Publicado: e-consulta, 29 de octubre de 2010
Pareciera que lo espiritual se está poniendo de moda en el mundo. En las calles de Puebla vemos anuncios de cursos "new age" que versan sobre cómo mejorar nuestra relación con lo trascendente. ¿Qué tan buenos son esos cursos o conferencias? Depende. Sin embargo, la mayoría de ellos son como aspirinas que alivian temporalmente los síntomas pero no las causas de esos síntomas.
La presente temporada tradicional de muertos puede ser buena ocasión para analizar la dimensión espiritual en nuestras vidas, no necesariamente desde una perspectiva religiosa, sino desde una menos centrada en el rito y más en la interioridad del ser humano.
En los 90 se puso de moda la "inteligencia emocional", después, a principios de la presente década, el tema fuerte era "inteligencia social"; hoy los mismos autores de estos conceptos hablan de la "inteligencia espiritual" como el máximo descubrimiento y último estado de desarrollo de las personas. ¿Será? Si la espiritualidad es un tema viejísimo, ¿por qué hasta hoy se ha "descubierto"?
¿En qué mundo vivimos?
El mundo en el cual vivimos hoy es sumamente contradictorio y problemático. En México los problemas sociales se pintan solos, basta leer cualquier periódico y reflexionar un poco para entender cómo andamos como sociedad. Pero tampoco me parece que todo esté perdido (la esperanza muere al último dicen por ahí).
El sistema social actual nos ha hecho creer que lo que importa en la vida es tener éxito, y éste ha sido generalmente definido como: ser famoso, con dinero, viajes, coches, buena ropa y un celular de vanguardia entre otras cosas por el estilo-. Sin duda tener todo esto nos hace grandes a los ojos de quienes se encuentra en la cima de la pirámide social. Pero, ¿nos hace verdaderamente grandes tener este tipo de "éxito"? Yo tengo mis dudas cuando veo que la amplia mayoría de los "exitosos" de este mundo ha conseguido su "éxito" cometiendo algún tipo de injusticia: desde sobornar y aceptar sobornos hasta pagar miserablemente (con dinero y obras) a la gente que trabaja para ellos o, peor aún, a la gente que los "contrató" como gobernantes (en el caso del servicio público), entre otras atrocidades socioeconómicas.
Tarde o temprano nos damos cuenta que la forma en cómo actualmente se organiza el mundo sólo permite que una pequeña minoría tenga acceso a mucho, los demás, la inmensa mayoría, se tiene que conformar con lo mínimo para subsistir. Esto causa frustración en gran cantidad de personas pues, de diversas maneras, alguien vendió la idea de que todos podemos tener las cosas maravillosas que la fábrica del mundo produce. Peor aún, nos vendieron la idea de que todos "debemos" tener este tipo de riqueza y que quien no lo haga es un fracasado. Como si tener muchos productos garantizara nuestra dicha y satisfacción con la vida.
Y entonces, ¿qué nos hace verdaderamente felices?
Esta es una pregunta difícil de responder. Me parece que lo mejor es que cada quien busque en el fondo de su ser y trate de dar respuesta por sí mismo, consciente de que tal vez no se obtenga de inmediato una sola respuesta, sino que tal vez sea la búsqueda de ésta la que nos haga felices a lo largo de nuestra vida.
Que hoy se esté poniendo un poco de moda lo espiritual tal vez sea una seña de que el mundo no está encontrando suficiente consuelo en lo material; en la búsqueda del "éxito" que el actual orden social nos vende insistentemente, sino en otro lado. Habrá que buscar en el fondo de nosotros qué es lo que realmente nos hace felices y por qué no lo estamos haciendo.
¿Qué quiero hacer con mi vida?
Esta búsqueda interior, me parece, desarrolla nuestra dimensión espiritual. Es el diálogo con uno mismo y con lo trascendente (para algunos es Dios, para otros el Universo, la Madre Tierra, etc.) lo que nos permite crecer espiritualmente. Pero este diálogo debe ser continuo, permanente y a lo largo de toda nuestra existencia. Un simple curso o taller no resuelve el tema, aunque sí pueden llegar a servir dependiendo de qué tan serio y poco improvisado sea el ponente que lo da.
El hombre o mujer espiritual es alguien que sabe estar a solas consigo mismo para dialogar realistamente; se auto observa y auto critica para conocerse mejor; busca que su diálogo interno corresponda con su diálogo externo; se plantea con frecuencia preguntas trascendentales como ¿quién soy? ¿A dónde voy? ¿A qué voy? Y, sobre todo, busca desarrollar una relación con lo trascendente. Tal vez este "puente de muertos" sea buena ocasión para empezar la reflexión.
La presente temporada tradicional de muertos puede ser buena ocasión para analizar la dimensión espiritual en nuestras vidas, no necesariamente desde una perspectiva religiosa, sino desde una menos centrada en el rito y más en la interioridad del ser humano.
En los 90 se puso de moda la "inteligencia emocional", después, a principios de la presente década, el tema fuerte era "inteligencia social"; hoy los mismos autores de estos conceptos hablan de la "inteligencia espiritual" como el máximo descubrimiento y último estado de desarrollo de las personas. ¿Será? Si la espiritualidad es un tema viejísimo, ¿por qué hasta hoy se ha "descubierto"?
¿En qué mundo vivimos?
El mundo en el cual vivimos hoy es sumamente contradictorio y problemático. En México los problemas sociales se pintan solos, basta leer cualquier periódico y reflexionar un poco para entender cómo andamos como sociedad. Pero tampoco me parece que todo esté perdido (la esperanza muere al último dicen por ahí).
El sistema social actual nos ha hecho creer que lo que importa en la vida es tener éxito, y éste ha sido generalmente definido como: ser famoso, con dinero, viajes, coches, buena ropa y un celular de vanguardia entre otras cosas por el estilo-. Sin duda tener todo esto nos hace grandes a los ojos de quienes se encuentra en la cima de la pirámide social. Pero, ¿nos hace verdaderamente grandes tener este tipo de "éxito"? Yo tengo mis dudas cuando veo que la amplia mayoría de los "exitosos" de este mundo ha conseguido su "éxito" cometiendo algún tipo de injusticia: desde sobornar y aceptar sobornos hasta pagar miserablemente (con dinero y obras) a la gente que trabaja para ellos o, peor aún, a la gente que los "contrató" como gobernantes (en el caso del servicio público), entre otras atrocidades socioeconómicas.
Tarde o temprano nos damos cuenta que la forma en cómo actualmente se organiza el mundo sólo permite que una pequeña minoría tenga acceso a mucho, los demás, la inmensa mayoría, se tiene que conformar con lo mínimo para subsistir. Esto causa frustración en gran cantidad de personas pues, de diversas maneras, alguien vendió la idea de que todos podemos tener las cosas maravillosas que la fábrica del mundo produce. Peor aún, nos vendieron la idea de que todos "debemos" tener este tipo de riqueza y que quien no lo haga es un fracasado. Como si tener muchos productos garantizara nuestra dicha y satisfacción con la vida.
Y entonces, ¿qué nos hace verdaderamente felices?
Esta es una pregunta difícil de responder. Me parece que lo mejor es que cada quien busque en el fondo de su ser y trate de dar respuesta por sí mismo, consciente de que tal vez no se obtenga de inmediato una sola respuesta, sino que tal vez sea la búsqueda de ésta la que nos haga felices a lo largo de nuestra vida.
Que hoy se esté poniendo un poco de moda lo espiritual tal vez sea una seña de que el mundo no está encontrando suficiente consuelo en lo material; en la búsqueda del "éxito" que el actual orden social nos vende insistentemente, sino en otro lado. Habrá que buscar en el fondo de nosotros qué es lo que realmente nos hace felices y por qué no lo estamos haciendo.
¿Qué quiero hacer con mi vida?
Esta búsqueda interior, me parece, desarrolla nuestra dimensión espiritual. Es el diálogo con uno mismo y con lo trascendente (para algunos es Dios, para otros el Universo, la Madre Tierra, etc.) lo que nos permite crecer espiritualmente. Pero este diálogo debe ser continuo, permanente y a lo largo de toda nuestra existencia. Un simple curso o taller no resuelve el tema, aunque sí pueden llegar a servir dependiendo de qué tan serio y poco improvisado sea el ponente que lo da.
El hombre o mujer espiritual es alguien que sabe estar a solas consigo mismo para dialogar realistamente; se auto observa y auto critica para conocerse mejor; busca que su diálogo interno corresponda con su diálogo externo; se plantea con frecuencia preguntas trascendentales como ¿quién soy? ¿A dónde voy? ¿A qué voy? Y, sobre todo, busca desarrollar una relación con lo trascendente. Tal vez este "puente de muertos" sea buena ocasión para empezar la reflexión.
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