera, le tiene sin cuidado…
… cuando estás esperando el transporte público por un largo tiempo, pasan hasta tres autobuses juntos y ninguno se para porque van jugando carreras o el otro le puede “ganar el pasaje”…

     Lo anterior son sólo algunos de tantos ejemplos de la sociedad en la que vivimos y así como estos, se pueden mencionar una lista que no parece tener fin.
     Ante esta falta de respeto, de tolerancia, de una convivencia armónica, ¿cómo convivir con un mínimo de respeto, tolerancia, solidaridad, justicia, responsabilidad, con una actitud de diálogo pasivo, bajo unas normas mínimas de convivencia?, ¿cómo aprender a vivir juntos?, ¿cómo construir un proyecto común de sociedad que nos permita vivir solidariamente?, ¿cómo asumir la responsabilidad  consigo mismos y con los demás?
Se presume que el sistema educativo tiene como uno de sus objetivos preparar al sujeto para que participe activamente a lo largo de su vida en un proyecto de sociedad, enseñándole sus derechos pero también sus deberes y desarrollando ciertas competencias sociales que debe asumir en el trato con el otro en su vida cotidiana y ser “un buen ciudadano”.  Y si un buen número de ciudadanos pasamos por la escuela, ¿en dónde es que se pierde el rumbo?
     Pero, ¿cómo podemos aprender a vivir con los demás? Uno de los puntos importantes para aprender a vivir con los demás, indica Delors[1], es que el descubrimiento del otro pasa por el conocimiento de uno mismo, por ello, “para desarrollar en el niño y en el adolescente una visión cabal de mundo”, la educación, si se imparte por la familia, la comunidad o por la escuela, debe enseñarle a descubrir quién es. De esta manera “podrá realmente ponerse en el lugar de los demás y comprender sus reacciones”. Fomentar la empatía en la escuela, favorecerá los comportamientos sociales a lo largo de la vida. El reconocer al otro, el ejercicio del diálogo e intercambiar argumentos son instrumentos que pueden ayudar a una mejor convivencia.
         Retomando el título de este artículo, podemos afirmar que efectivamente, este tipo de “clásicos” son tema de educación, sobre todo de una educación en valores, de una ética cívica que nos permita convivir armónica y solidariamente y construir proyectos para tender hacia objetivos comunes, es decir, hacer verdadera comunidad.
La educación cívica constituye para el sujeto un conjunto de valores, conocimientos y prácticas de participación en la vida social. Cortina[2] habla de unos valores mínimos de la ética cívica para lograr convivir pacíficamente: la libertad, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia, el diálogo.
      Para construir juntos una convivencia social justa, Martínez[3] menciona que se debe garantizar una “sociedad abierta, pluralista, equitativa y sostenible, en la que sean respetados unos principios éticos básicos por parte de todos los grupos que conforman la sociedad plural” en donde se promuevan valores básicos que permitan una convivencia en el respeto mutuo, tales como el respeto activo, la libertad, la igualdad, la solidaridad y la actitud de diálogo.
     Ejercer la ética cívica permite compartir valores que cada uno de los diferentes grupos puede mantener desde su propia visión y avanzar hacia una mejor convivencia, hacia una  mayor justicia social.
     ¿Cuándo estaremos listos para vivir juntos, sin ofendernos, sin violentarnos, haciendo uso de un mínimo de educación?, más aún, ¿queremos hacerlo?



[1] Delors, J. (1997), La educación encierra un tesoro. México: El Correo de la UNESCO. Pp. 99.
[2] Cortina, A. (2000). Ética. Madrid, España: Santillana.
[3] Martínez, E. (2010). Ética profesional de los profesores. Bilbao, España: Desclée De Brrouwer-Unijes

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