Publicado: E - Consulta, 28 de septiembre de 2010
Durante el pasado campeonato del mundo de futbol aconteció un hecho curioso y reiterado: a los comentaristas de futbol de las principales cadenas televisivas del país, - que en términos generales no se destacan por expresar un gran talento, ni mucho menos por el manejo certero, oportuno y claro del lenguaje -, les dio por iniciar sus comentarios afirmando que el director técnico de tal o cual equipo había hecho una buena lectura de las circunstancias del partido, razón por la cual se había hecho con la victoria o, por el contrario, que no supo leer las exigencias del partido, impidiéndole realizar las acciones convenientes para enmendar las circunstancias adversas y hacerse con la victoria. ¿Qué tanta razón tenían los comentaristas deportivos en usar tan notoria expresión? ¿Qué querían decir con eso de saber leer un partido? ¿Qué tanto eran conscientes de lo acertada de la expresión? Pues lo cierto es que por una vez, quizá sin que sirva de precedente, tenían toda la razón en lo que querían decir, aunque probablemente no sepan porqué tenían razón.
Exploremos un poco el sentido de la palabra lectura, pero antes de hacerlo, acerquémonos a otra palabra que de tan común en el uso diario se ha desgastado tanto que pocas serán las personas que sepan su origen, en este caso me estoy refiriendo a la palabra inteligencia. ¿Qué tienen en común las palabras lectura e inteligencia? ¡Mucho!.
La palabra inteligencia, que procede del latín intelligere, comprender, introducida en la cultura latina por Cicerón, se compone de inter, entre y legere, leer, que incluye la idea de leer entre líneas. Entonces, ser inteligente significa saber leer, o saber leer nos remite a la idea de ser inteligente.
De momento hemos identificado la relación entre leer e inteligencia, pero falta llegar a la clave de la expresión, es decir, qué se debe entender por legere, cuál es su sentido. Por Legere, leer, en nuestro diario uso entendemos la capacidad de juntar letras y de identificar el significado de ellas en su conjunto, haciendo que los signos nos evoquen, relacionen o identifiquen ideas, cosas, personas, acontecimientos, etc..
Sin embargo, legere, leer, tiene un sentido mucho más profundo, implicando discernir, darse cuenta, elegir o escoger. Así, que una persona que es inteligente, que saber leer, por tanto, es capaz de darse cuenta, discernir, escoger. Darse cuenta de los acontecimientos, de lo que está sucediendo, llevar a la consciencia las circunstancias del entorno, serían el primer elemento a identificar y realizar por la persona que sabe leer, que es inteligente.
Percibir los componentes del mundo y saber qué hacer con ellos está en el origen del ejercicio de todo acto de inteligencia. De discernir tenemos que hacer notar que se trata de la capacidad de separar, de diferenciar, como quien usa un cernidor o coladera en la que separa los productos deseados de los no deseados, o simplemente no necesarios para una actividad específica, como puede ser cuando se cierne la arena para separarla de las piedrecillas que la acompañan y ya limpia ser un constitutivo importante en la mezcla empleada en la construcción de casas.
En este caso, el de discernir provoca otra curiosidad del idioma y del pensamiento; los griegos a esta actividad de cernir, separar la denominaban como krineo, origen de dos palabras muy presentes en nuestro diario hablar: crisis y crítica, que tienen en común la capacidad y acción de separar, de distinguir.
Crisis es una de las palabras más repetidas en nuestro diario vivir ya no en los últimos años, sino en las últimas décadas. Crisis, para los griego tenía el sentido de realizar un juicio o emitir un veredicto. Una persona que está en crisis, o que tiene que hacer una crítica, quiere decir que está obligada a separar, a emitir juicios, a afirmar o negar, a tomar decisiones, a elegir o escoger. Conjuntando todas estas ideas, podemos colegir que una persona inteligente será aquella que es capaz de leer, darse cuenta de las circunstancias del medio en el que está inmerso y por ello de realizar las funciones de separar y decidir.
Por lo que saber leer, ejercer la inteligencia no es privativo de leer libros, sino sobre todo del conjunto de experiencias de la existencia humana, así podemos leer: el tiempo, la historia, la vida diaria, la propia cultura, las relaciones de pareja, los compromisos personales, las exigencias sociales, etc. Ser analfabeta inteligente, remitirá a no saber leer nuestro entorno, no separar o distinguir entre el bien o el mal, por ejemplo, o tomar las decisiones necesarias, o pertinentes que se tienen que hacer en los múltiples momento del diario vivir.
Una buena formación social, cultural, debería centrar su ejercicio en capacitar a los seres humanos en la toma de conciencia de las diferentes exigencias que la vida nos presenta, en la capacidad para distinguir entre las diferentes opciones que se pueden tomar y de éstas quedarse con las mejores, con la que satisficiera plenamente la circunstancia, problema, o conflicto a resolver.
Leer la realidad correctamente nos obliga a tomar las mejores decisiones y es así como los buenos directores técnicos de futbol han mostrado su inteligencia, eligiendo a los mejores jugadores, identificando las debilidades de los jugadores contrincantes, aprovechando las capacidades de sus jugadores y corrigiendo oportunamente las desviaciones que impiden alcanzar la meta propuesta. Por una vez, los cronistas deportivos demostraron tener razón.
1 comentario:
Me parece muy acertado éste artículo. Además creo que estoy tomando nuevamente el ritmo de la lectura. Busco textos que me animen a la tarea intelectual del que leer forme parte.
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