Autora: Yossadara Franco Luna, datos de la autora: haz click aquí Publicado: El columnista, 29 de septiembre de 2010 Posiblemente los lectores han visto la exuberancia de la fiesta patronal en una comunidad rural: comida para todo el pueblo, adornos para el santo, hasta remozamiento de las casas. Mucho se les critica a este sector de la población este sin-sentido de ser pobres y gastar tanto dinero en festejar al santo del lugar. Entender esta actividad implica situarse en otra perspectiva: se trata del vehículo que da continuidad a una tradición que no sólo sirve para fortalecer la identidad de un pueblo, sino también para enriquecer la vida de los sujetos. Las fiestas en las zonas rurales son tan importantes que alrededor de ellas se teje una estructura que articula la vida entera de la localidad; se llama Sistema de Cargos. Son oficios religiosos y a veces políticos ocupados con base en una rotación entre los hombres, y actualmente entre mujeres. Tienen la tarea de cuidar al santo, preparar su fiesta, pero sobre todo de organizar a la población en un sinfín de actividades económicas y políticas que culminarán en un día tan importante. El período suele ser de un año aunque en algunas regiones éste se asume por uno o dos más. A su retiro del cargo todas las obligaciones cesan, lo mismo sucede con los derechos, privilegios y la autoridad asociado a éste. Es por ello que se considera que uno de los rasgos más importantes de esta estructura político-religiosa es su carácter omnicomprensivo pues todos los miembros adultos participan en la jerarquía como elegibles para los oficios. Gran parte del estudio del Sistema de Cargos se sitúa en zonas rurales indígenas, sin embargo también es una práctica que se puede hallar en localidades urbanas. Mientras que en las primeras tiene que ver con el prestigio y la sabiduría; en las segundas se enfocan en la capacidad del individuo y le compete únicamente al ámbito religioso. En las sociedades indígenas la importancia del asunto que nos ocupa es que se caracteriza por ser político y religioso, en donde la carrera normal de un carguero frecuentemente implica que asciende en forma de zigzag asumiendo alternadamente un puesto religioso y político. Se ha llegado a interpretar como el modo en el cual se propicia una democracia de los pobres, es decir, no se permite a ningún grupo o individuo monopolizar el poder. Tácitamente se espera que todos los hombres participen y la mayoría lo hace; de hecho se considera que quien no lo haga no puede ser un hombre respetado o importante en la población. Ser parte de la estructura no conlleva remuneración monetaria, al contrario, los gastos en dinero y en tiempo son exorbitantes, pero ello tiene una compensación: el individuo adquiere una enorme reputación en la comunidad y después de haber asumido las tareas más importantes de tal sistema es considerado como "pasado" o "principal" cuestión que significa prestigio y poder. El Sistema garantiza y legitima un proceso mediante el cual hay una transmisión de saberes y de prácticas tradicionales de generación en generación. Un anciano en la cosmovisión indígena es un sabio porque gradualmente ha transitado por diversos servicios que amplían su experiencia del mundo en el que vive para así dar paso a un cúmulo de conocimientos que por obligación tiene que pasar a los jóvenes. Representa un invaluable medio de formación e inclusión religiosa, social solidaria y política. Hacia la época del porfiriato comenzó un proceso de expansión de la urbe que se consolidó en los años 30 y resultó en una amplia incorporación de los pueblos eminentemente agrícolas a tal grado que trajo consigo una mutación en las prácticas ancestrales y su reducción al ámbito religioso. A diferencia de lo que ocurre con el Sistema de Cargos indígenas, que generalmente se estructura en cuatro o más niveles jerárquicos, en el urbano se encuentran sólo dos que se ejercen en ciclos anuales: los fiscales y los mayordomos. En el caso urbano éstos fácilmente pueden ser ocupados sin requisitos excesivos porque no hay una exigencia clara para transitar por los servicios de manera sucesiva hasta alcanzar el puesto de mayor jerarquía. Así, lo que para las comunidades indígenas lleva toda una vida de servicio, sacrificio y entrega, en las urbanas se da en un proceso relativamente más sencillo y por lo tanto el prestigio no se relaciona directamente con la edad, sino con la capacidad de sacar adelante la fiesta de manera satisfactoria. En la mayoría de los casos los ámbitos cívico y religioso. están totalmente separados, a diferencia de los casos indígenas, cuyos cargos religiosos implican la toma de decisiones sobre aspectos diversos de la vida comunitaria. Los mayordomos y fiscales llevan un minucioso registro de quiénes cooperan y con cuánto, cuestión que se hace del conocimiento público durante la ceremonia de cambio de poderes. De esta manera, representan una suerte de "vigías de la pertenencia", puesto que son quienes pueden en un momento dado definir quién pertenece al pueblo y quién no. El Sistema de Cargos representa entonces un mecanismo de inclusión-exclusión, mediante el cual se marcan las fronteras de pertenencia. A través de esta estructura social de participación festiva se garantiza, por un lado, una normatividad refrendada anualmente, y por otro, una participación continúa de un número muy amplio de pobladores. Los cargos no se relacionan con un alto honor y cuando éstos concluyen aunque sea de manera satisfactoria, terminan también las responsabilidades y el honor no queda guardado corno un tesoro invaluable en la memoria colectiva. Volvamos la mirada a las fiestas patronales, que parecieran ser un derroche insensato de dinero, pero son mucho más: son la expresión de una forma de organización social, política, económica que permite a muchas comunidades conservar su cultura, distribuir el poder, formar cívicamente, reducir la brecha entre pobres y ricos, reforzar la presencia y prestigio social de sus habitantes. En ellas podemos atestiguar un instrumento ancestral que no ha sucumbido a los embates de la sociedad industrializada, con sus crisis de identidad y de compromiso social del lugar en el que se vive. También aprendamos de esto. |
Artículos periodísticos publicados por diversos académicos de la Universidad Iberoamericana Puebla
martes, octubre 05, 2010
Más que una fiesta de pueblo
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