Autora: Teresa Eugenia Brito Miranda
Publicado: E-consulta, 04 de octubre de 2010
La presencia de la violencia, el acoso, las adicciones y la discriminación en las escuelas son manifestaciones complejas que muestran que la educación no está fortaleciendo el tejido social. No estamos formando a los niños en hábitos afectivos, cognitivos y operativos que los lleven a desarrollarse dignamente. Muchos niños no saben auto limitarse: los recursos que podrían representar su temperamento y la formación de su carácter a través de los distintos tipos de hábitos, como lo señala José Antonio Marina (2006) los están llevando a actuar de manera poco inteligente; desarrollan comportamientos poco constructivos y en muchos casos, destructivos.
Esto no es solamente problema de los padres, desde luego implica a la escuela como institución de manera importante por lo que tiene la responsabilidad social de encarar el problema.
La escuela debiera ser un espacio protector de la niñez y la juventud. ¿Qué se necesita para que esto suceda? Me parece que además de la voluntad y responsabilidad de todos sus actores, autoridades, maestros, alumnos, padres de familia, personal administrativo y de intendencia, también es importante contar con un respaldo de políticas educativas que sensibilicen en la conformación de verdaderas comunidades escolares que formen ciudadanos. La escuela podría ser un espacio protector para los niños, niñas y jóvenes en este tiempo en el que la familia sufre crisis, grandes quiebres y reestructuras.
A nivel de gobierno federal se implementó desde el 2007 el Programa Escuela Segura, que es lo más cercano a una política educativa en el sentido de promover intencionalmente una convivencia escolar para fortalecer la escuela.
Forma parte de la estrategia "Limpiemos México" vinculada con la Secretaría de Seguridad Pública y su programa "Comunidades Seguras "la Secretaría de Salud con el programa "Salud sólo sin drogas "y la Secretaría de Desarrollo Social con el programa "Recuperación de Espacios Públicos".
El enfoque global del programa a partir de lo descrito hasta aquí parece estar orientado a un trabajo de "limpieza", como si el conflicto fuera algo enfermo o sucio que es mejor cortar, lo cual se podría entender si se habla de violencia en la sociedad, en el contexto de la escuela, pero no dentro de ella.
Dentro de la escuela, los conflictos pueden verse más como un recurso para el crecimiento de la comunidad educativa. Es necesario saber cómo abordarlos de manera que se aprenda a negociar, a dialogar, a ponerse en el lugar del otro. Revisando puntualmente los objetivos del programa mencionado se puede ver un enfoque más preocupado por la construcción de ciudadanía, por lo menos a nivel de pronunciamiento que habría que ubicar mediante una investigación más profunda en la operación del programa. En el objetivo general se plantea la consolidación de la escuela como espacio seguro con la participación social y la formación ciudadana a través de una convivencia democrática, entre otros puntos.
En sus objetivos particulares hay una preocupación y un pronunciamiento sobre la necesidad de trabajar el ámbito de la convivencia escolar. Se menciona el desarrollo de competencias para fortalecer una cultura preventiva, la necesaria participación de los integrantes de la comunidad educativa padres de familia, maestros y alumnos. En este sentido falta incluir a los directivos, puesto que lo que hemos visto en resultados de investigaciones al respecto, los directores son quienes tienden a negar la existencia de violencia en sus escuelas o a ser menos sensibles al mismo. También hace falta incluir al personal administrativo y de limpieza quien también forma parte de la comunidad y puede jugar roles importantes en problemas de acoso o violencia, tanto para favorecer como para inhibir ciertas conductas. Esta participación puede llevar a convertir la escuela en espacio de contención, de seguridad y protección y hasta de respaldo afectivo para los niños y jóvenes con necesidades de pertenencia.
En los objetivos específicos del programa también se menciona la necesidad de que la escuela establezca otros vínculos con organizaciones civiles y gubernamentales en las que se puede apoyar para la prevención de la violencia y las adicciones. Se logra ver la necesidad de tratar el problema como contenido en los programas específicos en las asignaturas, lo cual puede ser un buen complemento, siempre y cuando no se deje como única acción, ya que se sabe que los valores se aprenden a través del desarrollo de hábitos cognitivos, afectivos y operativos, y no desde la simple información.
También se le da importancia a la orientación y seguimiento de experiencias relacionadas con la construcción de ambientes democráticos. A nivel de SEP federal se está tratando de fortalecer la participación de los Consejos de Participación Social en la Educación, que entre otras de sus funciones tendrá que colaborar en el tema de la convivencia escolar.
El espacio a nivel de una política está dado, sin embargo eso no basta, es importante dar seguimiento a la forma como se opera.
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