Autora:
Nora Guajardo
Publicado: La Primera de Puebla, 23 de noviembre de 2011
Cuando menciono a los Clásicos, se puede entender de
diferentes maneras, tales como por ejemplo, los clásicos de la literatura, los
clásicos de la música, los clásicos del rock, etc., pero en esta ocasión no me
refiero a ninguno de esos clásicos,
más bien aludo a lo siguiente:
El clásico
que…
… se cuela en la fila ante la gente que ha esperado
por horas
… toca el claxon cuando se pone la luz verde y está
veinte autos atrás
… cuando pones la direccional para pera pedir el
paso, acelera para no dejarte pasar
… si vas en auto, te toca la bocina y te recuerda
que tienes mamá si osas dar el paso a alguien
… se molesta cuando le mencionas que se equivocó al
darte el cambio, sólo que le devuelves el dinero que te dio de más y se pone frenético en lugar de agradecer…
… maltrata su auto y se pasa el tope a gran
velocidad pero no te deja pasar, muere en el intento antes que ser cortés…
… tira la basura por la ventanilla del auto porque
no le gusta tenerlo sucio, lo que pase fuera, le tiene sin cuidado…
… cuando estás esperando el transporte público por
un largo tiempo, pasan hasta tres autobuses juntos y ninguno se para porque van
jugando carreras o el otro le puede “ganar el pasaje”…
Lo anterior son sólo algunos de tantos ejemplos de
la sociedad en la que vivimos y así como estos, se pueden mencionar una lista
que no parece tener fin.
Ante esta falta de respeto, de tolerancia, de una
convivencia armónica, ¿cómo convivir con un mínimo de respeto, tolerancia,
solidaridad, justicia, responsabilidad, con una actitud de diálogo pasivo, bajo
unas normas mínimas de convivencia?, ¿cómo aprender a vivir juntos?, ¿cómo
construir un proyecto común de sociedad que nos permita vivir solidariamente?,
¿cómo asumir la responsabilidad consigo
mismos y con los demás?
Se presume que el sistema educativo tiene como uno
de sus objetivos preparar al sujeto para que participe activamente a lo largo
de su vida en un proyecto de sociedad, enseñándole sus derechos pero también
sus deberes y desarrollando ciertas competencias sociales que debe asumir en el
trato con el otro en su vida cotidiana y ser “un buen ciudadano”. Y si un buen número de ciudadanos pasamos por
la escuela, ¿en dónde es que se pierde el rumbo?
Pero, ¿cómo podemos aprender a vivir con los demás?
Uno de los puntos importantes para aprender a vivir con los demás, indica
Delors[1],
es que el descubrimiento del otro pasa por el conocimiento de uno mismo, por
ello, “para desarrollar en el niño y en el adolescente una visión cabal de
mundo”, la educación, si se imparte por la familia, la comunidad o por la
escuela, debe enseñarle a descubrir quién es. De esta manera “podrá realmente
ponerse en el lugar de los demás y comprender sus reacciones”. Fomentar la
empatía en la escuela, favorecerá los comportamientos sociales a lo largo de la
vida. El reconocer al otro, el ejercicio del diálogo e intercambiar argumentos
son instrumentos que pueden ayudar a una mejor convivencia.
Retomando
el título de este artículo, podemos afirmar que efectivamente, este tipo de “clásicos”
son tema de educación, sobre todo de una educación en valores, de una ética
cívica que nos permita convivir armónica y solidariamente y construir proyectos
para tender hacia objetivos comunes, es decir, hacer verdadera comunidad.
La educación cívica constituye para el sujeto un conjunto
de valores, conocimientos y prácticas de participación en la vida social. Cortina[2]
habla de unos valores mínimos de la ética cívica para lograr convivir
pacíficamente: la libertad, la igualdad, la solidaridad, la tolerancia, el
diálogo.
Para construir juntos una convivencia social justa,
Martínez[3]
menciona que se debe garantizar una “sociedad abierta, pluralista, equitativa y
sostenible, en la que sean respetados unos principios éticos básicos por parte
de todos los grupos que conforman la sociedad plural” en donde se promuevan
valores básicos que permitan una convivencia en el respeto mutuo, tales como el
respeto activo, la libertad, la igualdad, la solidaridad y la actitud de
diálogo.
Ejercer la ética cívica permite compartir valores
que cada uno de los diferentes grupos puede mantener desde su propia visión y
avanzar hacia una mejor convivencia, hacia una
mayor justicia social.
¿Cuándo estaremos listos para vivir juntos, sin
ofendernos, sin violentarnos, haciendo uso de un mínimo de educación?, más aún,
¿queremos hacerlo?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario