Publicado: Síntesis, 30 de septiembre de 2010
Para los alumnos, profesores y padres de familia la evolución del aprendizaje es uno de los Momentos más importantes en la vida escolar, pero también uno de los más complejos. ¿Por qué? Principalmente porque a través de este proceso la escuela cumple con una función selectiva que busca responder a las demandas de una sociedad caracterizada por su marcado afán de jerarquías que implica la clasificación de las personas de acuerdo a lo que se ha concebido como "calidad".
Debido a que la escuela, a través de los profesores, tiene la facultad de certificar la valía del aprendizaje por medio de una calificación, se genera un medio de poder que contamina el proceso educativo puesto que el éxito o fracaso de los alumnos reflejado en las notas obtenidas es también el éxito o fracaso del profesor y de la institución educativa.
Para muestra, un botón. Cualquier docente se ha cansado de oír en sus alumnos frases como ¿eso va a venir en el examen?, lo cual se traduce corno: ¿debo o no poner atención? Ha atestiguado prácticas donde el alumno copia al compañero, lleva un "acordeón" o paga para conocer el contenido del examen. O bien, ha sido víctima del acoso y presión por parte de los estudiantes en su ambición por obtener una nota más alta de la recibida. A su vez, muchos docentes centran su clase en preparar a los alumnos para que éstos puedan resolver correctamente las pruebas. De igual manera, es frecuente que los alumnos escuchen de sus padres la pregunta ¿cuánto sacaste? en lugar de ¿qué aprendiste? Y más frecuente aún que al término del curso, éstos no tengan claros sus avances o logros.
Entonces, en el fondo ¿qué refleja una calificación y qué valor y uso le damos?
Esta interrogante es difícil de responder, sin embargo, lo que sí podemos constatar es que los sistemas educativos se encuentran absorbidos por los exámenes, las calificaciones y los trámites burocráticos necesarios para cumplir (con "diez") con funciones más de tipo administrativo que les distraen de lo verdaderamente importante. Esto nos deja claro que hemos perdido el rumbo, pues el propósito de la educación se está centrando exclusivamente en la obtención de una determinada calificación. Y entonces ¿dónde quedó el aprendizaje?
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