lunes, noviembre 07, 2011

¿Por qué debemos indignarnos?


Autor: Rubén Hernández Herrera
Publicado: La Primera de Puebla, 04 de noviembre de 2011.

     En los últimos meses muchas de las noticias generadas en diferentes partes del mundo tienen como origen el movimiento generado en España conocido con el nombre de M-15, haciendo referencia al día en que iniciaron las movilizaciones, 15 de mayo. Los participantes de este movimiento son conocidos como los indignados. Si bien los primeros indignados se manifestaron en Madrid, pronto surgieron multitudes de autodenominados indignados en otras ciudades de España. Y tiempos de globalización, como era de esperarse, este movimiento traspasó los límites locales para convertirse en un movimiento a escala mundial, cuando menos a escala internacional. En Bélgica o Nueva York se han manifestado otros tantos indignados. ¿Pero quiénes son estos indignados, de qué están indignados? El presente año ha sido un año de múltiples levantamientos juveniles, recordando por mucho al mítico 68. En el mundo árabe los levantamientos de la juventud y del pueblo total han logrado derribar a tres dictadores, que ciertamente eran causa de indignación, pero esta juventud árabe no responde a las características de los indignados, su lucha radicaba en la destrucción de un estado opresor, dictatorial, compartiendo indignidad con muchas otras naciones. Pero los indignados de Europa o de Estados Unidos no pretenden hacer una revolución política, ni tienen la mínima intención de cambiar régimen alguno, cuando menos no en cuanto a derrocar a algún régimen de los llamados democráticos. Sus reivindicación en un sentido son muy “egoístas”, por otro, más sutiles.  
     Los nuevos indignados, que indignados los ha habido en todos los tiempos y desgraciadamente los seguirá habiendo, reconocen que muchos de sus esfuerzos, como el haber realizado estudios de excelencia, no son recompensados, cuando menos como sucedía en otras épocas. Su indignación  trata de combatir al monstruo de las mil cabezas, al que detenta el poder real, pero que no se manifiesta abiertamente, que es el poder financiero, que en la práctica es una especie de poder detrás del poder. Poder que es capaz de gobernar por encima de todo poder institucional reconocido, elegido y legalmente constituido. Pero este poder es una especie de “extraterrestre” porque todos hablan de él, suponen que existe, pero que nadie reconoce su presencia. En la práctica, por tanto, los indignados están reconociendo el estado de justicia estructural imperante en el actual orden internacional. El actual enemigo de la humanidad, el poder financiero, que ha generado la crisis global que la mayor parte de la humanidad está padeciendo, se ha mostrado irresponsable, antisolidario y terriblemente ambicioso. Stéphane Hessel, francés de 94 años, ha levantado el grito de indignación en su ya célebre librito (60 páginas, que se ha vendido por millones) ¡Indignaos!,  da razones mínimas por las cuales la juventud del mundo, mejor sería la sociedad, debería manifestar su indignación por el estado actual del orden mundial. Ante la pasividad imperante que acepta el estado generalizado de injusticia, se invita a manifestarse por un cambio radical. El mundo está seriamente amenazado por el surgimiento cada vez más evidente de fascismos, intolerancias, codicias sin límite, violencia generalizada, individualismo antisolidario, generando, por tanto, un estado en donde la ausencia de la esperanza está permitiendo que las sombras de una nueva edad de hierro, oscura, se extiendan por el mundo. José Luis Sampedro, quien prologa el libro de Hessel, cita: “¡Indignaos!, les dice Hessel a los jóvenes, porque la indignación nace de la voluntad de compromiso con la historia. De la indignación nació la Resistencia contra el nazismo y de la indignación tiene que salir la resistencia contra la dictadura de los mercados. Debemos resistirnos a que la carrera por el dinero domine nuestras vidas.” Una nueva resistencia se empieza a hacer presente en diferentes frentes del mundo, resistencia que exige que sea guiada por principios de razón y solidaridad globalizantes, es decir, pensando en la construcción de la tierra patria, como diría Edgar Morin, más allá de las propias reivindicaciones de corte individual. La solución a los problemas particulares no es la solución a los problemas globales, menos de los que ni siquiera se les ha dado la posibilidad de indignarse. Si ciudadanos de los pueblos ricos tienen razones para estar indignados, reconociendo en ello el no acceso a los bienes y derechos que todo hombre debería poseer, ¿cuál debería ser el grado de indignación de los que no han tenido, ni tienen acceso a los mínimos de los mínimos? En el caso de México, ¿se identifican las múltiples razones presentes que invitan a la indignación? ¿Por qué son muy escasas las manifestaciones de indignación? Es compromiso de cada sociedad establecer los medios y acciones para afrontar el tipo de resistencia a seguir.





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