viernes, noviembre 25, 2011

Pervertidos... pero con buenos sentimientos


Autor: José Rafael de Regil Vélez, datos del autor haz click aquí
Publicado: Síntesis Tlaxcala, 24 de noviembre de 2011

     Se ha vuelto automático y satisfactorio: en el restaurante como por instinto hacemos gala de la aritmética desde niños aprendida y raudos calculamos el 10% dejaremos de propina; en el supermercado, la gasolinera, los estacionamientos hurgamos los bolsillos para encontrar las monedas que recompensarán la labor de los "cerrillos", los "viene viene" o los despachadores.
      Nos mueven la inercia de la costumbre, del "todos lo hacen", y no es menos cierto que los buenos sentimientos dinamizan nuestra solidaria acción. El "grillito" de la conciencia acecha para reclamar a nuestro egoísmo si tan sólo se asoma como rayo por nuestra mente la posibilidad de pasar de largo ante la amable atención de la que hemos sido objeto.
      Me gusta el verbo pervertir porque significa no sólo hacer cosas "sucias" y feas que atentan contra las buenas costumbres, con connotaciones sexuales, sino porque sirve para expresar -como lo dice su etimología, pervertere- cuando se pone lo de arriba abajo, cuando se trastornan las cosas; pervertir es, en este sentido, "perturbar el orden o el estado de una cosa".
      Creo que si nos detenemos a considerarlo con alguna calma, sin sentimentalismo fácil, prácticamente todos somos pervertidos. Resulta que hemos permitido que las empresas como autoservicios, restaurantes o gasolineras, y sus directivos nos transfieran su responsabilidad en lo que a empleo y pago de salarios justos se refiere. Somos pervertidos cuando asumimos ese deber abandonado por otros; ellos son pervertidos cuando con ignorancia supina se desentienden de los trabajadores que dejan encomendados a la salvadora propina, que les quita molestias legales.
      Un ejemplo: Wal Mart ha sido en México y Centroamérica una empresa altamente rentable, incluso en medio de la incertidumbre económica de los últimos años, no tendría por qué renunciar a las obligaciones que le requiere tener el personal necesario para atender con calidad a sus clientes y eso incluye a quienes empacan la mercancía.
      Emmanuel Mounier hablaba por allí de la primera mitad del siglo XX del DESORDEN ESTABLECIDO, y se refería con ello al orden que en una sociedad irresponde a la dignidad de la persona y que hace pasar como bueno y deseable aquello que no humaniza. Es algo sutil, que se va colando en el estilo cotidiano de vida y que pervierte las relaciones entre las personas y de éstas con su mundo. La situación laboral sobre la que he llamado la atención encaja en esta conceptualización.
      Cada uno de nosotros tiene que tomar postura ante la realidad que le ha tocado vivir, sospechar incluso de cosas tan inocentes como el sistema de propinas, de la forma de hacer política, de la distribución de la riqueza, de la marginación por motivos de sexo, edad, religión, incluso de las promesas del status quo.
Por lo pronto yo no haré caso del grillo moralizador que se ha disfrazado de conciencia y dejaré de hacer lo que corresponde a las empresas.



No hay comentarios.: