Autor: Rubén Hernández
Herrera
Publicado: La Primera de
Puebla, 04 de noviembre de 2011.
En los últimos meses muchas de las noticias
generadas en diferentes partes del mundo tienen como origen el movimiento
generado en España conocido con el nombre de M-15, haciendo referencia al día
en que iniciaron las movilizaciones, 15 de mayo. Los participantes de este
movimiento son conocidos como los indignados.
Si bien los primeros indignados se manifestaron en Madrid, pronto surgieron
multitudes de autodenominados indignados en otras ciudades de España. Y tiempos
de globalización, como era de esperarse, este movimiento traspasó los límites
locales para convertirse en un movimiento a escala mundial, cuando menos a
escala internacional. En Bélgica o Nueva York se han manifestado otros tantos
indignados. ¿Pero quiénes son estos indignados, de qué están indignados? El
presente año ha sido un año de múltiples levantamientos juveniles, recordando
por mucho al mítico 68. En el mundo árabe los levantamientos de la juventud y
del pueblo total han logrado derribar a tres dictadores, que ciertamente eran
causa de indignación, pero esta juventud árabe no responde a las
características de los indignados, su lucha radicaba en la destrucción de un
estado opresor, dictatorial, compartiendo indignidad con muchas otras naciones.
Pero los indignados de Europa o de Estados Unidos no pretenden hacer una
revolución política, ni tienen la mínima intención de cambiar régimen alguno,
cuando menos no en cuanto a derrocar a algún régimen de los llamados
democráticos. Sus reivindicación en un sentido son muy “egoístas”, por otro,
más sutiles.
Los nuevos indignados, que indignados los ha habido en todos los
tiempos y desgraciadamente los seguirá habiendo, reconocen que muchos de sus
esfuerzos, como el haber realizado estudios de excelencia, no son
recompensados, cuando menos como sucedía en otras épocas. Su indignación trata de combatir al monstruo de las mil
cabezas, al que detenta el poder real, pero que no se manifiesta abiertamente,
que es el poder financiero, que en la práctica es una especie de poder detrás
del poder. Poder que es capaz de gobernar por encima de todo poder
institucional reconocido, elegido y legalmente constituido. Pero este poder es
una especie de “extraterrestre” porque todos hablan de él, suponen que existe,
pero que nadie reconoce su presencia. En la práctica, por tanto, los indignados
están reconociendo el estado de justicia estructural imperante en el actual
orden internacional. El actual enemigo de la humanidad, el poder financiero,
que ha generado la crisis global que la mayor parte de la humanidad está
padeciendo, se ha mostrado irresponsable, antisolidario y terriblemente
ambicioso. Stéphane Hessel, francés de 94 años, ha levantado el grito de
indignación en su ya célebre librito (60 páginas, que se ha vendido por
millones) ¡Indignaos!, da razones mínimas por las cuales la juventud
del mundo, mejor sería la sociedad, debería manifestar su indignación por el
estado actual del orden mundial. Ante la pasividad imperante que acepta el
estado generalizado de injusticia, se invita a manifestarse por un cambio
radical. El mundo está seriamente amenazado por el surgimiento cada vez más
evidente de fascismos, intolerancias, codicias sin límite, violencia
generalizada, individualismo antisolidario, generando, por tanto, un estado en
donde la ausencia de la esperanza está permitiendo que las sombras de una nueva
edad de hierro, oscura, se extiendan por el mundo. José Luis Sampedro, quien
prologa el libro de Hessel, cita: “¡Indignaos!,
les dice Hessel a los jóvenes, porque la indignación nace de la voluntad de
compromiso con la historia. De la indignación nació la Resistencia contra el
nazismo y de la indignación tiene que salir la resistencia contra la dictadura
de los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine
nuestras vidas.” Una nueva resistencia se empieza a hacer presente en
diferentes frentes del mundo, resistencia que exige que sea guiada por
principios de razón y solidaridad globalizantes, es decir, pensando en la
construcción de la tierra patria, como diría Edgar Morin, más allá de las
propias reivindicaciones de corte individual. La solución a los problemas
particulares no es la solución a los problemas globales, menos de los que ni
siquiera se les ha dado la posibilidad de indignarse. Si ciudadanos de los
pueblos ricos tienen razones para estar indignados, reconociendo en ello el no
acceso a los bienes y derechos que todo hombre debería poseer, ¿cuál debería
ser el grado de indignación de los que no han tenido, ni tienen acceso a los
mínimos de los mínimos? En el caso de México, ¿se identifican las múltiples
razones presentes que invitan a la indignación? ¿Por qué son muy escasas las
manifestaciones de indignación? Es compromiso de cada sociedad establecer los
medios y acciones para afrontar el tipo de resistencia a seguir.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario